San Salvador, 11 dic (Sputnik). – El conflicto armado que desangró El Salvador entre 1980 y 1992 tuvo, empero, un efecto positivo para los bosques de esta nación centroamericana, que resurgieron con el desplazamiento forzado de la población civil, relató a Sputnik la experta ambiental Ileana Gómez.
«Si bien la guerra jamás será algo positivo, lo cierto es que los bosques del norte salvadoreño se recuperaron debido a la falta de explotación y a la huida de la población», explicó a esta agencia Gómez, directora del proyecto ambientalista Prisma, de este país.
El fenómeno se dio particularmente en los norteños departamentos de Chalatenango y Cabañas, donde muchos habitantes se fueron a Honduras, escapando de la estrategia de «tierra arrasada» desplegada por la Fuerza Armada para impedir todo posible apoyo de la población a las fuerzas guerrilleras.
Aquella retirada del campesinado inhibió la agricultura en los territorios en conflicto, los cuales estuvieron ociosos por casi dos décadas y fueron cubiertos por la masa forestal, agregó Gómez.
A su vez, la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) usó como fortaleza el follaje de los árboles y el intrincado relieve de la montaña, y contribuyó a reducir las agresivas plantaciones de algodón, fuente de contaminación por el uso de abonos químicos.
El segundo gobierno del FMLN (2014-2019) desarrolló una serie de políticas ambientales que sacaron al país de entre los 10 más vulnerables a los efectos del cambio climático, y entre las iniciativas destacó un plan de reforestación conocido como Plantatón.
Además, en 2017 fue aprobada una ley que prohíbe la minería metálica en el país y diversas fuerzas de izquierda y movimientos sociales y ecologistas impulsan una ley general de agua que consagre el acceso al recurso hídrico como un derecho humano.