De cal y de arena
El efecto desolador que está produciendo la pandemia del covid-19 en los equilibrios sociales, en nuestras finanzas públicas y en la estructura de la economía, legitima los temores del tipo de sociedad que va a surgir una vez –ojalá pronto- logre el país abatirla o, al menos, ganarle la batalla. De ello han de ocuparse los gobernantes y los estamentos políticos influyentes a la hora de construir las políticas de Estado.
Pero algo muy delicado y de lo que poco se habla, es del impacto que este coronavirus de corrosivos poderes está teniendo sobre los medios periodísticos. Un crecimiento de la economía sin vigor ha tocado directamente los presupuestos para propaganda e información, de modo que la arremetida del covid-19 no ha hecho más que terminar de maximizar su sofocamiento. Basta con hurgar las ediciones escritas de los periódicos para confirmar cómo han ido disminuyendo los aportes de la publicidad. Un preocupante síntoma presente también en las ediciones de los noticieros que se transmiten por televisión o por radio. ¿Cómo se sostienen, de qué florituras han tenido que hacer uso para mantener presencia?
Los recortes de planillas y la merma de los espacios publicitarios –ya a la vista- nos dan la respuesta. Son la evidencia de los impactos, y los periodistas y los auxiliares que proveen herramientas de soporte son el pararrayos, son los que reciben el embate, son los desplazados que engordan las cifras del desempleo nacional que algunas academias anticipan que llegará al 25%. Esto es preocupante, desde luego por lo que significa en el plano de la solidaridad humana; también por lo que pueda significar la llegada de prácticas riesgosas para la supervivencia honorable de los medios y su vida independiente. Tan independiente como es necesario para cumplir con una vital misión.
De la depresión en que caiga la economía, la prensa será también víctima. Aquel medio que quede en pie, tendrá que ingeniárselas para desenvolverse en una realidad muy distinta. Será un desafío de mayor cuantía, pleno de riesgos también. Pero el que no tenga la diligencia precisa para interpretar esa nueva realidad, podría no sobrevivir.
Nos ufanamos de la vivencia de la libertad de prensa y del desempeño de los medios de comunicación periodística y del periodista en punto a buscar, recoger y transmitir la información con estricto apego a las reglas de la veracidad y a la observancia del preciado equilibrio de los factores involucrados. Lo que no es incompatible con el derecho de cada medio a definir su propia línea de pensamiento, su línea editorial. Fundamental, irrenunciable, básico requisito es hacerse de solvencia económica para hacer una realidad la independencia, columna vertebral del periódico. Reflexionemos los costarricenses sobre lo que estos cambios pueden significar para el goce y disfrute de una prensa de calidad que engalane nuestra democracia.
El próximo domingo se celebra mundialmente el Día de la Libertad de Prensa. Costa Rica resplandece orgullosa en el sétimo lugar de la clasificación mundial que hace la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) de los países según sea una práctica la Libertad de Prensa. En América Latina sólo nos aventaja Jamaica.
Nuestra sociedad -de plural composición- también goza de pluralidad de medios periodísticos, sin la tutela del Estado, sin los vicios de la autocensura, sin leyes represivas, sin exposición a la vindicta del poder político y con una formación profesional en número honroso de los periodistas lo que le imprime recio sentido cualitativo al ejercicio del oficio.
Errores, omisiones, distorsiones en el desempeño de nuestra prensa, claro que sí los hay. La manipulación de las cifras, de los datos, de los titulares ha existido, ayer y hoy, mas no como regla. La represalia también: recuerdo la denuncia de Julio Suñol cuando libraba la batalla contra la intromisión de Robert Vesco en la vida política nacional, oportunidad en la que el gobierno ordenó a los bancos nacionales no financiar más la importación de papel, lo que a la hora de la verdad sólo afectaba a su periódico –Diario de Costa Rica- por ser el único que acudía a los bancos para financiar la compra de papel.
Lo grande es que hemos podido sacar fuerzas de esas flaquezas para hacer de la Libertad de Prensa una realidad que bien gana los encomios de Reporteros Sin Fronteras.
La pandemia de estos tiempos, sin embargo, es de temer también por sus impactos sobre la estructura de la economía del país en que se tiene que desenvolver la prensa y por la afectación sobre su viabilidad económica como empresa, que lo es indiscutiblemente.
(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista
La verdad de un templo.
para lo que hace la prensa en costa rica la verdad es que es una gran cosa que su gremio retroceda y que no encuentren brete, asi dejan de estar pasando fake news y de estar diciendo mentiras a la gente. Entre menos periodistas mejor sera la existencia para todos
Creo que esta crisis le sentó muy bien a la prensa, y no me refiero a beneficio económico, si no a beneficio moral y de responsabilidad social, al tener que transmitir diariamente la conferencia de prensa con el gobierno, a permitido al pueblo medir con un mejor criterio el desempeño del gobierno (al menos en materia de la crisis) y generar el haber incrementado sustancialmente la confianza del pueblo en el estado, cosa que en tiempos previos a la pandemia, la prensa se afanaba diariamente en inventar o exagerar fallos del gobierno para elevar su rating y/o beneficiar a su color político de preferencia.
El rendimiento diario de cuentas del gobierno, así como el contexto actual de unión como país para enfrentar la crisis, se la pone difícil al amarillismo y a los medios con obvio sesgo político, a configurar sus matrafulas para desacreditar al gobierno de turno. Nunca había sido tan evidente como ahora, la responsabilidad que tienen los medios de ser imparciales y veraces a la hora de informar.