martes 16, abril 2024
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El martillo y el baile

Me disgusta y además me parece extraña esta consigna de “el martillo y el baile” por dos razones:  la siento como disonante con el estilo creativo popular de la cultura criolla tradicional además de que me parece que es una forma de decir:  castigo o pachanga como si se estuviese hablando de un curso de estudios en una academia o de la opción que se ofrece en un concurso.

No considero la aplicación de las cuarentenas y otras medidas de prevención un castigo, sino la aplicación de lo máximo que está a nuestro alcance para enfrentarnos a circunstancias globales de vida o muerte que están fuera de nuestro control.  No es un castigo por “portarse mal” sino lo máximo posible en defensa de la vida para todos:  para los que se portan bien y para los que se portan mal.  Lo del premio por “portarse bien” me parece aún peor:  “el baile”, la fiesta, la pachanga;  como si esto representara el ideal de nuestra sociedad, el gran triunfo, y cuando es lo menos a lo que podríamos aspirar y que podríamos querer en estos momentos de tragedia en todos los campos:  ¿el baile como objetivo antes que la convalecencia, la sanidad, la reconstrucción del país, el empleo, el sueldo, la educación, etc.?

Otra incongruencia:  quienes se están “portando mal” lo hacen por amor al baile y a la fiesta por sobre todo lo demás.  Es como si su lema fuese:  “¡Dejemos ya lo del virus;  muy aburrido;  sigamos con la fiesta!”  Entonces ¿resulta que eso que desean los “malportados”:  el baile y la fiesta, es lo que las autoridades ofrecen como premio? ¿No están diciéndonos con eso que los “malportados” son quienes tienen razón en sus deseos y quieren lo que todos deberíamos querer?  No sé quién habrá sido el creador de semejante consigna pero a mí me suena contraproducente y suavizante;  igual la considerarían, supongo, los supervivientes y los hijos de los supervivientes europeos de la I y la II guerras mundiales (e inevitable siempre recordar en estos casos la promesa hecha al pueblo británico por el Primer Ministro Churchill el 10 de mayo de 1940 para lo que se avecinaba:   “No tengo más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”).  Es más, en lo que están incurriendo los tales “malportados” es, en mi opinión, nada menos que en tentativa de suicidio y tentativa de homicidio y ¿cómo así?  ¡Sobre todo bailando!

En mi opinión estamos en una guerra crítica de vida o muerte biológica, financiera, comercial, industrial, etc.  Creo que faltan muchos muertos y mucho tiempo para que volvamos a sentirnos como para tener el ánimo y los medios para querer bailar de nuevo.  El martillo, por otra parte más filosófica, es una de las herramientas más emblemáticas, geniales, maravillosas e imprescindibles que ha inventado el ser humano y que se usa cotidiana y universalmente en todo:  desde cirugía y ortopedia hasta demolición pasando por todas las tecnologías de punta y por cosas tan delicadas como la relojería.  Ponerlo ahora a simbolizar un castigo que impone la autoridad me parece una aberración de muchos tipos;  tal vez cometida por alguien que en rara ocasión habrá usado un martillo y que sí habrá practicado mucho baile…

(*) Orlando García Valverde, Traductor-Intérprete Oficial

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