Ese estado de cosas casi imperceptible en el que nos movemos, o la inevitable presencia de todo aquello que a título de una quintaesencia casi mágica, es traído a cuento con suma frecuencia en el transcurrir de la cotidianidad, por parte de muchas gentes desaprensivas, y acostumbradas a actuar casi siempre con una gran dosis de ligereza, llaman o conocen como “la normalidad” o “lo normal”, es en realidad algo que dista mucho de serlo, dado el alto componente patológico, a veces letal y lleno de falsedades que subyace en él. La rutina y la monotonía de la vida cotidiana se encargan de hacer casi imperceptibles ante nuestros ojos, esos elementos destructivos e impregnados de falacias, los que solemos pasar por alto para aceptar que el mundo en el que vivimos, o en el creemos vivir es el mejor de los universos que puedan existir para los seres humanos, evitando el riesgo de que nos acusen de haber perdido la razón, si nos atrevemos a decir por ejemplo que dudamos de la afirmación de que la distancia entre dos puntos es la línea recta. Es bastante conocido el hecho de que, dentro de la abundante producción textual de la filosofía de la ilustración del siglo XVIII, el pensador francés y maestro de la ironía que fue Voltaire se encargó de burlarse de otros filósofos contemporáneos suyos, tales como el alemán Gottfried Leibniz, a quien acusaba de tener un optimismo incorregible y fuera de toda realidad, poniendo a algunos de los personajes de su novelita satírica “Cándido”, entre ellos un mentado doctor Pangloss, a decir que pese a todas las desgracias, no importaba cuán inmensas y desproporcionadas fueran, ellos seguían viviendo en el mejor de los mundos posibles. Para esa clase de gentes, en nuestro tiempo histórico enmarcado y condicionado por el Covid 19, dicha pandemia no existe, o es el resultado de una tenebrosa conspiración de algunos genios malvados, lo que no quita que seguimos viviendo en el mejor de los mundos posibles, olvidando que ha sido precisamente la pandemia la que ha puesto en evidencia la patológica “normalidad” en la que hemos venido viviendo desde hace ya mucho tiempo. Dicho de otra manera, ha sido esta presunta anormalidad en medio de la que nos encontramos, dominados a ratos por el miedo y la incertidumbre, la que ha hecho aflorar y poner en evidencia la anormalidad de eso que, a fuerza de repetirlo, llamamos la normalidad.
Sucede que cuando la mentira se convierte en el credo de un gran sector de la población, llegando a desfigurar eso que podríamos calificar, con una dosis de cautela, “la realidad” o algo que por lo menos pudiera aproximársele, es cuando nos encontramos en la mayor indefensión y sin poder identificar los males que nos aquejan y mucho menos sus causas.
Cuando la mentira se vuelve obligatoria de tanto ser repetida, día y noche, un día sí y otro no, por muchas personas, es cuando hemos llegado al punto sin retorno, si lo vemos de manera pesimista, de que nos estamos adentrarnos en un universo totalitario, sin que haya ninguna conciencia perceptible de ello. Por más que las víctimas de esa u otra mentira descarada intenten ofrecer explicaciones razonadas, y con abundantes argumentos de peso, la velocidad con que los mecanismos de la mentira se despliegan hace que ésta termine revestida por el manto de la impunidad. ¿ será por todo lo que hemos afirmado que en la lengua inglesa la palabra “propaganda” (En inglés “La palabra propaganda es despectiva y no se emplea para hablar de “propaganda publicitaria”. Para ese significado se usa el término advertising.”( Nuevo SMART interactivo Diccionario Español-Inglés English-Spanish Océano Editorial Barcelona sf.) es considerada como sinónimo de engaño y de falsedad? La artificialidad y el revestimiento presuntamente técnico del término hacen que mucha gente hablante de nuestra lengua castellana no se percate de su peligrosidad, en el caso de que tengan conciencia de que están haciendo eso. Es decir “haciendo propaganda”, lo que significa estar repitiendo expresiones engañosas elaboradas por otras gentes, por lo general con segundas intenciones no siempre explicitadas abiertamente.
Alrededor de las personas de la llamada “Tercera Edad” (la prolongación del ciclo de vida humano ha llevado a hablar de una cuarta) existen una cierta cantidad de expresiones que pueden llamar a engaño a quienes hayan cruzado el umbral del tiempo, habiendo pasado a formar parte del grupo de los llamados adultos mayores. Es así como existen denominaciones un tanto irónicas para cazar incautos, como la de “ciudadanos de oro” y otras semejantes, a los que en algunas oportunidades, hasta se les da su carnet también de oro, como en el mito colonial de la búsqueda de El Dorado, para diferenciarlos así del resto de la población o, al menos como un presunto reconocimiento “respetuoso” a los ancianos(as).
Semejantes lugares comunes no resisten la contrastación con lo que en efecto sucede, en muchas oportunidades, con esa multitud de adultos mayores que pululan por allí, en especial con aquellos que, de una manera muy notoria, van perdiendo algunas de aquellas facultades o atributos que mantienen al ser humano dentro del ámbito de la llamada normalidad, sobre todo en estos tiempos del cambio tecnológico acelerado. Para las consumistas y cobardemente hedonistas sociedades del nuevo siglo, como parte de lo que vienen a ser una especie de funciones latentes, de orden social, que conforman el discurso que manejan algunas mentalidades de nuestro tiempo, la aplicación en los hechos de las implicaciones del calificativo “viejos de mierda” o algo así, la que viene a ser una especie de descargo de la hostilidad, suscitada entre algunos de los más jóvenes en estos días, por la presencia de una numerosa población mayor, conformada por gentes que han sobrepasado los sesenta años. Esos viejos que viven demasiado y deberían de sacrificarse en medio de la pandemia para que los imperios sigan viviendo, tal y como lo manifestó un vicegobernador del estado de Texas, además de que son “pensionados de lujo” o por lo menos se han dado el lujo de pensionarse o jubilarse, ocupan demasiado espacio en la vida social y tienen ventaja en la fila para entrar al supermercado en estos tiempos de pandemia, al igual que sucede en los bancos y en otros servicios. El que vivan tanto pone en peligro la reproducción del capital que es lo de verdad importante.
Cuando la clase empresarial, estrujada por el capital financiero y un puñado de exportadores, decide saquear los recursos de todo un pueblo con el falaz pretexto de contrarrestar las consecuencias socioeconómicas del Covid 19, cargándole su costo a la población más pobre, la que ha quedado sin ingresos y hundida en el desempleo, ya no estamos sólo en el reinado de la mentira sino también en el del saqueo generalizado y el exterminio de millones de personas por todo el planeta. Todo esto, dicho de otra manera, significa que estamos en la cima de la distopía totalitaria del neoliberalismo, en medio del despliegue descarado del darwinismo social, con su discurso acerca de la supervivencia de los más aptos, los señores que mandan en nuestros países, los de las cámaras empresariales. El resto de la humanidad, ya no sólo los ancianos y los niños sin techo, tendrán que sacrificarse ante ese altar.
(*) Rogelio Cedeño Castro, Sociólogo y Escritor
Excelente, solidario y humano.
Mi quito el sombrero, extraordinario, no puedo decir menos de tu artículo. Con tu permiso voy a narrar otro ángulo. No es una ocurrencia decir que todo individuo debería ser una república. Mejor idea no hay que la de ser soberano de uno mismo. Porque la idea de la política, de toda política real, no la imaginada, es la de condicionar al individuo, asunto casi inevitable que cada persona debería analizar con suspicacia. En el fondo, en la trampa de las ingenierías sociales, rara vez somos consultados. ¿Quienes somos los ciudadanos?. ¿Arriados?, ¿individuos?, ¿locos?, ¿trogloditas?. Nos mentimos, nos inventamos pasados mejores, para tener donde azir nuestra desnudez existencial, pero cuando se proponen narrativas ciertas y dignas, hay en la humanidad una fuerte tendencia a practicar la amnesia y a quedarse con el oprobio de lo pretérito y hasta del presente. Se nos propone, sin embargo, el dejar de ser individuos de muchas maneras. Hay que estar alertas. En Costa Rica nos paseamos diciendo “yo soy libre”. ¿Lo somos? Hay, sin embargo, otra pregunta subversiva y hasta ingrata: ¿de verdad queremos ser libres? No hay que dar por sentado que el deseo de las masas es la libertad. Yo sospecho, a veces, que el plato favorito de las mayorías se sirve con comodidad y seguridad; de postre, si el tiempo alcanza, se conforman algunos pueblos con los azúcares de alguna libertad. Me gustaría equivocarme, pero parece cierto que quienes se fajan por la libertad son pocos que a veces resultan pésimos o muy accidentados sin necesidad. He constatado, con desaliento, que no pocas veces al gobernado le gusta que lo gobiernen, sino en todo, en parte, y esto se traduce en “yo no quiero pensar ni decidir”. No dudo mucho: el individuo, el singular de su propia república, va perdiendo territorio frente a la política real, frente a la pirotecnia metafísica de los partidos políticos y de las castas militares. En fin, quizá me haya salido del tema pero ésto es lo que me provocó la lectura de tu hermoso escrito.
En Nicaragua,pais de poetas,su gobierno cristiano, socialista y solidario esta acabando con la poblacion.Inclusive con su propia gente. Ese es un digno caso de estudio para un sociologo y escritor que conoce biena los personajes de la historia,como usted don Rogelio. Deleitenos con un escrito de la pareja en ese mundo raro y loco.
Señor Javier Espinoza, esa apreciación suya sobre Nicaragua es una ligereza consecuencia de la desinformación, de una campaña feroz y xenofobica contra el vecino país, revise sus fuentes.
La cantidad de mentiras que se repitan todos los días en la prensa costarricense, particularmente en los llamados grandes medios impresos y en la televisión, es tan grande que los mentirosos de oficio terminan por atragantarse con ellas. Le han metido en la cabeza a las gentes del común la idea de que hay pensionados de lujo en este país (en realidad gentes que pagaron cuotas muy elevadas por una pensión más alta), a los que les esquilman la mayor parte de la cantidad nominal que aparece como «monto de la pensión», no saben que muchos de ellos pagan casi un millón de colones sólo por impuesto sobre la renta. Le han hecho creer a un sector importante de la población que los subsidios que entrega la Caja del Seguro Social, a título de «pensiones no contributivas», en realidad no lo son, ya que las jubilaciones se conforman con el aporte tripartito del trabajador, el patrono y el estado (así establecido en las políticas del new deal rooseveltiano, en la Norteamérica de los años treinta), debiendo cotizarse para ello por un importante número de años. Mienten sobre el desmantelamiento de la CCSS una labor criminal en la que llevan ya muchos años, amarrándole el perro por sumas de muchos millones de colones, ahora con esta pandemia están a punto de quebrarla, además de los graves problemas que hay con la mala administración de los fondos de los regímenes de enfermedad y maternidad e invalidez, vejez y muerte(IVM)que es el de la pensiones de la caja. Estos canallas mentirosos de profesión, aparentan ser los defensores del pueblo, cuando en realidad preparan el exterminio de muchos miles de personas, por vías directas e indirectas, casi por inanición en el caso de muchos de los llamados «adultos mayores», todo apunta hacia el saqueo de todos los fondos de pensiones en beneficio de los intereses del capital financieros y de los estafadores con los llamados «fondos de inversión», como es el caso de ALDESA.
Don Rogelio : La Caja la han quebrado quienes la administran.Solo imagínese que el 80 % de las platas del Seguro Social estan invertidos en Bonos de la Republica de Costa Rica.Los entendidos dicen que pronto serán bonos basura.Ese problema si arrodilla a la Caja.Pero dedíquenos un escrito de la pareja.
Dicen que se fue Eden ….
Mi estimado Allen Pérez, esa es la paradoja de que nos hablaba en el siglo XVI Étienne de La Boétie en su Discurso de la servidumbre voluntaria. ¿Será de verdad, que los seres humanos quieren y luchan de verdad por ser libres? o por el contrario como bien dices se conforman si acaso con algunas migajas de libertad.
FELICITO AL AUTOR DE ÉSTE COMENTARIO PUES NOS COLOCA FRENTE AL ESPEJO DE UNA REALIDAD- VERDAD QUE FORMA PARTE DE LA INFRAESTRUCTURA DEL DESASTRE SOCIAL Y ECONÓMICO QUE,PARADOJALMENTE, ESTA FINANCIADA POR LA TIRANIA DEL NEOLIBERALISMO GLOBAL..Desde Santiago de Chile SALUDA JBLASMORALES.