viernes 19, abril 2024
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El Covid, la banca y el consumo

Muchas experiencias nos marcan, pero hay unas cuya huella es tan profunda que constituyen un verdadero parte aguas. La pandemia que azota a la humanidad es, para mí, de las segundas. El Covid ha alterado, quizás para siempre, la forma como nos relacionamos y trabajamos, así como también nuestra percepción de la vida misma y de lo que realmente importa. A través de distintos medios, traemos a nuestras casas el rostro del sufrimiento que cabalga por el mundo. Sobre la tragedia de salud pública, muchas personas han escrito. Yo voy a dedicar estas líneas a otro frente en esta lucha: el de la supervivencia económica.

Durante la crisis actual, se han tomado medidas para salvar empresas. También se han formulado propuestas para personas trabajadoras que han perdido su empleo o que han visto disminuida su jornada. Sin embargo, creo que se ha pasado por alto otro grupo: el de quienes preservan por el momento su trabajo. Las personas asalariadas tienen, en un porcentaje altísimo, deudas con los bancos y otras entidades financieras. Nadie sabe por cuanto tiempo más la pandemia se mantendrá desolando el planeta, ni tampoco se puede determinar si se trata de un mal cíclico. De allí que es imposible prever en este momento, si quienes se mantienen laborando como lo hacían antes de que se desatara esta moderna peste, preservarán sus condiciones o incluso sus puestos mismos.

Partiendo de esto último, estimo que mal hacen las entidades financieras en no tomar medidas inmediatas para aliviar la carga económica de las personas que mantienen hoy su trabajo. En cualquier momento pueden perderlo o ver reducido su salario. Creer que basta con esperar a que ocurra la desgracia para entonces trasladar tres o seis cuotas de sus créditos al final de estos, es tanto como desconocer que existe el riesgo de que en tres o seis meses la situación económica se mantenga igual de mal o incluso empeore. También es engañoso creer que porque muchas de esas obligaciones cuentan con garantías prendarias, hipotecarias o fiduciarias, el riego es tolerable. Bien puede suceder que pronto haya poca demanda para los bienes gravados o puede ocurrir que quienes rindieron la fianza estén en iguales o peores condiciones que la persona a cuyo favor la otorgaron.

Ante este panorama de incertidumbre, llega la hora de la banca, la cual puede tomar medidas preventivas para evitar no sólo un considerable incremento de la morosidad, sino una también una más gravosa situación económica. Pienso que en esta crisis, las entidades pueden contribuir a combatirla mediante la notoria reducción de las tasas de interés y la considerable ampliación de los plazos de todos sus créditos actualmente vigentes, incluyendo las tarjetas.

Según se ha difundido recientemente, la tasa básica pasiva está en su porcentaje más bajo desde 1978. Si esto es así y es usual que el interés de los créditos en colones se fije en una determinada cantidad de puntos sobre la referida tasa, entonces hay un parámetro objetivo para establecer intereses más bajos que los actuales, para esos créditos. Si ello se ve complementado con un aumento del plazo, las cuotas que se pagan deberían disminuir muchísimo. Tal medida aumentaría por mucho la liquidez de las personas endeudadas, quienes podrían responder mejor a sus obligaciones y también podrían volver a consumir, lo cual ayudaría a reactivar la economía interna.

Quizás podría objetarse a esta idea que hay contratos en que se pactó la tasa de interés que se cobra en dichos créditos. ¿Y qué?  Por un lado, nuestro ordenamiento recoge el principio de que no puede haber enriquecimiento sin causa. Si el interés se calcula partiendo de la tasa básica pasiva y ello sienta la validez de las cláusulas que permiten elevar el interés cuando dicha tasa aumenta, entonces ¿por qué no puede funcionar a la inversa también?

La Constitución garantiza a consumidores la tutela de sus intereses económicos, no protege sólo el patrimonio de los bancos. De allí que es perfectamente viable, con base en la Constitución y las leyes, que las entidades financieras cobren intereses más bajos por sus créditos que los que cobran actualmente y es una medida que pueden tomar de manera inmediata. Entonces podría surgir la inquietud de las cláusulas que fijan un interés piso por cada operación. Ya en España, a raíz de la crisis de 2008, se declararon nulas muchas “cláusulas suelo”. ¿Por qué no podrían declararse aquí? Lo que espero es que no haga falta caer en litigios sobre el tema, sino que la banca actúe preventivamente a favor de la situación económica de sus clientes y como estímulo al consumo.

Ahora bien, medidas como las sugeridas podrían ser cuestionadas partiendo de que la tasa básica pasiva podría volver a subir. Entra en juego el Banco Central de Costa Rica, el cual bien podría diferenciar los créditos beneficiados con el rebajo, manteniendo fija dicha tasa en relación con estos (y sólo con estos). De esa forma, se trataría de una política pública, con participación privada, tendiente a reactivar la economía interna. Por supuesto, el alivio de las cuotas se daría a futuro, por el plazo restante y por el saldo de cada crédito.

Es importante añadir a lo señalado que si hay mayor dinero en poder de quienes consumen, más movimiento se da en el comercio. En estos tiempos, me parece indispensable estimular la demanda de bienes y servicios, con lo cual también se puede contribuir a mantener un mayor número de puestos de trabajo. El mejor ejemplo de esto sería el sector turismo: si no hay suficiente capacidad de consumo, los y las costarricenses no volveremos a disfrutar del país en la cantidad necesaria para que se mantenga esa industria y las miles de personas que dependen de ella.

Aunque me he referido a las entidades financieras y las operaciones crediticias, creo que medidas en igual sentido podrían ser implementadas por otros sectores. Pienso en las empresas proveedoras de telefonía celular y no me imagino a una persona asalariada cambiando de teléfono inteligente durante el próximo año. Entonces, ¿no sería oportuno ampliarle el plazo de su plan postpago (con el que adquirió un teléfono), para que pague menos? En igual sentido, quienes venden el servicio de televisión por cable e internet, ¿no les resulta conveniente aumentar la capacidad de esta última sin cobrar más?

En este tiempo en que han desaparecido las certezas que hace apenas tres meses teníamos, hay que preparar el retorno “a la normalidad” y para ello se requiere dinamizar la economía. El incremento de la demanda de bienes y servicios podría ayudar para alcanzar esto último y creo que las sugerencias que ahora hago, pueden servir de base para propuestas más acabadas, en beneficio de las personas asalariadas. Ojalá tengan eco.

(*) David Fallas Redondo, Juez de Apelación de Sentencia Penal.

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1 COMENTARIO

  1. El problema fue, es, y será, la infinita avaricia de los sectores económicos en el poder, que siguen creyendo en el sueño de opio del crecimiento eterno, en situación de «normalidad» ya era algo imposible, esto tomando en cuenta que vivimos en un planeta con recursos finitos, ahora en estos tiempos de incertidumbre, donde lo que manda es el preservar la vida, ese absurdo del crecimiento infinito tiene que desaparecer, la acumulación de riqueza sin sentido tiene que parar, para que esta crisis termine, tanto en periodo de crisis como en normalidad, la riqueza se debe de distribuir más equitativamente, donde esta se reparta por méritos y no por casta o influencia.
    Ahora más que nunca, es tiempo de que este absurdo llegue a su fin, y comencemos a hacer las cosas mejor.

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