martes 12, noviembre 2024
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Piel de mujer

“El día que una mujer pueda no amar con 

su debilidad sino con su fuerza, no escapar

de sí misma sino encontrarse, no humillarse

sino afirmarse, ese día el amor será para 

ella, como para el hombre, fuente de vida y

no un peligro mortal”. 

Simone de Beauvoir. 

Socavar la construcción femenina que tanto ha dañado a las mujeres supone una pugna constante, que oscila entre el empoderamiento y la desolación absoluta. Basta encender el televisor o la radio, o navegar por las redes sociales para constatarlo, pues son múltiples los feminicidios en América Latina, que dan pie para cuestionar hasta qué punto las mujeres son consideradas seres humanos en este corrompido sistema de sociedad. Bajo tal panorama es que Andrea Mora, escritora y periodista costarricense, expone en los relatos que constituyen el libro Piel de mujer (2018), doce historias sobre la violencia de género, de forma cruda, irónica y contundente.

En estos relatos permea el silencio impune, la rabia contenida, la lágrima ajada y no por ello sincera, de esposas agredidas, niñas violadas, jóvenes a quienes el círculo de violencia les arrebató un futuro esperanzador, y sobre todo, el grito de auxilio de quienes siguen en constante lucha por sobrevivir de sus victimarios. Todo esto propugna un discurso de disidencia ante el imaginario nacional, el risible “Pura Vida”. De esta manera, la escritora realiza, a partir del testimonio y de datos estadísticos, una descripción sobre la hipocresía costarricense en cuanto a esta temática, y cómo dicha dinámica perpetúa la violencia de género en todas sus formas.

Por ejemplo, en el relato primero “Yo aborté”, la protagonista narra su experiencia al realizarse un aborto clandestino mediante el consumo de anticonceptivos; es decir, se deja claro la urgencia que posee su abordaje y el hecho de que el gobierno no le conceda tal importancia al tema: el aborto existe, siempre ha existido y debe considerarse un tema de salud pública. En “La ruta del abandono” muestra un perfil más realista y crudo de la violencia hacia la mujer en el contexto de mediados del siglo pasado, con lo cual se explica el porqué de las razones de una mujer para dejar a sus tres hijos y así sobrevivir de las manos de su esposo alcohólico y agresor. Por su parte, “Hay que hacerlo por ella” expone el abuso de un padre a su hija, la pasividad de su madre y abuela ante el suceso, y cómo dicho acto configura la repetición de abuso sexual hacia la joven. De ahí que la intención de esta sea alejar a su hija de dicha realidad.

Finalmente, en el epílogo “Princesa” se pretende romper con distintos estereotipos tradicionalmente femeninos, el más importante de ellos: destrozar la imagen cotidiana de la mujer sometida al hombre: “Por eso mi Princesa, eche pa’ su saco y en 20 años no se deje quemar ni por dogmas, ni por sociedades, ni por amor, sino quiérase y ámese porque no hay regalo que te podás dar que sea más grande que ese”. 

Por su temática y por su retórica, Piel de mujer marca decisivamente nuevos caminos y rupturas de la literatura femenina costarricense contemporánea.

(*) José Ángel Vargas Vargas, Profesor catedrático UCR.

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