miércoles 17, abril 2024
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Un cierto tipo de gente

Aquellas personas que no poseen los conocimientos necesarios o la capacidad de pensamiento crítico indispensables para poder entender la realidad presente de nuestro país, y que además están alimentadas solamente por la información que les llega a través de los medios de comunicación controlados por los grandes capitales, o las agencias internacionales que son, a su vez, manejadas por intereses geopolíticos evidentes, no son capaces de dar una interpretación diferente a lo que nos está sucediendo, lo cual se ajusta a esa realidad.

Por ello es que se ha creado una mentalidad paranoica en la población, que añora la utopía que periódicamente los partidos políticos le venden a los ciudadanos para obtener sus votos, de modo  que en vez de condenar a los empresarios que manejan los hilos del poder político o de los banqueros depredadores, dirigen su impulso de beligerancia social negativa a los inmigrantes, las minorías étnicas, los trabajadores públicos, las universidades públicas, y a los que practican la diversidad sexual. Es decir, son víctimas de un plan bastante extenso en el tiempo que ha buscado, a través de debilidad de la educación, la creación de una masa ignorante y desprovista de criterios para aquilatar a quienes les imponen formas de pensar y actuar.

Están sometidos a un empeoramiento gradual de nuestro nivel de vida, el incremento de las actividades delincuenciales, a la corrupción que no ha sido erradicada de la sociedad en su totalidad, sin que por ello se suscite la protesta ciudadana. Las únicas protestas que vemos son aquellas que promueven ciertos sectores o gremios, para la defensa, por lo general, de beneficios desproporcionados que consiguieron en el pasado, de manos de políticos débiles y muchas veces corruptos.

Este es un país lleno de seres que buscan una voz, pero que ignoran los matices entre el grito y la confidencia, los grados que median entre la risa y el llanto. Semejante condición los convierte en seres con ideas a medias, en ilustres desgraciados que absorben tecnología pero desconocen la ciencia, que no llegan a comprender nada del todo, que viven un viaje melancólico incompleto hacia las ideas, sin llegar nunca a ellas.

Así, para poder entender el mal gusto y la cursilería rampante que nos agrede desde todos los ángulos de la vida, hay que volver un poco la mirada hacia atrás y comprender el fenómeno a través del cual el dinero cambió de manos, y fue a parar a los que lo gastan sin el menor provecho, pues son los menos preparados: los nuevos ricos.

En todo el país los privilegios del poder político, alcanzado a fuerza de artimañas e indignidades, favorecieron la aparición de personajes que, en pocos años, han hecho enormes capitales nacidos del latrocinio más descarado y, en casos menos delictivos, del aprovechamiento de amistades y parentescos con quienes se ubican en cargos donde se toman decisiones en organizaciones o públicas y empresas.

Aparece entonces el personaje importante nacional…. Que no es más que la versión moderna, actualizada,  del chulo de siempre, equipado esta vez con teléfonos portátiles de última generación, ropa de marca (aunque por lo general mal lucida), agenda electrónica, tarjeta de crédito oro o platino a cuenta de la empresa o de un rubro obscuro de algún presupuesto de una organización pública.

La discreción, la decencia, la moderación, el buen gusto, han sido sustituidos por la vulgaridad, el oropel, la deshonestidad y la hipocresía, la vacuidad intelectual, cayendo en la cursilería que se muestra por todas partes.

A fuerza de maestrías de mucha vista y poca sustancia, estos personajes se encuentran ocupando puestos de responsabilidad, convirtiéndolos en trampolines para hacer dinero y, lo que es peor, erigirse en autoridades dentro de los más diversos campos, aunque cometan faltas de ortografía, y crean que la Divina Comedia es una película interpretada por alguna cancionera de moda.

Como todos los recién llegados, al nuevo rico, el nuevo funcionario político, el nuevo graduado de una universidad de dudosa fortaleza académica, desea aparentar como aristócrata, pero entendiendo por ello el lujo de mal gusto y el derroche de pésimo gusto. Y luego, en algunos casos,  no muchos, al darse cuenta del ridículo en que han caído, buscan desesperadamente las pequeñas academias, cursos y seminarios, y una que otra publicación, para aprender buenas maneras y protocolo.

Esta forma de ser, tan mezquina y poco noble, es la tónica común de este tipo de gente en este país. Y todo ello producto de dos factores: la sensación de mediocridad e inseguridad que, en vez de estimularlos hacia la superación, los empuja cada vez más en el lodo de la desidia y la complacencia de la estupidez generalizada, y luego de la poca altitud de miras y la poca elegancia, que se muestra en el trato con los demás. Educado de cualquier modo dentro de un sistema que, a mi parecer, está concebido tanto a nivel nacional como internacional, para generar masa, no individuos. Carentes totalmente de pensamiento analítico.

Y sentirse legión, masa ignorante y mediocre, lo consuela mediante un nihilismo lleno de fanatismos, lugares comunes y una superficialidad aberrante.

A riesgo de parecer un fantasioso, un escritor de ficción, o un fanático de alguna de las corrientes políticas de extremos, que tanto abundan, creo firmemente que el sistema educativo está diseñado, exprofeso, para conceder el mínimo de conocimiento posible a los jóvenes, desde la más tierna infancia hasta la culminación de sus estudios universitarios. Y de esta manera, ir creando una masa que constituye la población de cada uno delos países, a fin de poder manipularla a través de mensajes cargados de emotividad y de poca sustancia, por las élites de las grandes corporaciones internacionales, a quienes solamente interesa el poder manipular gobiernos para su propio beneficio, o engañarlos fácilmente apoyados en la estupidez general de los funcionarios, y la fácil corrupción de los representantes políticos.

Esta juventud solamente conoce dos extremos harto peligrosos: el de la indiferencia total con respecto de lo que sucede a su derredor, o el de la pasividad ante los fenómenos sociales o materiales de índole catastrófica.

No se trata de redimirlos, esto está por encima de las capacidades humanas, aunque hay que reconocer que poca culpa tiene ella, porque más que cómplice es víctima de un sistema perverso, por un lado, y por el otros que los que han de ser estúpidos o canallas lo serán sin redención.

Cuando vemos, por ejemplo, los fallos en la administración de la Caja Costarricense del Seguro Social, que son producto de la ignorancia y la mediocridad, o la ausencia de coordinación interinstitucional dentro del aparato público, o las soluciones a medias que diversos gobiernos le han dado a problemas endémicos, no queda más que reconocer que algo falla en capacidad de pensar de quienes, dentro de la sociedad, tienen la responsabilidad de tomar decisiones para el beneficio de todos los ciudadanos.

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría.

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