viernes 6, diciembre 2024
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Crisis, política y posverdad

La política siempre ha sido impulsada en gran medida por las emociones espontáneas más que por la racionalidad, en un mundo ideológicamente polarizado e hiper digitalizado, donde a través de las redes sociales somos bombardeados día a día con imágenes, opiniones y fake news, se abre un nuevo frente para apelar a la dimensión más subjetiva del ser humano, de forma que se justifique un comportamiento narcisista, autoritario y casi dictatorial.

La posverdad no es un fenómeno nuevo y ha sido ampliamente estudiado, elegida como la palabra del año del diario Oxford en 2016, definida por el mismo como: “situación en la que los hechos objetivos influyen menos que los argumentos que apelan a las emociones o las creencias cuando se trata de definir la opinión pública”. De forma reciente parece que los gobernantes tienen menos reparo en crear, distribuir y defender sus propias “verdades” sin advertir el daño que hacen a la institucionalidad y a la democracia, resulta preocupante ver como estos pierden la percepción de la realidad objetiva al punto en que la única opinión que importa es la propia, en detrimento de criterios técnicos y expertos.

En este sentido, la crisis generada por la pandemia del COVID-19 ha dejado en evidencia como varios presidentes construyen su propia realidad al no tener un sustento científico para justificar el manejo que han realizado para disminuir las consecuencias mortales de esta enfermedad. Presidentes como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Daniel Ortega y Nayib Bukele son claros ejemplos de toma de decisiones basadas en la emoción y no la razón, descalificando las opiniones médicas de especialistas epidemiológicos, poniendo en riesgo la vida de los ciudadanos.

En momentos cuando el pacto social se pone en tela de duda, donde el Estado parece no poder cumplir con su papel de protector de la salud y las libertades individuales, es cuando hace alarde la estrategia casi de manual de la posverdad: construcción de un relato propio donde se restringe el espacio para el debate y la multiplicidad de ideas. Dichos juicios se fuerzan tanto en el imaginario colectivo que terminan por ser la única verdad aceptada, eliminando de esta forma, uno de los principios fundamentales de la democracia.

Es así como vemos a Trump desacatando órdenes del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), a Bolsonaro minimizando los efectos mortales de la pandemia comparándola con un “simple resfriado”, a Ortega llamando a manifestaciones masivas en contra de todas las medidas de salud y a Bukele adoptando posturas similares a la de los dictadores latinoamericanos de hace varias décadas. Lo que en otros momentos hubiésemos presenciado con profundo estupor hoy se vuelve ordinario.

La actualidad hace prever que nos encontramos a las puertas de grandes retos tangibles a nivel social, económico, político y cultural, mismos que pueden cambiar nuestro entorno y la forma en que interactuamos entre nosotros, sin embargo, no debemos perder de vista el desafío que representa la figura de la posverdad en nuestra sociedad, práctica que no podemos percibir a simple vista y que muchas veces se mezcla con la cotidianidad de nuestras vidas. Hoy, más que nunca, debemos mantener la objetividad en nuestros pensamientos, saber discernir entre la emoción y la razón; entre los mitos y la realidad; entre la verdad y la mentira.

(*) Marco Salas Alvarado, bachiller en Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional de las Américas.

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