jueves 30, marzo 2023
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Cuento de Frank Ruffino: Para conjurar el mal de ojo

Este lunes ha ocurrido… Se ha quebrado casi entre las manos mientras me afeitaba. Cayó al tratar de encajarlo yo en un clavito a fin de situarlo a la altura de mi rostro.

Es un pequeño rectángulo poco más grande que mi cabeza, de marco amarillo, un objeto chino de ínfimo valor, pero el hecho es que rajado, dicen, atrae el mal de ojo, aunque cueste un dólar o cien.

Al instante del ominoso traspié me colmé de aprensión y comencé a urdir funestos cálculos sobre toda la variedad de desgracias que podría padecer con la ocurrencia de este horrible suceso.

Pensando en los siete años de mala suerte a partir de este siniestro, interrumpí el acto, me lavé las manos agradeciendo a la Divina Providencia al menos saliera ileso sin la más mínima cortadura. Sin embargo, contrario a todo maleficio, a diez minutos de hacerse la cosa trizas me está yendo muy bien. Y lo digo porque hace sólo un momento escuché el ruido de una motocicleta harto conocida transitando la única vía del residencial Los culos solos.

Fui al salón y a través del translúcido ventanal pude constatar el tipejo pasaba de largo, el pinche acreedor de Almacenes Blanquita, más molesta esta usurera vieja comercial que un millar de moscas juntas alrededor de una mierda. Algo lo desconcertó, de seguro este incidente, concentrándose en otra presa más gorda en qué hincar su fastidioso colmillo.

Luego, al siguiente día, fecha del corte del servicio eléctrico y de agua, las hienas de las compañías Helado de Crema y Fugas de Agua ni se asomaron por el barrio. Así el poco dinero que había reunido con gran esfuerzo para cubrir esos odiosos rubros los empleé en la compra de algo real, el alimento del día a día.

Lo mismo sucedió el viernes con los repugnantes seres del cable y el internet, del dúo de firmas Figo y Clarita, pues dejaron de molestarme y pasaron por alto el cobro de este mes, y no cortaron, evento muy desconcertante e inusual: un milagro moderno con todas las de la ley, por decirlo de alguna manera jocosa, digno de ser abordado por las autoridades del Vaticano e iniciar el largo y engorroso proceso para mi santificación, pruebas y testigos tengo.

San Macario. Suena bien.

Pero volviendo al punto, literalmente, de quiebre, lo cierto es que no puedo quejarme: este objeto de los reflejos, artículo predilecto de los Narcisos de ayer y de hoy, o lo que queda de él pegado a la pared del cuarto de baño, atrae la buena suerte, siete años de buena suerte contrario al mito y sugestión popular.

Eso porque lo he constatado, y a las pruebas anteriores me remito. No practiquen en casa quebrar uno adrede, esto sólo es posible de acuerdo con una feliz conjunción de astros que en ese preciso segundo se confabularon creando esta magia jamás vista. En todo caso, si se atreven, pues que cueste ese artículo unos pocos céntimos y sea manufacturado en China, preferiblemente de marco o bordes amarillos con el fin de potenciar sus misteriosos e hipnóticos efectos sobre las compañías de telecomunicaciones y venta de aparatos electrónicos y de uso para el hogar.

Ya con la lámina reflectora en nuestro poder, pertinente visitar a su astrólogo de cabecera para estudiar el momento idóneo de propinarle un martillazo o sólo hacer como que lo dejamos caer accidentalmente, deslizándolo por un costado de la cintura hacia el justiciero suelo.

La realidad, es que los architecnológicos habitantes de este país no saben nada de la tierra bajo sus pies, menos del juego dinámico de los astros: viven flotantes en el tranquilón reino de Innombrable, saqueados por un grupúsculo de castas, tan efectivo, que hasta observadores de la India han venido a estudiarlos con el fiel objetivo de instalar un sistema igual o parecido allá. Por tal motivo en mi caserío no existen problemas de consciencia por no cancelar las deudas adquiridas bajos condiciones de crédito muy desfavorables, por no decir criminales. Y es que apenas nos alcanza para comer.

Con espejos rotos o no, aquí en Los culos solos la vida seguirá igual, sin inmutamos que allá afuera suelan mirarnos con recelo, uno de los tantos variopintos barrios construidos por este Gobierno benefactor, pues en las doscientas ochenta casas dispuestas a lo largo de él, habitan mujeres divorciadas, solteronas, golfos drogatas de toda urdimbre social, unas pocas viudas y alguno que otro extranjero solterón nicaragüense, como es mi caso, Macario Salmerón, servidor de todos ustedes.

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‘Para conjurar el mal de ojo’ es un relato parte del primer libro de cuentos “Los perros también soñamos” que espera ver la luz en pocas semanas. La obra exhibe una selección de 20 cuentos de un total de 78 piezas escritas por el autor en 2018 y lo que va del 2019.

Diario Digital Nuestro País ha publicado aquí otros relatos de esta interesante y auténtica obra inédita que ya esperan los lectores ver en sus manos (libro ya en proceso de impresión): “Loco a la carta”, “Un blanco amanecer”, “Otra especie de filantropía”, “El lector aparecido”, “Triste historia de un viejo anticomunista cubano”, “Desaparecer a Rocky”, “La sentencia”, “Juego sucio” y hace unos días el inquietante relato “Bacterial”.

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