miércoles 4, diciembre 2024
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La Globalización y el mito de la Segua

Cuando observamos con cuidado los nuevos acontecimientos en el campo del comercio internacional y los relacionamos con el esfuerzo de los gobiernos de turno por hacer competitivos sus países, no podemos impedir convenir en que el proceso que se ha denominado como la globalización –que en un principio fue impulsado y liderado por los países con altos niveles de acumulación de capital o hiperacumulados− ha derrapado por rumbos totalmente imprevisibles para sus impulsores.

En Centroamérica existe un relato rural conocido como La Segua.  Cuenta de la existencia de una mujer hermosísima que se aparecía por las noches por los caminos del bosque, que cautivaba a los jóvenes incautos, y que cuando uno de ellos la invitaba a subir a grupas, a mitad del camino la mujer hermosa se convertía en un esqueleto.  El joven enloquecido y asustado terminaba generalmente desbarrancando en algún recodo del camino.

Los caballeros incautos del desarrollo del capitalismo, triunfadores del proceso de acumulación de capital –habían logrado extenderlo no solo urbi et orbi sino posicionarse ellos mismos como poseedores de la acumulación de capital más grande del mundo, a la que confluían sistemáticamente alícuotas de las ganancias de todo el capital existente− montados en esa bestia se aprestaron a recorrer los caminos del mundo dispuestos a hacerse ya no de las alícuotas de otros capitales, sino de las ganancias de los suyos propios invertidos allende.

En ese camino tortuoso se encontraron de pronto, delante de una veleidosa idea, la de convertir el orbe entero en una sola plaza, en un solo mercado sin barreras para sus inversiones.  La globalización se les apareció tan cautivadora como lo había sido, quinientos años antes, la unificación nacional de los pueblos y ciudades dispersados en el orbe occidental por el desmoronamiento de la Pax Romana.  El capital y la acumulación de éste, favorecidos por la conversión del dinero en medio de acumulación de riqueza, creaban las condiciones para ordenar la división social del trabajo y la distribución del producto colectivo en el marco de un mercado libre.  Para esto, debía preservarse prístina la garantía de la propiedad del capital (y de su correspondiente usufructo) y de los frutos de su acumulación.  La fantasmagórica mano invisible se encargaría de hacer que los resultados obtenidos en la producción y en la distribución del producto social fueran los mejores socialmente hablando.

El momento pareció propicio. Montaban sobre un alazán fuerte que había logrado ganar una carrera de más de quinientos años…, y aunque el soleado día acababa entre nublados tormentosos, ¿por qué no subir a grupas aquella hermosa mujer que les guiñaba un ojo a la vera del camino?

La globalización les prometía una alborada de riquezas sin par: la apropiación de los recursos mundiales por medio de sus capitales; una idea de fácil aceptación entre los pueblos, que verían en el espejo de las riquezas acumuladas por los triunfadores, su propio futuro.  Así como, para quienes aceptaran la idea como dogma, la delirante posibilidad de crear un mundo unido por una sola voluntad, engendrada por la racionalidad de la acumulación de capital.

Pero a medio camino, algo ha ocurrido.  La globalización ha pasado de ceñirles por la cintura, a ceñirles por el pescuezo.  El mercado libre del que eran dueños y señores, en el que imponían sus condiciones y límites de forma que generara un consenso social gobernable se les ha puesto cuesta arriba.  El alazán con la globalización a cuestas flaquea.  Las sociedades ricas y alegres que habían alcanzado grados de desarrollo social y humano jamás imaginados, han comenzado a ver signos de vejez en aquél cuerpo prometedor de días lujuriosos.

Los gobiernos imbuidos con el dogma de la acumulación de capital se ven en la necesidad de recortar los logros sociales alcanzados para poder hacerles frente a los requerimientos de aquella quimera que ahora cabalga a sus espaldas y los sujeta por el cuello.  La globalización se ha hecho esquelética.  El mito de la Segua revive en la coyuntura social de los primeros dos decenios del siglo XXI.

Hay que bajarse de aquél jamelgo que ahora corre desbocado, dejemos que la Segua desbarranque en algún recodo del camino con él.  A la globalización hay que subirla sobre un nuevo corcel, el de la acumulación de riqueza colectiva, el de los mercados regulados técnicamente.  Subirla al corcel que ya no se deja amansar por el fantasma de la mano invisible.

(*) Sergio Reuben Soto

 

 

 

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5 COMENTARIOS

  1. «el de la acumulacion de riqueza colectiva, el de los mercados regulados tecnicamente».
    Como es eso ? Mas regulación ? Reactivara la economía esa propuesta ?
    Puede el articulista dar ejemplos para entender que pretende ?

    • Nos han enseñado que el mercado libre produce riqueza, y eso ha sido cierto en algunos períodos del desarrollo capitalista,pero lo cierto es que desde los años 80 del siglo pasado se ha asentado un fenómeno de acumulación de capital en pocas manos, que ha conducido inevitablemente a un proceso de concentración de la riqueza en un pequeño grupo de personas. Esta situación a generado unos mercados monpolizados por unas pocas empresas que «regulan» para su propio beneficio las condiciones de esos mercados (por ejemplo véase el mercado de los alimentos en los EEUU, https://www.counterpunch.org/2019/05/30/busting-the-food-monopolies/, y los enlaces que ese artículo contiene como el siguiente: https://www.foodandwaterwatch.org/sites/default/files/Food%20Monopolies%20Report%20Nov%202012.pdf).
      Esta condición que se extiende a muchos mercados domésticos y que se agrava con la globalización y el control de los mercados internacionales por las grandes transnacionales, inevitablemente trae precios más altos y más bajos salarios, con lo que se agravan las condiciones de las consumidoras y de los consumidores, que conduce al desaliento del consumo a la reducción de los pequeños y medianos negocios, inversionistas y empresas.
      La reactivación de una economía sumida por estas condiciones sólo se puede lograr con la regulación estatal de los mercados monopolizados y oligopolizados, así como delas empresas dominadoras de esos mercados, no sólo por lo que ya Keynes había señalado, sino ahora, porque esa situación ha generado una estructura económica desbalanceada cuyos equilibrios no son beneficiosos para toda la población sino sólo para las grandes empresas e inversionistas articulados y vinculadas con esas condiciones.
      Cuando hablamos de regulación se debe entender una regulación que ponga al consumidor y al trabajador en el centro de sus objetivos y no, los rendimientos del capital invertido; ya que éstos rendimientos responden más a las necesidades de la acumulación de riqueza que las necesidades de los ciudadanos y ciudadanas.

      • Lo que Ud propone es acabar con el pais tal y como lo conocemos siguiendo un experimento fallido en cuanta latitud y región del mundo que lo ha intentado.
        Si ud fuese un empresario entendería el porque no funciona.Es Teoria,lejos de la realidad !

        • Creí que iba a argumentar, doña Floria. Los experimentos fallidos han sido siempre el origen de los grandes descubrimientos. Cuando algo no funciona, como usted misma dice de nuestra sociedad, aferrarse a ello es ir para atrás. Yo le puedo asegurar que podemos ir pasito a pasito para adelante, sin destruir el país, si dejamos atrás los prejuicios.

    • Me parece que don Sergio no pretende nada, vea doña Floria para que le quede claro este artículo lea por favor el capítulo XXIV de El Capital, «La llamada acumulación original».

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