martes 16, abril 2024
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El paradojal destino de la sociología contemporánea (III)

Eugenio Rodríguez Vega, in memoriam.

Tercera parte.

“Como mi conversión a la sociología había comenzado con el estudio del marxismo, pensé incluso en realizar, valiéndome de un método marxista, una investigación sobre la posteridad política e intelectual de Marx. Hubiera explicado el marxismo de la Segunda Internacional, y la socialdemocracia ante todo, relacionándolos con el contexto socioeconómico y simultáneamente hubiera mostrado la influencia que tuvo, sobre la conducción de la socialdemocracia, la interpretación dada al pensamiento de Marx por Friedrich Engels y Karl Kautsky. Abandoné rápidamente este proyecto a causa del desaliento que me producía la literatura marxista, en especial la anterior a 1924” Raymond Aron Memoires,  Juillard, 1983, p 66.

La tendencia a  considerar a priori a la sociología, como una mera parte de la tradición revolucionaria marxista, socialista o comunista, es tan vieja como equívoca en lo esencial, sobre todo cuando se hacen afirmaciones gratuitas de que son (o fueron) los sociólogos presuntamente marxistas los que habrían inventado la lucha de clases, cuando en realidad no pasan de ser aseveraciones manidas, de segunda o tercera mano, pues ya en vida de Karl Marx (1818-1883) llegó a atribuírsele semejante invención al autor del Manifiesto Comunista de 1848, quien alguna vez llegó a decir que él no era marxista (según su gran amigo Federico Engels, coautor también del célebre manifiesto comunista), un pensador y activista político que de ninguna manera se consideró sociólogo, y tenía una cierta aversión a la física social(después sociología), formulada bajo el nombre de sociología por  primera vez, por Augusto Comte, en la lección 47 del Curso de Filosofía Positiva. Sin embargo, después de la publicación del libro “Comunidad y Sociedad” del sociólogo alemán Ferdinand Tönnies(1855-1936), en 1887, que tuvo mucha acogida en algunos medios selectos, habiendo expresado un período en el que la sociología comenzó tomar un espacio importante en la vida política y académica de la Alemania Guillermina o Segundo Reich, durante los últimos años del siglo XIX, aquello fue un momento específico en que se exteriorizó una tendencia a asociarla con la agitación socialista y la lucha de clases, presentes de manera significativa en esa coyuntura histórica; lo mismo podría decirse de aquella visión prevaleciente en otros medios políticos y culturales que la vinculaban más bien a las posturas conservadoras, tendientes a la perpetuación del orden social existente, entre ellas la del propio Marx y otros pensadores de las distintas corrientes del socialismo decimonónico. Si después surgió una sociología digamos que marxista o marxiana, puede afirmarse que fue una elaboración surgida durante la primera mitad del siglo XX, entre los discípulos y pensadores que se reclamaban herederos de la obra del filósofo y economista de Tréveris. Fue así como la sociología, desde sus mismos orígenes y desde distintas vertientes de pensamiento, estaba bajo la sospecha de ser subversiva o por el contrario, de apuntalar el orden social surgido en la Europa postrevolución francesa, a lo que se une el dilema epistémico de no poder separar al sujeto del objeto de estudio o de conocimiento, como tampoco su sujeción (del sujeto, en tanto objeto de estudio) a los experimentos de laboratorio en estricto sentido, los que podrían tener graves consecuencias en el plano de lo ético.

Si bien Karl Marx nunca se asumió como sociólogo, y más bien veía con recelo a esa creatura comtiana surgida del árido océano de páginas del autor del “Curso de Filosofía Positiva” que, de diversas maneras se dio a conocer en su tiempo histórico, resulta innegable que el aparato conceptual y muchas de las categorías del pensamiento económico y filosófico marxiano dieron un significativo aporte al corpus y a la formulación para la elaboración y discusión sociológica de algunos los grandes problemas o temas de la convivencia social humana a los que la sociología, asumida como una novísima ciencia social, intentó responder o abarcar: el tema de la existencia de las clases sociales y su especificidad, el conflicto social y sus alcances, la cultura en general, la llamada “cultura culta”, la cultura organizacional vista tanto en términos micro como macrosociales, yendo desde lo más simple hasta lo más complejo y estructurado, la reproducción social en término de los valores y creencias compartidas, el conocimiento y sus ligámenes con el conjunto de la vida social, los acelerados procesos de urbanización, la industrialización y sus demoledoras dinámicas sociales y ambientales, los procesos de modernización en las sociedades tradicionales, la dialéctica entre el individuo y la sociedad o entre lo comunal y lo societal (v.g.r Ferdinand Tönnies), las percepciones diferenciadas del espacio (extensión, para el sociólogo ruso-francés Georges Gurvitch) y el tiempo históricos, la estructura social en general y los diversos sistemas sociales, a lo largo de la historia de las llamadas civilizaciones, etc.

Los problemas no sólo de orden epistemológico, sino incluso de orden social y político, para el surgimiento de una “sociología marxista” como un tema que dio lugar a una larga controversia durante casi todo el siglo XX, se acentuaron a partir de 1917 con el ascenso de los bolcheviques al poder, dando lugar al surgimiento de la Rusia Soviética y a la ruptura entre los así llamados “comunistas” o marxistas revolucionarios con los socialdemócratas o socialistas, que siguiendo a  Federico Engels y a Karl Kautsky y otros pensadores que se reclamaban “marxistas”, durante las décadas que siguieron al fallecimiento de Karl Marx, pero que habían devenido hacia posiciones más conciliadoras y evolucionistas con respecto al capitalismo imperante. Estos pensadores y otros más, con diversos matices habían dado lugar a un primer marxismo, muy orientado hacia la búsqueda de leyes invariables de la vida social, a la manera de la física social y del positivismo en sus primeras manifestaciones. De ahí su tendencia hacia el revisionismo histórico de las premisas revolucionarias del pensamiento de Marx y la tendencia a explicar la evolución del capitalismo de finales del siglo XX y en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, un período al que se ha conocido bajo el nombre de la “Belle Epoque”, a partir de ciertas leyes que terminarían por transformarlo gradualmente y dar así lugar al surgimiento de sociedades poscapitalistas, ya no era preciso llegar a una dramática ruptura revolucionaria, un pensamiento que prevaleció en la Socialdemocracia Alemana(SPD), el partido obrero socialista más importante de las primeras décadas del siglo XX. De ahí su rechazo a la revolución alemana de 1919 y su participación la liquidación de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y demás líderes de la ala izquierda espartaquista del SPD.

El hecho de la conversión del marxismo en una ideología o religión de Estado, por parte del régimen bolchevique, dio lugar a una petrificación de las posturas marxistas o marxianas de un buen número de pensadores, dando lugar a la elaboración de un corpus doctrinal y una ortodoxia siempre acorde a las necesidades del nuevo régimen. Quedaban por fuera las posturas de aquellos marxistas, marxianos y marxólogos que siguieron haciendo sus elaboraciones teóricas y sus investigaciones fuera de los cánones de lo que Herbert Marcuse llamó EL MARXISMO SOVIÉTICO Alianza Editorial 1958), como un caso particular de un pensamiento económico y filosófico como el de Marx, convertido de ahí en adelante, en una doctrina o idelogía del estado-partido soviético.

Para algunos pensadores franceses tan importantes como Raymond Aron (1905-1983) (vgr EL MARXISMO DE MARX Siglo XXI Editores Madrid 2010) estos problemas quedaron planteados por las circunstancias mismas en las que K. Marx produjo su obra, siempre cercado por inmensas dificultades materiales que le impidieron terminar su CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA, su obra de madurez que para Aron lo revelan como un economista político seguidor crítico de las teorías del inglés David Ricardo, en temas como la producción del valor y la riqueza social. Para Raymond Aron la obra del joven Marx, de la que éste prefirió prescindir en su etapa madura, lo revela como un filósofo hegeliano que pensaba en voz alta buscando resolver algunos problemas planteados en ese ámbito, sobre los que no volvió posteriormente.

Toda esta situación dio lugar a la elaboración de una serie de posiciones muy polémicas, incluso cuando aún no se conocían las obras más importantes de la juventud de Marx, tales como los “Manuscritos Económico Filosóficos” de 1844 y “La Ideología Alemana” de 1845, del cual dijo el autor que lo dejaba a la crítica devoradora de los ratones.

La polémica entre los seguidores del viejo y el joven Marx se hizo aguda durante los años treinta, después de que esas obras fueron publicadas, por primera vez. En ella tomaron parte autores como el húngaro George Lukács con su obra temprana “Ideología y Conciencia de Clase”, de 1924, como también el grupo de la  llamada Escuela de Frankfurt y la corriente historiográfica del marxismo occidental.

Volviendo al tema de las posibilidades de una sociología marxista, puede afirmarse que estas fueron bastante precarias en la antigua Unión Soviética y en los países del Este europeo, especialmente por el hecho de que dentro del marxismo oficial se suponía que en esas sociedades no existiría la diferenciación de clases y los trabajadores habrían llegado al poder, cosa que desde luego jamás fue así, dentro de aquel régimen de capitalismo de Estado, que imperó en esas sociedades, lo anterior no quiere decir que no se cultivó la sociología en los llamados países socialistas, donde se registró una importante producción de obras sobre diversos temas de interés dentro de esta disciplina. Volveremos sobre el tema en una próxima entrega, dada su complejidad y las dificultades para su abordaje dentro de un trabajo de esta naturaleza, sin pretensiones de imponer posturas canónicas de ninguna especie, sino plantear algunos problemas para el desenvolvimiento de la sociología contemporánea, siempre bajo la sospecha de los poderes fácticos, de aquí y de allá.

(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor.

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