miércoles 17, abril 2024
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La finca integral: una vacuna para cualquier pandemia

A propósito de actual pandemia que azota al mundo y a nuestro país, hemos recurrido a este sugerente título, dado la trascendencia que tienen hoy día las fincas integrales. Y en verdad, quienes hemos estado, desde hace mucho tiempo, ligados a la agricultura, pero en particular a la agricultura ecológica o sostenible, creemos que la finca integral es realmente una excelente vacuna para cualquier pandemia, tal y como lo argumentamos a continuación.

Para esto, quiero empezar compartiendo un pedacito del cuento El caos y el Orden, publicado por Gustavo Wilches en un trabajo suyo publicado en Colombia hace más de 20 años, bajo el título ¿Y qué es eso del Desarrollo Sostenible? El cuento nos narra:

“Cuando comenzó a llover pensé que iba a alcanzar a llegar al pueblo Diviso, pero a los dos minutos parecía que estuvieran echando el aguacero con baldes. Entonces cargué la bicicleta, la pasé por encima de la cerca al otro lado del camino, y me arrastré por debajo del alambre y me metí a escampar al cafetal de don Armando.

Afuera no se veía la carretera por la cantidad de agua que caía. Adentro se oían los truenos y sonaba el aguacero al golpear contra las ramas más altas, pero bajo los árboles pasaba una llovizna ligera, más bien escurría el agua lentamente por entre las hojas y los arbustos y los troncos.

 

Mientras esperaba a que escampara, cafetal adentro, vi unos naranjos cargados. Recosté la bicicleta contra un árbol y me fui a coger una naranja. Habían bastantes; estaba seguro de que una no le haría falta a don Armando. Era una naranja pequeña pero jugosa, dulce y sana. En la mochila guardé otra, para más tarde.

Como seguía lloviendo comencé a recorrer el cafetal: además de los palos de café, había piñas, matas de plátano, cachimbos, guabos, gallinas escarbando el suelo, una bimba con cría, unos arbustos de achiote, un árbol de sauco, árboles de limón, de lima, de naranja, agria, todo como mezclado. En el suelo crecían distintas yerbas. Yo no sé mucho de eso, pero distinguí algunas plantas medicinales. El cafetal colindaba con una parcela de maíz, y más allá con otra más grande de caña. Don Armando sacaba panela (dulce) y de vez en cuando guarapo. En otra vuelta de la carretera, el cafetal estaba separado del camino por matas de caña brava.

Me senté sobre la hojarasca, junto a un guabo, a pelar la otra naranja. El suelo era blando. Comencé a escarbar con una mano: bajo las hojas superficiales había otras descompuestas. Había hongos, raicillas, insectos, lombrices, gusanos. Después el suelo se volvía una masa negra, como tierra fresca. Si uno se ponía de oficio a oir, a pesar de los truenos y la lluvia, oía el canto de los pájaros. Y si se ponía de oficio a ver, los veía aleteando o volar, entre las ramas de los árboles. Así me quedé un largo rato, viendo saltar las gotas de agua desde una hoja alta hasta una más baja, una por una, hoja por hoja, gota por gota. Las que alcanzaban llegar al suelo, éste se las chupaba. Me quedé respirando el aliento del monte después de la tempestad.  Porque eso era el cafetal de don Armando: un monte; desordenado, un caos. Como los montes de verdad, los que crecen en la parte alta de la montaña o en el hueco por donde pasa la quebrada.

Regresé a donde había dejado la bicicleta y salí otra vez a la carretera, bajo el cafetal seguía cayendo agua, lentamente, cadenciosamente.

El protagonista del cuento, continúa su camino; teniendo como referencia el cafetal de don Armando, Describe el paisaje, viendo los cafetales cercanos con palos de café dispuestos en perfectas hileras, sin frutales, sin árboles de sombra y maderables, sin matas de plátano y banano. Los vecinos fumigando con sus bombas de espaldas todo lo que se encontraban a su haber. El suelo limpio, y la lluvia llegando directa al suelo, las aguas chocolatosas llegando a las quebradas. Los pájaros huyendo del veneno, los animales sin donde guarecerse. Aquí reinaba el orden.

Sigue el cuento y al final nuestro protagonista termina diciendo: “Pero me tocó seguir pedaleando bajo el agua y los rayos, porque en los cafetales “limpios y ordenados” no hay donde escampar”.

De este sencillo y lindo cuento se pueden extraer varios mensajes o enseñanzas. El monte o caos, el cual se acerca mucho a la dinámica ecológica que tiene lugar en un bosque natural, tiene muchas ventajas ambientales para la finca y su entorno. La presencia de diversos árboles y plantas permiten la protección del suelo del goteo fuerte de la lluvia, o sea, se evita a erosión, y por consiguiente la contaminación y sedimentación de las quebradas, los ríos y otros cuerpos de agua.  La diversidad del sistema productivo crea un ambiente adecuado para la vida silvestre, que también juega un papel importantísimo en la estabilidad de la naturaleza y los mismos sistemas productivos, como es el caso de las abejas nativas y melíferas comerciales, que está comprobado son esenciales en la polinización de los cultivos de los que dependemos los seres humanos y las demás especies naturales. Pero además, la diversidad de componentes y la abundante vegetación, proveen de materia orgánica, básica para la vida del suelo, lo cual sustenta, por ejemplo, la afirmación de los agricultores ecológicos japoneses de que “en un suelo sano, crece una planta sana”.

La diversidad de los sistemas productivos presentes en una finca como la de don Armando, proporciona una canasta diversa de productos a las familias campesinas, lo que les permite vincularse a los mercados y asegurar el autoconsumo familiar. Por último, la protección del suelo y una abundante materia orgánica, mantienen y mejoran la fertilidad del mismo, reduciendo a su vez la dependencia de insumos externos, en su mayoría agroquímicos, igualmente dañinos para a salud y el ambiente.

La finca de don Armando es un retrato de lo que es una finca integral, que es aquella finca familiar en la que coexisten diversos sistemas de producción agrícolas, pecuarios y forestales, así como diversidad de componentes productivos dentro de los mismos, en los que se reutilizan y reciclan los desechos de producción, se minimiza el uso de insumos externos y se maximiza el uso de la energía; además, se asegura la protección y recuperación del suelo. En esta finca es central la incorporación y participación de la familia en las labores productivas, de procesamiento y de comercialización, para generar ingresos económicos y asegurar la provisión de alimentos para el consumo de la familia.

¿Pero por qué decimos que la finca integral es una vacuna para cualquier pandemia? Porque estas fincas soportaron la pandemia neoliberal de las décadas del 1980 al 2000, que se caracterizó por un proceso sostenido de ajustes estructurales en el sector agropecuario, que llevaron a diezmar la pequeña y mediana producción, orientándola hacia la exportación, con muchos fracasos y la desaparición de más de un 10 % de la población de productores al inicio de nuevo siglo y en desmedro de la producción para el consumo interno. Esta agricultura, bautizada en su momento como agricultura de cambio, afianzó los pilares de la Revolución Verde, a saber: expansión de los monocultivos, uso de semillas mejoradas, aplicación exacerbada de agroquímicos y fertilizante sintéticos e introducción de maquinaria; o sea, el orden. Sin embargo, hoy persisten las fincas integrales que priorizan el caos, y que se están expandiendo, como una respuesta a ese modelo especializado de agricultura de las últimas décadas del siglo pasado y las primeras del actual.

La finca integral, está vacunada contra la pandemia del  cambio climático, como lo  demuestra la narración del cuento, ya que es una agricultura mejor adaptada para soportar los embates adversos de dicho cambio, por la forma en que se manejan los diferentes sistemas de producción, los recursos naturales relacionados, como suelo, agua, biodiversidad natural, y por el respeto a las leyes que rigen la dinámica ecológica natural de los ecosistemas. En otras palabras, la finca integral, como se suele decir hoy día, es más resiliente.

Por último, la finca integral está vacunada para enfrentar los efectos de la pandemia sanitaria, como la que vivimos hoy. Pues es capaz de proveer alimentos de manera sostenida al mercado nacional, con una oferta diversa de productos alimenticios, en su mayoría, limpios de agrotóxicos.  Además, al mantener una producción diversa y estable para el mercado, ha permitido mantener a sus colaboradores trabajando en la finca, y ha asegurado los alimentos para el autoconsumo de la familia.

En síntesis, la finca integral si está vacunada para cualquier pandemia, y en el país contamos con ejemplos de familias, que pueden dar testimonio de esta afirmación, pero que serán tema de otro artículo.

(*) Wilberth Jiménez Marín es académico de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad Nacional y colaborador de la Red de Fincas Integrales de Costa Rica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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1 COMENTARIO

  1. Toda la razón don Wilberth, ojalá el ideal de ese modelo de vida fuera más común, no sólo contra pandemias, ese modelo nos vacuna contra el hambre, la obesidad, diabetes, estrés y hasta contra el cambio climático. Las importantes enseñanzas de ilustres personas como Masanobu Fukuoka, Bill Mollison, Ana Primavesi y Jairo Restrepo son indispensables para la construcción de una nueva organización humana mundial, ya lo dijo el señor Fukuoka: «el último fin de la agricultura natural no es la producción de alimento, sino, el mejoramiento del ser humano.

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