viernes 29, marzo 2024
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¡Viva la wiphala, carajo!

He pensado cada letra de lo que aquí voy a decir. Mucho. Un hilo amargo que hiere mi garganta me traspasa y debo hablar, usar la palabra para abogar por la justicia, será porque en mi sangre llevo por los cuatro costados sangre Chorotega, de Nicarao y de Diriangén . ¡Qué bueno que las llevo en la sangre y en los huesos!

Me ha sido insoportable saber de los vejámenes y humillaciones a los que han sido sometidos los pueblos indígenas que viven en el Estado Plurinacional de Bolivia y que han salido a las calles, como estrellas en el cielo, refulgentes de dignidad, a defenderse de tanta inimaginable desvergüenza y criminal infamia.  No me voy a callar y voy a decir las cosas como son. 

No se trata de justificar o defender a Evo Morales; no, de ninguna manera, porque el tema es otro. Otorgo que Evo fuera responsable de un fraude, de una elección trucha, y que fuera cierto endilgarle todos los males de la Tierra habidos y por haber, aun así -si ello se aceptara sin matices- me pregunto si tanta represión, si tanta humillación y si tanto crimen en contra de la población indígena es merecida.  Por supuesto que no, ningún ser humano merece ser tratado como si fuera ganado, arreado y listo para ser sacrificado en un matadero. 

Lo voy a decir despacio, deliberadamente, repitiendo el sonido de cada letra: ahora en Bolivia no solamente hay una DICTADURA, sino que el actual y espurio régimen de facto es una TIRANÍA que debe ser extirpada de la faz de la Pachamama.   

No me cabe la menor duda. Nos asiste el deber de decirlo sonoramente y con mayúscula para que lo oigan hasta las piedras y hacerlas sentir conmovidas y furiosas, porque ciertamente un sector indígena no forzó una protesta legítima para recibir biblia y bala, escarnio y muerte, traición y mentiras. 

No nos hagamos los ciegos. Lo que sufre recibe el pueblo humilde y combativo que ahora mismo se descoloniza nuevamente, es el odio visceral de sus supuestos «salvadores» que hoy tienen sus manos manchadas con crímenes de lesa humanidad frente a los cuales el silencio no cabe ni debe ser cómplice. Sin titubeos hay que decirlo así y denunciarlo así y, sobre todo, sentirlo así hasta que nuestro pulmón se ensanche como el infinito en el firmamento. 

¿Cómo explicar que los terroristas comandados por Camacho tuvieran chantajeados y atemorizados a los parlamentarios del MAS para obligarlos a temer por sus vidas, a esconderse, a hacer renuncias forzadas y sobre ellas montar el macabro circo de elegir a una  señora fanática y racista -que se cree dama feudal- como jefa de «algo» que se llama crimen y tiranía? 

El parlamento -parece no saberlo esta cipaya- es la expresión de la soberanía del pueblo, órgano a quien tocaba y aún toca  conocer de la renuncia de Morales y conocer de su posible sustituto; pero para ello se necesitaba de quórum y de votos que no los hubo. Y ahora, que los diputados del MAS han logrado sesionar, los legisladores cómplices de tanta matráfula no lo quieren hacer incapaces de sonrojarse.  ¡Impostores es lo que son! Se prestaron y se prestan todavía a hacer letra muerta lo que la Constitución Política obliga a cumplir. 

La tirana Jeanina Añez (que me niego a calificar porque sería inmundo llamarla presidenta) llegó con la Biblia al palacio de gobierno, sin duda,  pero llegó sin Dios y sin un ápice de compasión. Pero la verdad es que ella no es la jefa de la banda delincuencial que mantiene secuestrado al pueblo boliviano. Quienes la azuzan  a hacer obscenidades entre lodazales de odio, son los oligarcas y militares cuyo propósito es obvio para el que quiera entender: desmantelar la esencia diversa y progresista del Estado Plurinacional de Bolivia y reconstituir con odio el viejo orden colonialista de otrora en su versión contemporánea.  

Quieren los golpistas poner al indio en su lugar, con las oligárquicas nostalgias de verlo agachado, amarrado, rendido, lloriqueando ante los poderosos señores de la élite cruceña que quiere adueñarse directamente de la industria extractivista, y volver a enseñorearse como  raza superior. 

Ello es,  verdaderamente, la causa detrás del golpe de Estado; lo del fraude electoral fue la excusa, la oportunidad, que tuvo la oligarquía fascista para hacerse del poder con la compra en dólares de militares,  prensa, jueces e indígenas traidores, y con la insalubre complicidad del filibustero de Luis Almagro, personaje impresentable, quien sigue demostrando que la OEA debiera estar clausurada.  

El cerco mediático es horrible. Sobre la prensa extranjera pende la espada de Damocles; han quedado advertidos todos los reporteros que pueden ser acusados del delito de sedición por informar. La autocensura se volvió hasta una necesidad hasta para sobrevivir físicamente. El miedo es moneda común y las libertades han sido conculcadas.

Y todavía  hay más podredumbre. La sinvergüenza de Añez firmó un «decreto ejecutivo» para liberar de toda responsabilidad penal a soldados y policías en su enfrentamiento con el pueblo; o sea, la gorilada tiene permiso para cazar, vejar y matar indios. Puedo decir más pero no quiero extenderme por lo urgente que es la solidaridad. Ni me voy a referir a las simpatías de alfombra de Fabricio Alvarado hacia la golpista. Solo diré que Costa Rica peligra. 

Nos toca a nosotros, los ticos, pedirle a nuestro Presidente que desconozca toda legitimidad del mal nacido régimen dictatorial, contribuir a romper el cerco mediático, marchar por las calles de San José o donde se quiera, porque la indiferencia nos haría malos hijos de esa América india y profunda. 

¡Viva la wiphala, carajo!

¡Viva la libertad!

¡Viva  la revolución social!

¡Viva Túpac Katari!

(*) Allen Pérez es Abogado

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6 COMENTARIOS

  1. Excelente descripción de lo que acontece en Bolivia y en esta America Latina nuestra y sufrida que a pesar de la ignominia del poder imperial y sus lacayos seguirá reclamando victorias. Viva la Wiphala carajo!

  2. Palabras certeras las tuyas, no exentas de una belleza poética que siempre ha sido una característica tuya, como en cascadas de imágenes, y matizando entre la dureza de la situación y los sueños libertarios, fuiste deslizando el texto la inmensidad de un pueblo que sentimos también el nuestro, el pueblo originario cuya wihpala es todo un símbolo de libertad que siempre han levantado con orgullo no sólo los collas aymaras y quechuas de las tierras altas, sino también los pueblos tupiguaraníes del oriente, donde han sido amedrentados por una élite mestiza y racista hasta los tuétanos como la de Santa Cruz. Supiste dar el clavo, tenemos que defender la democracia, con toda su simbolización y su sentido más profundo, no más usurpación del poder, no a la tiranía y a las pretensiones genocidas de unas gentes que asaltaron el poder, haciendo un uso indebido de la Biblia, algo así como apostasía infame de viejas tradiciones humanistas del cristianismo que ellos han venido pisoteando, día a día. Gracias Allen.

  3. Buen comentario; bien enfocado a lo interno de Bolivia; pero los artíficies de todo este plan, tienen cómplices en su mayoría externos; «Almagro» es solo un rastrero peonsito de toda esta patraña, que se viene tejiendo desde hace tiempo. Es bien sabido que Bolivia tiene una de la mayores reservas de «litio» en el mundo, el cual sirve para la elaboración de baterías entre otras cosas, en días atrás leía en algunos informativos el convenio entre China y Bolivia para la fabricación de autos eléctricos, y eso es algo que aborrecen las grandes petroleras. Es cieto que la reelección fué un error por parte de Evo Morales, pero de todas maneras Evo, a pesar de haber hecho para el pueblo boliviano muchas cosas buenas, ya no la tenía fácil ante esta mafia rabiosa que conforman hoy ese estado de tiranía, que algunos reconocen como democrácia.

  4. Muy sentido comentario, denunciando y más que eso sintiendo en carne propia todo el oprobio al que somete en estos días la dictadura que se ha usurpado el poder impunemente en Bolivia. En cuanto a nuestro «presidente» indudablemente como buen cipayo, pronto reconocerá a esa vieja canalla de Añez, el hombrecito este es especialista en recibir órdenes del norte y cumplirlas sin chistar.

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