miércoles 24, abril 2024
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El asesinato de Rosa Luxemburgo (1871-1919).

I
No en vano, alguien podría preguntar, ¿por qué recordar el crimen contra una persona que murió hace cien años? ¿Qué tiene que ver conmigo, en el presente, una mujer polaco-alemana, comunista y revolucionaria, teórica de la economía y crítica feroz de la social-democracia? ¿No sería más útil recordar la muerte de Berta Cáceres (1973-2016) o de Marielle Franco Da Silva (1979-2018), para nosotros latinoamericanos angustiados ante la inminencia de una invasión extranjera a Venezuela, que haría retroceder la historia del Caribe, unos cincuenta años? Resulta que sin la historia particular de Rosa Luxemburgo, sería difícil encontrarle algún sentido a las luchas, limitaciones y tragedias de las otras dos grandes mujeres mencionadas.

Rosa Luxemburgo, mujer, marxista, pacifista. Dominio Público

II
La herencia teórica, política, vivencial y humana de una persona como Rosa Luxemburgo está en la raíz de los acontecimientos que experimentamos diariamente en nuestras vidas de hoy. Su asesinato representa lo más grosero y, sin embargo, lo más contundente, de lo que es capaz el fascismo cuando tiene el poder. A ella la mataron a culatazos y luego le propinaron un tiro en la cabeza, simplemente, por ser diferente. La maniataron y la arrojaron por encima de la baranda de un puente, el 15 de enero de 1919, para que el río la devolviera casi cuatro meses después. Fue posible reconocerla por los guantes que traía puestos, los botines y los retazos de vestido que habían dejado los peces hambrientos.
El proceso de humillación, arrinconamiento, discriminación y silencio, tomó un buen rato. No fue de un día para otro. Ella combatió con ferocidad la psicología y la cultura que condujeron a la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Su pacifismo sigue igual de poderoso que ayer. No era un pacifismo cobarde y blandengue. Era un pacifismo que exigía participación activa y beligerante de las personas contra la guerra, la violencia y la brutalidad que se veía brotar por todos lados. Incluso algunos de sus pretendidos camaradas de la social-democracia alemana, hicieron lo imposible por callarla.

III
Rosa Luxemburgo pasó buena parte de su vida en prisión, porque a los dueños del poder, a los propietarios de la riqueza, de las armas y de los hombres que iban a morir en las trincheras de la Primera Guerra, se les ocurrió que era necesario silenciar esa voz chillona, perfumada y emperifollada, que hablaba siete idiomas con soltura, porque, de lo contrario, los trabajadores se podían sublevar y provocar serios problemas a los dueños del capital. Resulta que a Rosa La Roja, quien amaba los pájaros, la geología y la botánica, se le ocurrió criticar a Marx y a los bolcheviques, cuando estos hicieron una de las más importantes revoluciones del siglo XX. Estas críticas no pasarían desapercibidas y buena parte del reformismo social-demócrata de nuestros días, tiene sus orígenes en esta disputa. Sin embargo, no se puede comprender el desarrollo social, político y cultural de la primera parte del siglo XX, sin Rosa Luxemburgo, los bolcheviques, los anarquistas y las grandes luchas de los trabajadores por obtener un poco de decencia para sus vidas y las de sus familias.

IV
Con Rosa Luxemburgo llegó a la teoría económica un nuevo tratamiento del imperialismo. Ya no era posible hablar solo de la exportación del capital, sino de que la acumulación era un proceso global que demandaba, también, luchas internacionalistas por parte de los trabajadores, contra la explotación y la humillación colonialista. Junto a Lenin, Trotski, los anarquistas y otros grandes revolucionarios, Rosa Luxemburgo pasará a la historia del pensamiento económico y social, porque sus propuestas antiimperialistas tienen una vigencia sorprendente, por decir lo menos. Sus ideas sobre la huelga general, la espontaneidad, la recuperación de las calles, los parques, las plazas y las cantinas, tiene una actualidad que va más allá de una simple cuestión antojadiza sobre la lucha obrera en las calles, contra la policía y el ejército. Por todo eso y más, es necesario recuperar a una figura como Rosa Luxemburgo. Porque los crímenes contra Berta y Marielle forman parte de la misma cadena de intolerancia, represión y autoritarismo que sacrificó a una de las pensadoras más decisivas del siglo veinte.
Muchas gracias.

(*) Rodrigo Quesada Monge, historiador y escritor. Premio Nacional Aquileo J Echeverría, 2019

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1 COMENTARIO

  1. Buen artículo, en el mundo hay muchos seguidores de Rosa Luxemburgo que luchan en diferentes planos por un mundo más humano y justo.

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