Madrid, 8 mar (Sputnik). – Cerca de 3.000 personas fueron fusiladas en el cementerio del este de Madrid entre 1939 y 1944, justo al término de la Guerra Civil, en los primeros años de la dictadura de Francisco Franco.
En las tapias de la necrópolis fueron fusiladas 80 mujeres, un número que en proporción a los hombres puede parecer pequeño, pero que las plataformas memorialistas se empeñan en tener presente como recordatorio de los 40 años de opresión sistemática contra la mujer que supuso la dictadura.
En la víspera del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, activistas por la memoria histórica y contra la impunidad del franquismo se reunieron frente a esas tapias para recordar, uno a uno, los nombres de las 80 asesinadas.
«Pilar Bueno Ibáñez, 26 años, asesinada por el franquismo el 5 de agosto de 1939. Genara Calle Martínez, 34 años, asesinada por el franquismo el 10 de octubre de 1939…», proclaman las participantes en el acto hasta completar la lista, una tarea que lleva más de diez minutos.
En algunos momentos la lectura del listado se interrumpe para recitar las cartas escritas por las represaliadas en sus últimos momentos de vida.
Una de esas cartas de despedida es la de Julia Conesa, 19 años, asesinada por el franquismo el 5 de agosto de 1939, fecha en la que fueron fusiladas trece mujeres –la mitad de ellas integrantes de las Juventudes Socialistas Unificadas– que pasaron a la historia como «las 13 rosas».
«Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Que ni tú ni mis compañeras lloréis, que mi nombre no se borre de la historia», reza la carta.
Pese a que a que ya pasaron 80 años desde el fusilamiento de las 13 rosas, la lucha por conseguir que su nombre no se borre de la historia está más viva que nunca, ya que el actual alcalde de Madrid, el conservador José Luis Martínez Almeida, ordenó el pasado mes de noviembre retirar del cementerio unas láminas con los nombres de las personas fusiladas entre 1939 y 1944.
«Tras el golpe de Estado hubo muchas mujeres represaliadas, presas y ejecutadas. Mujeres que sufrieron todo tipo de coacciones morales, humillaciones, vejaciones, amenazas, violaciones, rapados de cabeza, robos de bebé (…) Tras 80 años de silencio, la colocación de placas conmemorativas son una forma de denunciar la represión que sufrieron y denunciar a sus verdugos», reza un manifiesto leído por activistas la Plataforma en Defensa del Memorial del Este al término del acto de homenaje.
La encargada de leer el manifiesto, Paz Romero, explica en una conversación con Sputnik que, en el marco de las movilizaciones por el 8-M, se hace necesario recordar el sufrimiento de las mujeres bajo el franquismo porque incluso entre los memorialistas su dolor tiende a ser invisibilizado.
«La mujer fue la gran silenciada. Por ejemplo, siempre se habla del trabajo esclavo de los hombres, pero no del que hicieron las mujeres, a quienes la dictadura obligó a limpiar iglesias o servir gratis en las casas de los señoritos», apunta.
Asimismo, Romero recuerda que, aunque cuantitativamente no se puede comparar el número de mujeres represaliadas al de hombres, cabe recordar que detrás de cada muerte o cada encarcelamiento había una mujer obligada a trabajar el doble.
«Hubo una represión muy específica hacia las mujeres: detrás de los hombres presos siempre había una mujer que les atendía, pero a las mujeres presas nadie las atendía, eran abandonadas por la familia y por la sociedad cuando entraban en prisión. Detrás de cada varón represaliado había mujeres que tuvieron que seguir adelante solas, marcadas de por vida», apunta.
Una de las formas más evidentes de opresión contra la mujer durante la dictadura fue el robo sistemático bebés, una práctica que se extendió durante muchos años, incluso tras la muerte de Franco en 1975 y la instauración de la democracia en 1978.
Según datos de las organizaciones memorialistas, entre 1940 y 1990 fueron robados en España alrededor de 300.000 bebés por parte de entramados corruptos en los que participaban sanitarios y personalidades del clero –que adquirió una posición predominante en la sociedad tras la dictadura– para vender los niños a gente que no podía tener hijos.
Carmen Luque, secretaria de la organización Todos Los Niños Robados Son También Mis Niños, afirma en una conversación con esta agencia que el hecho de que el robo de bebés continuara después de la dictadura es una muestra de cómo el agravio contra la mujer se instaló en la sociedad española hasta después de la muerte de franco.
«Las mujeres sufrieron igual la represión en la guerra y la posguerra, pero tal vez mucho más en la dictadura por la represión silenciosa que llegó a los hogares y que hoy en día impregna a toda la sociedad», apunta.
Por ello, tanto Luque como Romero coinciden en señalar que es de vital importancia tener presente la memoria histórica en las movilizaciones del 8 de marzo, algo que las plataformas memorialistas harán portando carteles con los nombres de las asesinadas en el cementerio del este durante la gran manifestación feminista de este domingo en Madrid.
«La fuerza de la mujer ahora mismo es brutal, y ya no hay marcha atrás», apunta Paz Romero, que concluyó la lectura del manifiesto en homenaje a las represaliadas recordando el lema «porque fueron somos, porque somos serán». (Sputnik)