jueves 25, abril 2024
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A la memoria del maestro Marcelino García Flamenco

“Los episodios históricos de un pueblo muestran a lo vivo el espíritu y la carne del pueblo, es la materia popular de los hechos históricos, los convertidos en mitos, los olvidados, los que duelen”. Matilde Carranza Volio El pueblo visto a través de los Episodios Nacionales.1940.

En principio del fin

El pasado 13 de junio se conmemoraron 100 años de las manifestaciones populares lideradas por maestras, maestros y estudiantes, en contra de los vejámenes, represión y acoso hacia los trabajadores y hacia la ciudadanía por parte del gobierno de los Tinoco. Ese día las manifestaciones culminaron con la quema del diario La Información, el periódico oficial de la dictadura.

El centenario de las luchas sociales que van a provocar la renuncia de Federico Tinoco y su salida del país el 19 de agosto, son de gran importancia en la articulación de los episodios más importantes de nuestra memoria política y social. Desde la insurrección de Rogelio Fernández Güell, un año antes, y, el posterior asesinato tanto de él como de sus compañeros, el 15 de marzo de 1918, el aumento de la violencia contra opositores, rebeldes y críticos de sus políticas represivas y económicas, fue en ascenso.

Revolucionarios del Sapoá

La oposición va organizarse desde Panamá primero, y, posteriormente en Nicaragua donde son apoyados por amigos políticos con armas y soldados. Con la consigna de la proclama del Sapoá como bandera, incursionan militarmente y con poco éxito, desde la frontera. Se recuerdan entre otras, la batalla del Jobo, hacienda tomada por los gobiernistas, en la que mueren cientos de hombres, la batalla del Ariete, en la que muere, Marcelino García Flamenco, maestro salvadoreño que denunció un año antes los asesinatos de Rogelio Fernández Güell, Jeremías Garbanzo, Joaquín Porras, Ricardo Rivera y Carlos Sancho.

Cien años después

La memoria popular se disemina y olvida en leyendas urbanas, de una ciudad como San José, que ha sido expropiada de su contexto social y político, de esa memoria que guarda el paisaje urbano que ha podido sobrevivir a su ignominiosa destrucción. El edificio Metálico, casa de las principales escuelas primarias, el Parque Morazán, la Biblioteca Nacional, el Colegio Superior de Señoritas y el Liceo de Costa Rica, testigos de esa época, junto con la calle 9, llamada posteriormente Paseo de los Estudiantes, en honor a la gesta, guardan el deseo de una conciencia cívica que nos alcanza en el presente, para reconocernos como ciudadanos y ciudadanas activas, críticas y responsables en el conocimiento de nuestras luchas anteriores y nuestros retos del presente.

Recordamos, entre muchas, a las siguientes líderes del movimiento social, maestras como María Isabel Carvajal, Matilde Carranza, Ana Rosa Chacón, Ester de Merzerville, Lilia González, Anita Cantillano, Vitalia Madrigal, Ester Silva, Graciela Gutiérrez, Amparo López Calleja de Zeledón. Las acompañaron Patrocinio Arrieta, Napoleón Quesada, José Guerrero y otros maestros que junto a los del Liceo de Costa Rica, el Colegio de Señoritas, el Colegio Seminario, la Escuela Normal de Heredia y trabajadores en general, se van a convertir en la oposición civil y la tensión política de una ciudad que es abatida por el ejército, la policía y la cárcel.

Exposición 100 años de las luchas sociales contra Tinoco. El maestro Marcelino García Flamenco

La exposición que presenta la Biblioteca Nacional a partir del 25 de junio próximo, revive algunos de hechos olvidados por los costarricenses que, por falta de educación, desconocimiento, indiferencia o peor aún, porque se quisieron ocultar, no reflexionamos sobre el valor de estas luchas, que pueden parecer “incómodas” en el presente. Reconocer la potencia moral de aquellos ciudadanos y ciudadanas que se lanzaron a la calle, a pesar de las duras penas a las que se exponían es necesario. Repensar el pasado nos permite entender mejor el presente.

El cruel asesinato del maestro salvadoreño Marcelino García Flamenco (15/9/1888- 19/7/1919), no debe pasar inadvertido, por la lección de decencia y dignidad que representó este personaje ante los acontecimientos. Nació en San Esteban Catarina, en El Salvador, trabajó en El Salvador, Honduras, Panamá y Costa Rica. Conocido defensor de la educación laica. Testigo del asesinato del periodista Rogelio Fernández Güell y sus compañeros. Decide viajar a Panamá para denunciar en el periódico La Estrella de Panamá, los asesinatos del ejército tinoquista. Posteriormente, se une al grupo de resistencia y un año después, en un enfrentamiento en La Cruz, es asesinado.

La muerte del maestro se convierte en la puerta hacia el fin de la dictadura. El gobierno en estado de excepción, acorralado internacionalmente, por Estados Unidos y la crisis económica que había generado la I Guerra Mundial, no tenía rumbo. La presión civil en las ciudades crecía, atizada por malas decisiones hacendarias. La revuelta militar por parte de los revolucionarios en la zona norte, obligaba al gobierno a desviar fondos y soldados para combatirlos. La horrible muerte de este insigne maestro aumentó el ánimo de insurgencia contra la dictadura y no dudamos que la presión contra Federico Tinoco.

La tumba de García Flamenco y su monumento dice: “Dio su vida por las libertades de Costa Rica”. La memoria no es una lápida, es tener la conciencia del valor profundo que encierran estas palabras y la valentía de defenderlas. En sus honras fúnebres, Omar Dengo en un encendido discurso, “García Flamenco: el héroe de la justicia”, describe lo aciago y profundo de sus decisiones:

“Su resolución se impone a los obstáculos y montañas y, parte a través de las selvas hacia Panamá, llevando en el corazón el honor de los costarricense, La República. Lo que atravesó la selva, clamando Justicia era el alma de un pueblo en un vuelo audaz (…) la palabra de fuego convirtió al héroe en un símbolo. Hubo el llamamiento de gloria como cunado Santa María levantó la antorcha sublime”

En estas memorables palabras de Omar Dengo une a dos jóvenes que sacrifican sus vidas por el significado esencial de la vida; la libertad. Palabras dichas en el mes de abril de 1924 en el homenaje realizado en el parque Morazán

En la República de El Salvador se guarda la memoria viva de este maestro en escuelas, calles y un pueblo. La Universidad de El Salvador otorga el galardón “Marcelino García Flamenco” a poetas y ensayistas cada año.

Los personajes que actuaron en esta resistencia cívica fueron maestras, maestros, escritores, periodistas, estudiantes, gente común. Luchan contra un régimen en el que el que el ejército y la policía fue el brazo de la violencia institucional dirigida por Joaquín y Federico Tinoco Granados, en sus calidades de ministro de Guerra y presidente electo, junto con políticos corruptos y serviles que no tuvieron mayor sanción.

Esta conmemoración debe servir para reivindicar a todas aquellas víctimas del régimen, que no tuvieron justicia ni resarcimiento de lo sufrido. Ante la impunidad, el no olvido de los hechos históricos y su denuncia, se busca que no se vuelva a repetir.

La democracia sin justicia no existe. Nuestra identidad se conforma con una memoria colectiva viva, donde mujeres y hombres son las partes del compromiso por una sociedad más democrática y responsable por los derechos humanos.

(*) Macarena Barahona Riera y Carolina Mora Chinchilla, Investigadoras de la Universidad de Costa Rica

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1 COMENTARIO

  1. La memoria de este ciudadano ejemplar, que como dicen las historiadoras Barahona y Mora, brilló no sólo en su natal El Salvador, sino también en Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá permanece casi en el olvido en este país, donde la falta de memoria histórica nos ha convertido en un pueblo sin raíces, lo que contrasta con el reconocimiento de su natal El Salvador donde se ofrece ese premio con su nombre. A cien años de los acontecimientos de la revolución del Sapoá, donde es horriblemente asesinado Marcelino García Flamenco, no puedo dejar de recordar lo que decía el escritor y ensayista Mario Sancho, quien en sus “Memorias”, uno de los primeros libros que editó la naciente Editorial Costa Rica, durante la década de los sesenta, al recordar a su hermano Carlos Sancho, asesinado por aquella dictadura junto a Rogelio Fernández Güell y otros compañeros, relata (Mario Sancho) la manera en la que el gobierno de Julio Acosta García(1920-1924), quién sucedió a Arturo Volio en la jefatura de las fuerzas revolucionarias, al fallecer este último en Managua, en 1919, traicionó desde el Poder Ejecutivo el espíritu revolucionario de los hombres y mujeres de aquella generación heroica. Convendría echarla una mirada a esas páginas de Mario Sancho, las que en mi opinión resultan desmitificadoras.

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