sábado 20, abril 2024
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Grandes problemas, grandes soluciones. ParteIII Final

El pensamiento filosófico esencial del bien común, movió en el pasado a sociedades más pequeñas y rurales, para caminar juntos hacia adelante.

En Costa Rica tuvimos una sociedad rural desde la colonia hasta mediados del siglos XIX, cuando nuestros flamantes criollos se enriquecen y se hacen con el poder político: el dinero y el poder pasa de manos de los españoles a manos de los criollos que se hacen dueños de tierras, vidas y haciendas, amparados en un mamarracho de constitución y en hombros de los sargentones.

Ver: Grandes problemas, grandes soluciones. Parte I

Ver: Grandes problemas, grandes soluciones. Parte II

Cuando aparecen hombres de talla humana como don Braulio y el doctor Castro Madriz, los nuevos amos Del Valle se los traen abajo, en un vehemente deseo de poder y riqueza.

Aquí nunca tuvimos una clase que produjera estadistas: produjimos dueños de vidas y haciendas, nada más, personajes que negaron a los costarricenses hasta el voto, si no poseían bienes, el pobre sólo existía en cuanto mano de obra barata, incluso Ricardo Jiménez (un oligarca) negó el ingreso de los negros a Calle Central mediante decreto en 1928, para evitar el oscurecimiento de la piel.

No sería sino hasta los años cuarenta, gracias a la alianza entre los EEUU y Rusia, nació la vida de las garantías sociales, de manos de Monseñor Sanabria, Manuel Mora y el doctor Rafael Ángel Calderon Guardia.

El cambio de manos a raíz de los hechos del año 1948, gracias a que José Figueres Ferrer era hijo de inmigrantes catalanes y no le importaron jamás los oligarcas con olor a barro, se creó una clase social más costarricense, más realista, a pesar del “gran club unión”, verdadera guarida de la clase oligárquica enemiga de los beneficios de todos a cambio del bien de unos pocos, por suerte las pocas veces que obtuvieron el poder después del año 1950, fue negociado y enfrentado por una fiera oposición de intelectuales, encabezados por Figueres Ferrer. Éste disolvió inteligentemente el ejército, porque sabía que esos “sargentones” eran lacayos de la oligarquía. Muerto el perro: se acabó la rabia.

Un infiltrado trató y casi consigue la reconquista del poder para la antigua oligarquía, llegó con “nadadito de perro”, pero dichosamente el costarricense encarnado en el poder popular se trajo abajo sus sueños.

Hoy, sin duda, tenemos una democracia mucho más sólida en Costa Rica y totalmente pluralista.

Ahora bien, en estos momentos es cuando más necesitamos introducir una gran modernización de la República, para que no exista nunca más un marcha atrás.

Únicamente al amparo de una revitalización de la sociedad pluralista podemos echar a andar el tren de la historia, incorporando en el desarrollo económico a grandes capitales del exterior, que no buscan más que la ganancia económica y no el poder político.

Nuestro país tiene la capacidad de salir adelante, tiene la pasta que es el costarricense, los que no conocemos ni aceptamos las diferencias sociales, porque tenemos setenta y cinco años de haberlas erradicado.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico

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