jueves 18, abril 2024
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Lo que dejamos de hacer y lo que tenemos que hacer

Con o sin codiv-19 la economía costarricense hace rato debió entrar a la sala de cirugía para una intervención a fondo dirigida a remover las ataduras que torpedean la operación eficiente del Estado y sus instituciones –sus campos de acción, sus potestades y la restitución del Estado Social de Derecho (vista la prostitución de sus contenidos)-.

Con o sin codiv-19 cada empresa privada también debió emprender una revisión de su mundo estructural a efectos de verificar si su funcionamiento está asegurado por una virtuosa gestión o tiene serias falencias que hoy en día, y por derivación inesperada de las secuelas disruptivas de este virus, llevan el signo de un destino si no fatal, sí desgarrador.

Lo que presagia el coronavirus que irrumpió en ámbitos planetarios es de temer. Las grandes economías que desparraman su influencia por todo el globo, encaran este desafío de muy distintas formas. Algunos esfuerzos remediales están llegando tarde y la pandemia está desatando unas tasas de mortalidad que no conocíamos en estos tiempos, al lado de graves desajustes sociales con la quiebra de economías y finanzas. En otros países, bajo el dominio de modelos totalitarios, la luz al final del túnel se asoma porque las políticas remediales se han impuesto a cal y canto. También hay naciones que con una acentuada vocación disciplinaria, han abierto la vía a una recuperación, lenta y costosa pero recuperación, apoyada en la esperanza de que el reto no se haya ido de las manos.

Pero aquí, en este terruño donde la disciplina social es rara avis, donde grandes segmentos de la sociedad se solazan en el “valeverguismo” y se emborrachan con la cultura del fútbol llevada a extremos narcotizantes, el codiv-19 se asoma con ribetes devastadores. De los que sólo podremos librarnos si se respeta al pie de la letra la estrategia desplegada por el gobierno, en particular por las autoridades de salud, con sus tres pilares fundamentales: el aislamiento de la persona, la contención de los contactos y el cierre de fronteras.

Reconozco la pertinencia de la acometida echada a andar por las autoridades de salud, encabezadas por el ministro Daniel Salas. Ojalá se consolide con el relativo éxito que permiten visualizar las circunstancias que plantea la irrupción del coronavirus.

Pero si los hábitos de la indisciplina se imponen finalmente (ya se interpusieron recursos de inconstitucionalidad ante la Sala IV a propósito de las limitaciones al tránsito carretero nocturno), el manejo de la crisis se escapará de manos. Y entonces veríamos lo que el ministro Salas advirtió: un 20% de la población (ni más ni menos que UN MILLÓN DE HABITANTES) será afectado. Y de ahí para adelante, el colapso de la estructura de atención hospitalaria. Don Daniel y el presidente de la Caja Costarricense de Seguro Social, Dr. Román Macaya, han recalcado el impacto que tendría un crecimiento exponencial de la incidencia del mal.

El impacto se extendería también por las finanzas públicas y la economía en general. Ahorita mismo, con la incidencia inicial ya manifiesta, el sector turismo ha sido gravemente afectado: 181.000 empleos directos e indirectos se pierden y su aporte próximo al 13% del PIB se abatirá. Y ahí empiezan los encadenamientos a la lista de actividades proveedoras de bienes y servicios al turismo. El sector agropecuario y el comercial van por ahí. Y no se ufane la producción de zonas francas por lo que significa la caída de sus mercados de destino.

La embestida a las finanzas públicas seguramente echará por el suelo los esfuerzos de saneamiento que motivaron la ley 9635. Reaparecerán las cifras demoníacas del déficit fiscal porque toda la economía sufrirá el golpe y así la generación de ingresos, el incremento del desempleo, la pérdida de empresas y seguramente una mayor descomposición social. Todo en circunstancias en que el Estado costarricense sufre una peligrosa anemia.

¿Quién podrá echarnos una mano?. En otras circunstancias, el Tío Sam. Pero hoy toda su capacidad política, financiera y sanitaria está dirigida a enfrentar la ofensiva viral que llega con poderes devastadores a la mayor economía del mundo. Los 2 billones de dólares que para empezar ha separado para salirle al paso no alcanzarán para acudir en ayuda a otras latitudes. Peor si se cumple el vaticinio de la Organización Mundial de la Salud de que Estados Unidos será el próximo epicentro del ataque del codiv-19.

El futuro pinta sombrío. Y no sólo por lo que acontece en nuestro solar; el desplome de las economías mundiales nos va a golpear seriamente. Y la anemia de la que intentábamos curar a nuestra economía, volverá con características graves.

Está en el Gobierno de la República, particularmente en el presidente Alvarado Quesada, no fallar en la interpretación de los desafiantes hechos, en sus repercusiones y en la necesidad de construir la plataforma de múltiples acciones de fundada pertinencia y pluralidad de apoyos, con la que Costa Rica acuda a esta guerra, de diferentes contornos a aquellos por los que este país fue convocado en 1856. Si el Jefe de Estado se extravía por contradicciones, incoherencias, errores de enfoque y pifias en las propuestas, perderá el liderazgo necesario y arrastrará a esta sociedad a confusos y peligrosos tiempos de desequilibrios económicos y sociales.

Probablemente dejamos pasar los años en que debieron tanto el Estado como el mundo de las empresas privadas acudir a la sala de cirugía a remover tanto tumor, lo que les hubiese situado en mejor capacidad de resistencia ante los embates del codiv-19.

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

 

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