viernes 19, abril 2024
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El patriarcado neoliberal prende fuego a China Kichá

En las hermosas montañas del Territorio indígena Cabecar de China Kichá, en la otra Costa Rica, arde el fuego que han provocado los terratenientes. Cultivos, casas, tierras sagradas arden;  ellos están quemando a Iriria, nuestra Madre Tierra.

Es la tierra que las mujeres indígenas, valientes y sabias, han recuperado. Ellas la defienden del despojo y la violencia ejercida por los terratenientes, machos furibundos que sudando odio  destruyen la vida.

El 24 de febrero, Jerhy Rivera, defensor del territorio indígena de Térraba, ubicado en el sur de Costa Rica,  fue asesinado. Varios balazos acabaron con él. Jerhy iba a  solidarizarse con  varias mujeres recuperadoras de tierras. Frente a ellas, fue asesinado.  Un par de días después, un Juzgado Penal, dejó en libertad al que disparó.

Los terratenientes, se envalentonaron y marcaron la ruta para continuar el asedio contra la población indígena y en especial contra aquellas mujeres indígenas que se reconocen como “las recuperadoras del territorio”.

Estos hombres han organizado verdaderos escuadrones de la muerte y del terror. Ejecutan actos violentos, coordinados. Son cofradías de machos violentos, aquellos que rebajados en su masculinidad patriarcal, racista clasista y colonial, necesitan demostrar que son parte de una hermandad que se cree tiene el derecho a decidir quien vive y quien muere.

Desde los tiempos inmemorables los territorios que pertenecen a las personas indígenas se han violentado e invadido. Esos territorios, al igual que los cuerpos de las mujeres, son y  siguen siendo,  territorios para  invadir, poseer y saquear. Porque la colonia sobre los cuerpos y territorios es un proceso que no ha terminado.

Primero fueron los europeos con la espada y la cruz, hoy son  los terratenientes blanqueados, con anisas de dólares. Siguen siendo apoyados por la Iglesia Católica, las iglesias evangelistas, la institucionalidad criolla que sirve a los blanqueados, a los ricos y poderosos. Un estado criollo, racista, que se vende a lo externo como defensor de los derechos humano.

La violencia contra el territorio indígena de China Kichá, es una manifestación de la violencia feminicida que se inscribe con letalidad en los cuerpos/territorios. De las mujeres recuperadoras casi no se habla, pero ellas están ahí de pie, valiente y coherentes. Resisten y  luchan contra la violencia feminicida. Ellas defienden  el derecho a  existir, resisten a saqueo y al extractivismo. Ellas luchan por el derecho a ser y están poniendo de frente su cuerpo para defender  la vida individual y la colectiva.

El sistema patriarcal, capitalista, racista y colonial está en guerra. Ellas las mujeres indígenas, con la fuerza y la sabiduría  de las ancestras, le hacen frente; poseen  la certeza de que nadie ni nada las va a doblegar.

A los “señoros” terratenientes del clasismo y el racismo los mueve el maldito sentimiento de superioridad patriarcal, de saberse blanqueados y cercanos al poder, el sentimiento de saberse con poder económico. Son ellos los hijos machos perfectos del patriarcado colonial neoliberal.

Quieren a los indígenas, jornaleros, peones, pacientes. Desean a las mujeres indígenas sumisas y a su servicio.  Al igual que los primeros colonizadores, quieren cuerpos en silencio y a disposición del amo.

Más de quinientos años después de la intrusión colonial europea, las indígenas siguen siendo cuerpos de bestias esclavas. Son vidas, cuerpos, que pueden destrozarse, ser aniquilados, porque en este escenario de muerte, sus vidas para el poder no son importantes. Son cuerpos/territorios que a pesar de que se aniquilen, no merecen lutos, ni lágrimas.

La violencia contra los cuerpos/territorios es una manifestación del patriarcado, capitalista, racista y colonial. El feminismo nos lleva a cuestionar y desafiar todo ese entramado de violencia, no por partes, sino en conjunto.

En el marco de la conmemoración del 8 de marzo, Día internacional de las Mujeres, debemos reconocer que el feminismo costarricense en su gran mayoría, es ajeno a las luchas de las mujeres indígenas. Las retóricas y luchas urbanas herederas del feminismo liberal, que enfatiza los derechos de la población LGTBI y del discurso de equidad de género y empoderamiento vaciados de transformación real, son las predominantes

El feminismo del 99% anticapitalista, antirracista y descolonial, debe sumar con valentía e ir junto a nuestras hermanas, reconocernos  en ellas y con ellas. El feminismo del 1% de la tele, la curul y el escritorio que pulula no fue y nunca será suficiente.

Antes de ser una centraca de vida precaria en España, no me cuestionaba tanto mi racismo, hoy todos los días me lo reviso, reconozco también mi deuda. Desde lejos, solo tengo la palabra.

Mi solidaridad para con las mujeres del pueblo de Térraba y Cábecar, con las mujeres indígenas que resisten y luchan. Para mis hermanas indígenas que, desde sus conocimientos y fuerzas ancestrales, tejen la lucha feminista con hilos rebeldes, de muchos colores  y de digna rabia.

Madrid, 8 de maro de 2020.

(*) Ana Marcela Montanaro, Jurista, feminista, especialista en derechos humanos, y activista social. Directora del Observatorio Ético Internacional-Madrid. (OBETI)

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3 COMENTARIOS

  1. Pesar y frustración es lo que siento, lo que sentimos, frente a hechos que con justicia valen la protesta airada. Me refiero a las incesantes violaciones a los derechos humanos de nuestros Pueblos Indígenas. El 24 de febrero último, Jerhy Rivera Rivera, dirigente indígena de la zona de Térraba, fue asesinado a causa de las legitimas luchas de su pueblo, casi un año después del salvaje homicidio de otro de sus consecuentes dirigentes: Sergio Rojas. ¡Ya no más! ¡Basta de tanta y abyecta impunidad a los terratenientes!

    Respetuosamente hay que llamarle la atención a don Carlos Alvarado Quesada, presidente de la República, para que ponga sobre su escritorio la cuestión indígena con el ribete de emergencia nacional. No debemos seguir alimentando la hipocresía de tener derechos humanos para la exportación y otros para consumo local. No podemos seguir señalando a otros países si somos ciegos en el nuestro. En Costa Rica hay ciudadanos de segunda categoría, arrinconados y discriminados.

    El etnocidio continuado de los Pueblos Indígenas, ya de muchos siglos, no se ha detenido y Costa Rica debe reparar ahora tanta doblez. Cuando digo “Costa Rica” me refiero a todos “nosotros”, y por “nosotros” entiéndase en este texto a los deudores históricos, a los habitantes de la tierra costarricense, que de generación en generación (siglo tras siglo) han transmitido las dos perversidades mayores heredadas de la colonia: el racismo y la exclusión económica-cultural de los Pueblos Indígenas

    La protección de los derechos de los Pueblos Indígenas son un fiasco. Son una mancha para el Estado y la sociedad costarricense. Si pudiera proponerle algo al Presidente sería que él decretara una emergencia nacional y convocara a una conversatorio nacional que involucre a toda la sociedad costarricense. Es un problema de todos. Violar los convenios internacionales sobre la materia es mancillar la Constitución Política y nuestra decencia. Dejemos de ser hipócritas. Que la sangre de Sergio Rojas y Jerhy Rivera no se hayan derramado en vano. Que a la justicia sean llevados los criminales y se frene en seco la arremetida de los terratenientes.

  2. Con todo respeto doña Ana, qué pereza cuando todo lo ven desde la perspectiva hombres contra mujeres, hombres conquistadores contra mujeres recuperadoras, patriarcado contra feminismo, para después decir que «El feminismo nos lleva a cuestionar y desafiar todo ese entramado de violencia, no por partes, sino en conjunto».

    Yo también cuestiono y me opongo a la violencia contra los inocentes, y ahí los inocentes son familias completas, más que sólo hombres, sólo mujeres ó solo niños, son humanos siendo agredidos por otros humanos, hombres y mujeres movidos por codicia, avaricia y racismo agrediendo otros humanos que sólo quieren paz en su hogar.

    Esa perspectiva de hombre = malo, mujer = bueno, es divisoria y ha servido para convertir ese movimiento en una religión más, donde muchos que se ponen la etiqueta de feminista se sienten superior moralmente a quien escogió otra etiqueta para definirse, o quien no necesita etiquetas para ser, y muchos miembros del movimiento están ahí más por pertenecer a un grupo, por sentirse parte de algo superior, que por un verdadero interés en la igualdad de todos los humanos sin distinción.

  3. No más feminismo liberal, ese que cree que es una moda, o se denominan «brujas» sin tener conciencia que muchos indígenas viven con miedo de ser acusados por brujería. Que piensan que es fenomenal, cuando serlo es motivo de persecusión o se apropian denominándose «tribu». Ese feminismo que confunde la lucha LGBT creyendo que es la misma de las mujeres. Que piensan que tener amigos gays que critiquen el físico de otras mujeres es gracioso y que ellos nunca podrían ser machistas solo por ser gays. Ese movimiento donde las «bisexuales» ven a los hombres para algo serio, pero otras mujeres son para divertirse. El de las marcas, que todo lo vende como empoderante. El que cree que ser mujer es la idea que el capitalismo creó como género femenino y del que muchas, son victimas de complejos que el consumismo logra crearles.
    El neoliberalismo es capaz de filtrarse en cualquier lucha social con tal de obtener un beneficio.

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