jueves 28, marzo 2024
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El paradojal destino de la sociología contemporánea (X)

Eugenio Rodríguez Vega, in memoriam.

Décima parte

“La incesante interacción entre nuestros impulsos primarios que buscan satisfacción o su repudio o reacomodo por la neutralización de las relaciones ya establecidas, configura el tema de la historia de la humanidad. Si en la observación de esta interacción uno está más interesado en el origen subjetivo de estas fuerzas psíquicas impulsoras y en su concatenación en el historial de vida del individuo, uno se transforma en psícólogo. Si uno está más interesado en la fuerza y poder de estas “relaciones establecidas” y principalmente desea saber cómo reaccionan sobre el individuo recién nacido desde el primer día de socialización; y si uno sigue la configuración existente de estas actividades institucionalizadas visualizadas en su función objetiva en una sociedad dada, uno se transforma en sociólogo.” Karl Mannheim, “A Few Concrete Examples Concerning the Sociological Nature of Human Valuations », Ensays on Sociology and Social Psychlogy by Karl Mannheim (Londres : Routhledge, 1953), pags. 231-242. Citado por  Barry Glassner y Jonathan A. Freedmam en SOCIOLOGÍA CLÍNICA CECSA México, 1985, página 17.

Siempre urgida o compelida a establecer los límites con los campos específicos de acción, investigación, e incluso experimentación, propios de otras disciplinas de las ciencias sociales como también, a diferencia de lo que suele ocurrir en las ciencias físicas y naturales, a la invocación reiterada de los presuntos asertos o problemas formulados por sus padres fundadores, la sociología contemporánea se mueve también entre lo que el sociólogo francés Edgar Morin (SOCIOLOGIE Édition revue et augmentée par l’ auteur Fayard Paris 1964), a quien habíamos citado al inicio de estas reflexiones en voz alta,  entre lo que visualiza como los términos de una sociología dominante, con los componentes “de la especialización disciplinaria, de la regularidad y de los medios estadísticos, pero sin llegar a alcanzar la verificación científica que permita la experimentación, y nuestra tentativa centrada sobre el fenómeno más que sobre la disciplina, en el hecho más que en la variable, en la crisis más que en la regularidad estadística” y lo que denomina como “…una oposición también, sobre el plano de la metodología empírica, en donde nosotros tendemos a privilegiar la observación y la intervención sobre los planos de la epistemología y la teoría general, donde tendemos a situar nuestro esfuerzo no sólo dentro de la catalogación pluridisciplinaria, o en la formalización digamos que estructural, sino dentro de la elaboración de un sistema antropo-socio-histórico” (op.cit. p.209. En versión libre en castellano de nuestra autoría),  pues de lo que se trata, es de hacer un esfuerzo por asimilar los logros de todas las disciplinas y de todos los métodos, que es cuando la sociología deja de limitarse al cultivo de lo que este autor llamó un “modelo determinista y reduccionista que hoy ha sido superado por las ciencias de la naturaleza” (ibid), cuando en realidad “la cientificidad sociológica no puede ser más que parcial e inacabada” (ibid), por lo que debe vincularse con los esfuerzos realizados por otras disciplinas, tanto en términos teóricos como empíricos, pues “tout sociologue est un hybride de scientifique et d’ essayiste” (ibid) y eso se proyecta sobre el cultivo de la sociología como disciplina, el que se torna necesariamente en un híbrido que se mueve en esas dos direcciones.

Dejando de lado la perspectiva hasta ahora prevaleciente, orientada sobre todo por el auge de las sociologías especializadas que han venido proliferando, y el antes mencionado modelo determinista-reduccionista dentro de esa forma de cultivar la sociología, se busca producir una especie de gran síntesis que vendría a ser el resultado de ese esfuerzo concentrado del que hemos venido hablando, en síntesis una superación dialéctica de esos callejones teóricos y epistémicos en los que la sociología había venido encerrándose. Por momentos, Edgar Morin con su novísimo planteamiento sobre los desafíos a que se enfrenta la sociología en general, nos lleva a pensar en lo que C. Wright Mills calificó como “la imaginación sociológica”, una denominación que el sociólogo estadounidense dio, en su tiempo, como título a una obra suya bastante divulgada entonces, en la que planteó un serie de críticas al quehacer de la sociología institucionalizada, dentro de los que figuró precisamente, en un primerísimo plano, la falta de imaginación de sus cultivadores, entre ellos algunas de las más connotadas vacas sagradas de la sociología en boga, durante los primeros años de la segunda mitad del siglo pasado.

Por ejemplo, es en el enfoque multidisciplinario de las  diversas patologías que afectan al ser humano, tanto en el orden de lo natural como en el de lo social que la sociología ensancha –por así decirlo- su campo visual tanto como las posibilidades de comprensión (e incluso tratamiento) de esos fenómenos, dentro de un marco más general, con lo que consigue dar algunos de sus más importantes aportes en otros campos disciplinarios, donde se mueven otras disciplinas y prácticas institucionalizadas, entre ellos el de la llamada “sociología clínica” en relación con la psicología, la psiquiatría, el trabajo social y el quehacer médico en general.

Algunos temas o eventos de naturaleza macrosocial terminan teniendo una alta incidencia, tanto en el análisis como en el tratamiento de algunas patologías de orden físico y mental, las que terminan por afectar seriamente la salud de la población.

Para el sociólogo clínico estadounidense, Barry Glassner y el psiquiatra, además de sociólogo de la misma nacionalidad, Jonathan A. Freedman, quienes afirman en su  obra conjunta SOCIOLOGÍA CLÍNICA que tanto el desempleo, o más bien su agudización en una sociedad, y en un período histórico determinado, como el hecho de la pertenencia a una clase social o un grupo grupo etario específico tienden a conducir más fácilmente o no a numerosas personas a la condición de “pacientes” (a los que los autores denominan “clientes”) de los hospitales mentales (y/o nosococomios en general, agregamos nosotros), de esta manera son determinantes para que se produzca una intensificación de las patologías que las conducirían hacia el tratamiento o internamiento en un hospital mental, como lo demuestra “ El señor Hervey Brenner (quien) ha seguido la pista de esta relación (la del aumento del desempleo con la mayor incidencia de la enfermedad mental) durante muchas décadas y encuentra que uno de los efectos de un incremento en el desempleo, es un aumento en las admisiones a los hospitales mentales estatales (los suicidios, ingreso a las prisiones estatales, homicidios, muertes por cirrosis al hígado y enfermedades cardiovasculares y renales, también aumentan). El incremento de 1.4% en el desempleo que empezó en 1970, tuvo un costo económico de sobre 6 mil millones de dólares entre 1970 y 1975, con el aumento del uso de los hospitales estatales que alcanzó un costo de 82 millones de dólares” (op cit p. 44). Podría afirmarse entonces que los ciclos económicos, y las sucesivas crisis de los mercados financieros, entre ellas las llamadas burbujas inmobiliarias, o de otro tipo también especulativo, al repercutir en el conjunto de la vida social, terminan agudizando fenómenos como el desempleo o el subempleo,  dando lugar también a una afectación diversificada, y cíclica también de la enfermedad, la morbilidad y la mortalidad en nuestras sociedades. La asignación o no de recursos para el sistema de salud, y el combate de algunas enfermedades crónicas con un alto costo financiero, se expresa como un componente de la incesante lucha entre clases sociales y generaciones, por retener o alcanzar el poder económico y político hacia el interior de nuestros estados y sociedades contemporáneas.

La dimensión creciente de un fenómeno o evento clínico o médico, dentro del conjunto de la vida social, termina por traducirse una revaloración de éste, dando lugar a la necesidad de entrar en otro tipo de consideraciones, o estudios de orden sociológico, político o económico, que se tornan indispensables para poder captar toda la complejidad que asume en determinadas circunstancias. Las variables sociales, como la pertenencia de él (o los pacientes-clientes) a una determinada clase social resulta esencial para  determinar la presencia entre ellos de ciertas “patologías”, pues. “En el interior de cualquier sociedad, hay patrones generales para conductas aceptables y desviaciones permisibles del patrón. La imposición de patrones o estándares está relacionada con la clase social. Una conducta excéntrica, pero aceptada entre los ricos, puede ser objeto de tratamiento o castigo entre los pobres. La elección del local para el tratamiento o el castigo frecuentemente se hacen en términos de si los infractores parecen ser responsables de sus actos y cuán amplios sean sus sistemas de apoyo interpersonal y monetario” (op.cit p. 45). En estos  casos la dimensión sociológica se expresa sin tapujos, en aquellas formas de control social aplicadas para evitar que las gentes se salgan de los patrones o normas, propios de determinada clase social, lo que se tradujo durante mucho tiempo en el “internamiento” prolongado y sin fundamentos clínicos, de ninguna clase, de numerosas mujeres en instituciones psiquiátricas, o en su encierro en instituciones católicas, regentadas por monjas que maltrataron y explotaron a muchas de ellas, como en el caso de Irlanda, a lo largo de varias décadas, durante la primera mitad del siglo XX, cuando en realidad eran mujeres cuya conducta considerada “escandalosa”, o desviada de los roles que la sociedad victoriana les había asignado, eran consideradas como peligrosas para la clase social a la que pertenecían, a partir de su actuar excéntrico o diferente al de su grupo social de referencia, ya sea la clase social, el grupo etario y sexual (o de género).

La naturaleza (o especificidad) de los fenómenos epidemiológicos masivos como es el caso de las pandemias, tales como el Covid 19, no puede ser asumida para su estudio y análisis riguroso, desde la sociología general sólo como parte de una moda intelectual, propia de algunas sociologías específicas que si bien no carecen de valor heurístico, o explicativo dentro del respectivo campo de estudios, no deberían perder su perspectiva crecientemente integradora de los esfuerzos de las distintas disciplinas científicas. Esto no implica que no podamos hablar, dentro de la presente coyuntura, de una “sociología del coronavirus” o “de las burbujas”, desde las que se han venido haciendo numerosos aportes al estudio de un hecho social y biológico tan complejo, además de inédito y cuya exteriorización nos ha situado en una polaridad entre la perplejidad o la incertidumbre y el miedo pánico, como un gran motor del comportamiento social en estos días.

(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor.

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5 COMENTARIOS

  1. La Sociología como ciencia siempre estará expuesta a cambios de paradigmas dependiendo del contexto social e histórico en el que se este desenvolviendo, nuestra actual sociedad y cultura es ecléctica y multidisciplinaria, lo que permite a otras ciencias como la psicología o la psiquiatría ampliar y tener otras perspectivas de los fenómenos estudiados, lo que permite urdir diferentes concepciones y conceptos para una mejor comprensión de lo que ocurre en el entorno. La ciencia es un concepto orgánico que no esta sujeto a lo estático ya que las cosas o problemas evolucionan y dirigen a las masas a lugares insospechados donde van a primar siempre los instintos mas básicos heredados por nuestros ancestro los cromañones pues la inteligencia emocional es superior al intelecto y esos lo saben los lideres quienes manipulan por medio de los impulsos primarios como lo son la violencia y el sexo

  2. De María Amoretti:Muy interesante tu publicación Rogelio. Por muchas de las razones que tan claramente expones desde el arranque de tu artículo, después del estructuralismo yo no me fui por la Sociología de la literatura, sino por la Sociocrítica, un intento de enfrentar la difícil relación entre arte y literatura desde un enfoque trans disciplinario que buscaba desafiantemente partir de una teoría general de las sociedades.
    El fundador, el Dr. Edmond Cros, en el penùltimo Congreso, dialoga en su conferencia precisamente con Morin.
    En correo aparte te mandaré mis comentarios al respecto. Pero me encantó el cierre de tus reflexiones relativas a la Pandemia como fenómeno social y como tal teóricamente puede funcionar como un un Intercambiador ferroviario, un “shifter” de prácticas sociales y sus discursos, de un análisis nada fácil, frente al que solo un pensamiento complejo como el de Edgar Morin puede aceptar el desafío.

  3. De María Amoretti(II):En cuanto al tema de la sociología clínica, es ya patente el efecto del desempleo en la salud de la población. Todos síntomas allí citados se dan en el personaje de una miniserie francesa que mencioné en este chat, “Recursos inhumanos”.
    Y para no ir muy lejos. Te cuento: el martes pasado me realizaron tres operaciones en las encías, a propósito de las cuales me comentó la destacada periodoncista que había pasado muy ocupada en la cuarentena, pues muchos de sus pacientes habían sufrido de una súbita afectación inflamatoria en sus encías. Según ella, posiblemente producida por el estrés y el correlativo descenso en su sistema inmunitario.
    Y yo que pensaba que estaba manejando muy bien la ansiedad yb estrés en esta pandemia!

  4. De María Amoretti(III):Gracias por iluminarme sobre la fuerza y el poder de “ las relaciones establecidas” y mis impulsos primarios, los cuales, pensamos la periodoncista y yo, me atacan en el sueño nocturno, en una manifestación psicosomática denominada BRUXISMO.
    De las aguas calmadas líbranos señor.
    Es mucho lo que tendría que agregar el Instituto de Derechos Humanos y responsabilidad social sobre este tema que, tan sabiamente eligió argumentar en nuestra defensa ante los más altos tribunales.

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