viernes 29, marzo 2024
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“Por sus frutos los conoceréis”: la cosecha del COVID-19

Tanto en El príncipe como en Discursos sobre Tito Livio, sus dos principales obras, Maquiavelo afirma que la clase que presenta más amenazas para la coexistencia social son los poderosos. No lo dice porque tuviera una visión idealizada de lo que llamaba “el pueblo”, pues no la tenía. Ambas clases, dice el florentino, tienen su propio egoísmo, pero mientras el pueblo aspira a no ser dominado ni expoliado, y se conforma con esto, los poderosos aspiran a dominar y expoliar, y su ambición no tiene límites.

La actual emergencia, por no decir calamidad, económica provocada por la pandemia de COVID-19, nos hace recordar estas observaciones y darles la razón. Mientras hoy día las personas asalariadas solo desean mantener sus salarios, y muchas están anuentes a que una parte de estos se destine, mientras dure la emergencia, a un fondo solidario, las poderosas cámaras empresariales exigen que cualquier medida que se tome sea para su exclusivo beneficio. Tal actitud ha sido oficializada en el comunicado reproducido el 27 de marzo en el medio digital El Observador (elobservador.cr). En dicho comunicado solicitan, entre otras cosas:

  1. Una ley que permita la suspensión temporal, parcial o total, de las jornadas de trabajo en el sector público.
  2. Derogatoria inmediata del decreto de Salario Escolar.
  3. Un plan de rescate de empresas, que incluya el rescate de las grandes.
  4. La urgente aprobación de la Ley de Flexibilidad Laboral.
  5. Promover en la agenda legislativa únicamente aquellos proyectos que contribuyan con la inversión, la reactivación económica y la generación de empleo.

Lejos de dar la más mínima muestra de solidaridad, exigen tomar medidas que reducirían o dejarían del todo sin salario, en media crisis, a muchas personas que laboran en el sector público; eliminar el Salario Escolar, pese a que es financiado por las personas asalariadas; facilitar despidos, y otras cosas por el estilo. En resumen, lo mismo que ya habían solicitado representantes del pensamiento neoliberal a través de los medios de comunicación. Al mismo tiempo, solicitan un plan de rescate empresarial, e incluso que ni siquiera se discuta nada en la Asamblea Legislativa que no favorezca a su sector.

Afirman: «No es el momento para promover medidas populistas, que pueden ‘derretir’ el déficit fiscal, y por ende al Estado y al sistema financiero público y privado de Costa Rica». Ignoro qué significa “derretir” el déficit fiscal, pero sin duda la idea es rechazar cualquier aumento de tal déficit con medidas “populistas”, entiéndase, las que pudieran brindar algún alivio a cualquier sector que no sea el empresarial. Para este, en cambio, exigen un plan de salvamento, sin importar el que ello, sin duda, “derrita”el tan temido déficit fiscal. En resumen, que en opinión de los empresarios solo ellos deben ser subvencionados, y tal subvención debe ser pagada por los asalariados del sector público. En cuanto a las familias y personas afectadas por la crisis, a juzgar por el comunicado, ni existen ni importan. No las consideran dignas de ser mencionadas.

El comunicado expresa una enorme preocupación por cualquier aumento del déficit fiscal si ello se debiera a medidas para ayudar a las familias afectadas, y una total indiferencia si ello se produjera por transferir recursos públicos a las empresas. Que ambas posiciones coexistan en un mismo documento suena incoherente, y desde un punto de vista lógico lo es. Pero es totalmente coherente con la posición que por décadas han expresado estos mismos sectores, oponiéndose a toda subvención estatal, salvo que vaya dirigida a ellos mismos. ¿Protestaron alguna vez, por poner un solo ejemplo, contra los Certificados de Abono Tributarios (CATs), con los que diversos empresarios estafaron miles de millones a las arcas estatales? Si les preocupa tanto el déficit fiscal, ¿por qué no exigen medidas contra la evasión fiscal, que según datos del Ministerio de Hacienda es de un monto similar al del déficit?

Aunque la respuesta es enteramente previsible, hay que preguntarse a qué se debe esta posición. Las razones son de dos tipos. Unas son de tipo ideológico, como la enorme ojeriza que le tienen las cámaras empresariales al sector público. Una ojeriza provocada, al menos en parte, porque en el sector público se cumplen las leyes laborales, incluso aquellas que, como las de salario mínimo y libre sindicalización, son constantemente atropelladas en amplios sectores de la empresa privada. La comparación entre las condiciones laborales del sector público con las que rigen en buena parte del sector privado es tan desfavorable a este último, que inevitablemente consideran al primero un mal ejemplo. Los mismos que se llenan la boca hablando de progreso y desarrollo económico, prefieren mil veces rebajar las condiciones del sector público que mejorar las del privado. Esa lógica los lleva no a pedir que se proteja a las decenas de miles de personas del sector privado formal e informal afectadas por la actual emergencia económica, sino que se rebajen los ingresos de quienes todavía los tienen. Y eso en nombre de la solidaridad.

El segundo tipo de razones para la señalada incoherencia es de índole práctica. Solicitar medidas para detectar y castigar la evasión equivale, ni más ni menos, a solicitar que se controle un delito propio del sector empresarial. Por ello, aunque ninguna otra medida ayudaría tanto a paliar e incluso resolver el déficit fiscal como atacar la evasión fiscal, jamás la han solicitado ni apoyado. Piden rebajar los salarios de quienes no han cometido ningún delito y pagan la totalidad de sus impuestos y contribuciones al sistema de bienestar social, al tiempo que rechazan cualquier medida para controlar y castigar un delito tipificado por la ley. Más claro no canta un gallo.

En momentos en que decenas de miles de personas y familias están quedando totalmente desprotegidas, este tema, que siempre fue serio, se torna trágico. La posición de las cámaras empresariales, coherente con las defendidas por décadas, era esperable: una defensa a muerte de sus enormes intereses gremiales. Menos esperable, o en todo caso menos justificable, es la posición del Gobierno a la fecha. En el pasado, este había mostrado su gran simpatía por el sector empresarial, pero también venía tomando o proponiendo medidas que no eran del agrado de algunos de sus sectores, tales como el impuesto a las ganancias del capital y a los alquileres; la renta global; la propuesta de regular la usura de diversas tasas de interés de préstamos y tarjetas, así como del uso de datáfonos.

Hoy día, ante la crisis socioeconómica que recién comienza, la indebida parcialidad a favor de los sectores empresariales amenaza con echar por la borda el frágil equilibrio que venía mostrando. Y esto es un tema de la máxima seriedad, pues la legitimidad del este Gobierno, como la de cualquier otro, depende en buena medida de su capacidad de hacer de árbitro entre los contrapuestos intereses que coexisten en el país. Si el Gobierno, en medio de lo que seguramente será la peor crisis económica de las últimas décadas, renuncia a su condición de árbitro y se convierte en mero guardián de los intereses de los grandes empresarios que dominan las cámaras empresariales, tanto su legitimidad como su viabilidad política empiezan a reducirse. Desafortunadamente, esto es lo que va sucediendo. Cuando el Ministro de Hacienda anunció un plan para gravar temporalmente tanto los salarios como el capital, fue desmentido con una rapidez, amplitud y firmeza nunca antes exhibida. Primero se negó que tal plan existiera, y luego se dio a conocer uno que grava únicamente los salarios, eliminando cualquier medida similar para el capital y las empresas no afectadas por la crisis.

El manejo de la crisis que recién empieza marcará el rumbo futuro del gobierno y la imagen que de él guardará la historia. Lo mismo vale para la actual Asamblea Legislativa. Si en lo médico y epidemiológico las medidas han ido en la dirección correcta, no puede decirse lo mismo de las atinentes a la crisis económica. Lo ocurrido con el anunciado plan del Ministro de Hacienda es serio, y no presagia nada bueno. Mientras todavía tiene algún margen de maniobra, bien haría el Gobierno, en especial el Presidente, así como la Asamblea Legislativa, en recordar lo dicho hace siglos por Maquiavelo: que cualquier gobernante obligado a escoger entre el apoyo de los poderosos y el del pueblo, debería optar por el segundo. No porque sean mejores personas, pues no son mejores ni peores, sino porque sus fines son más honestos: piden menos y se conforman con menos. Los poderosos, en cambio, nos recuerda el florentino, nunca agradecen lo que reciben pues lo consideran su derecho, y sin importar cuánto se les otorgue, su ambición nunca se satisface. La posición de las cámaras empresariales no solo le da la razón a la ácida visión de Maquiavelo, sino que coloca al Gobierno en lo que acaso sea la principal decisión de su mandato.

Dice el evangelio que por sus frutos se conoce a las personas. Los frutos de las cámaras ya están claros; pronto se verán los del Gobierno y los de la Asamblea Legislativa.

(*) Bernal Herrera Montero, Profesor Emérito, UCR

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7 COMENTARIOS

  1. Una cruda visión de la realidad actual, donde se socializan las pérdidas y se capitalizan las ganancias. Juan Pablo II llamó a esto capitalismo salvaje, esa es la política desalmada del «actual neoliberalismo», nos manejan como rebaños para beneficio de unos cuantos poderosos, en el que muchos de los integrantes del gobierno son sus cómplices.

  2. Su interpretación acerca de algunas de las implicaciones más importantes del pensamiento político y la pertinencia de lo aportado por Nicolás de Maquiavelo para el caso que nos ocupa y que usted nos hace ver, le ha permitido presentarnos una visión certera de los trágicos momentos que estamos viviendo en estos días, en especial por la inmensa codicia y rapacidad de los poderosos. La analogía que usted establece con lo planteado por el florentino en cuanto a las profundas diferencias entre esos dos sectores de la sociedad: los poderosos y el popolo minuti (como se le decía entonces en Italia al pueblo, a la gente que estaba en los tramos inferiores de la escala social), no ha perdido en modo alguno su plena vigencia, en lo que concuerdo con usted. En mi caso, siempre admiré al florentino por la fineza, la profundidad y la agudeza de su pensamiento acerca del tiempo en que le correspondió vivir, sus observaciones precisas de la realidad política siempre me parecieron enriquecedoras, además de la admiración por el inmenso amor que prodigó siempre a su ciudad natal, aunque sólo pude leer El Príncipe, la Mandrágora, y algunos fragmentos en francés de los Discorsi o Discurso sobre la primera década de Tito Livio, la que no me ha sido dado conseguir. Gracias por compartir estas reflexiones, es innegable que estamos en tiempos muy duros.

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