sábado 20, abril 2024
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Trump, Bolsonaro y otros

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, -conocido por su ferviente neopentecostalismo- puso (lo sigue haciendo) en peligro la vida de millones de sus conciudadanos. Negó la gravedad de la pandemia.

Es uno de los pocos gobernantes que desafía las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Según él, los cariocas “no agarran nada” porque pueden zambullirse en las aguas residuales sin mayor consecuencia. Esta afirmación no hizo más que reiterar su vena racista y clasista.

Como si fuera poco, en media pandemia, le pidió al pueblo volver a sus trabajos e hizo todo lo posible por desincentivar el distanciamiento físico (término que prefiero frente al “social”), refiriéndose al COVID-19 como un “resfriadito”.

El New York Times comentó al respecto:

“Varios líderes mundiales, entre ellos el presidente estadounidense, Donald Trump, y el primer ministro británico, Boris Johnson, tardaron en comprender la amenaza del virus altamente contagioso y se mostraron reacios a adoptar las medidas disruptivas y económicamente dolorosas del distanciamiento social que se han convertido en la norma en gran parte del mundo. Sin embargo, Bolsonaro sigue perteneciendo al grupo de alto perfil que ignora el consenso científico sobre las medidas de confinamiento necesarias para evitar que los sistemas de atención médica se desborden.”

Mientras aumentaba la cifra de muertos en el país, junto con las crecientes críticas por su manejo de la crisis de salud pública, Bolsonaro se reunía con pastores evangélicos pentecostales en los exteriores de su residencia oficial. Convocaron ellos a un día de ayuno para pedir a Dios librarlos de mal pandémico, mientras él seguía estrechando manos y tomándose selfis entre sus admiradores.

A Bolsonaro le gusta decir «Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos». Claro que es una consigna muy llamativa que ayuda a mantener “cautivo” y endulzado el voto evangélico que es el apoyo duro del bolsonarismo.

Pero, además, él es uno de ellos. En 2016 “nació de nuevo”, en las aguas del río Jordán. Fue bautizado como un cristiano neopentecostal. En un soleado mayo, Everaldo Dias Pereira, pastor y líder del partido Social Cristiano (PSC), fue quien lo sumergió. Como se nota, Bolsonaro, el ex católico, ya tenía años de venir tejiendo el favor evangélico (probablemente con una conversión sincera) con mira a sus aspiraciones presidenciales.

Cuando se empapó en las aguas donde Jesús fuera ungido por Juan el Bautista, el excapitán del ejército se agregó un segundo nombre. A partir de ese momento se llamaría Jair Messias Bolsonaro. Con tan pomposo nombre (Mesías, en español) sellaba el pacto, que involucró a un poco menos de un tercio de la población y a un poco más de seis mil templos.

Este electorado es su núcleo duro, uno que lo sigue sin importar lo que diga y haga, tal como Trump lo hace con su base, sólida entre los evangélicos fundamentalistas del “Bible belt”.

Las actitudes de Bolsonaro y Trump, más preocupados por la economía y los grandes capitalistas, no deja de alentar en el campo religioso a los clérigos irresponsables y supersticiosos.

Así, en Brasil, la Iglesia Catedral Global del Espíritu Santo, bajo el liderazgo del autoproclamado profeta Silvio Ribeiro, llamó a congregarse en el templo, tras prometer distribuir un “aceite consagrado” para “inmunizar” a la grey. Ello ocurrió en Porto Alegre, estado de Río Grande do Sul. Fue acusado penalmente.

El pastor neopentecostal y charlatán, Kenneth Copeland, consejero e íntimo de Trump, proclama que puede curar el COVID-19 a través de los soplos de Dios (hace la mueca de bufar) y saz todo resuelto. Lo único que se ha de hacer es poner una mano en el TV. El magnate de “Dios” es un texano cuya fortuna se estima como mínimo en $300 millones. Este falsificador es el televangelista más acaudalado de los Estados Unidos.  Es una amenaza pública.

En Colombia, el pastor Miguel Arrázola, cabecilla de la iglesia cartagenera Ríos de Vida, se descaró; solicitó a su feligresía no dejar de remitir dinero durante cuarentena a cambio de protección contra el COBID-19, auxilio ganado por sus oraciones.

Arrázola no es un pastor cualquiera. Mucha influencia tiene en Cartagena. Es un “fan” del ultraderechista mandatario Iván Duque y a sus cultos (porque hace cinco cada domingo) asiste el expresidente y ex senador Álvaro Uribe Vélez. Arrázola, nacido en 1968 y en el seno de una familia burguesa del exclusivo Manga (en Cartagena) y que tiene el lujo de convocar a 20.000 personas dos veces al año, fue uno de los principales voceros del “No” a los acuerdos de paz en Colombia.

Claro, volviendo a los Estados Unidos, es de lamentar la muerte del pastor Gerald O. Glenn, que insistió con vehemencia en no cerrar su iglesia. Falleció este fin de semana en Virginia, en la noche del sábado, producto del COVID-19.  No puedo imaginar a cuánta gente haya infectado.

(*) Allen Pérez es Abogado.

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2 COMENTARIOS

  1. Esos gringos estan locos.Sobretodo en la zona de New England donde viven los grandes millonarios herederos de la United Fruit Company.Trump pareciera que no tiene rival.Dicen que Biden esta escondido en sotano de su casa . Sera Cierto ?
    Oh gringos !

  2. Definitivamente vivimos en la tiranía de la estupidez, los estúpidos escogen a esta escoria para que los «lidere», y el mundo entero tiene que sufrir las consecuencias.
    Si Trump logra un segundo mandato, esperemos que la economía mundial deje de basarse en el dólar, y se base en algo serio, no en los caprichos de ese bofon naranja mal bronceado.

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