viernes 29, marzo 2024
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Wally

Hacia el norte, imponente, como vigía eterno del deambular cartago, el volcán Irazú.  El recuerdo más fiero, las erupciones de 1963, vistas desde el muro de la casa de mis amados abuelos maternos.  Diagonal, también eterna, aunque haya desaparecido, la plaza del Covao.  Mi infancia no puede ser historiada sin la plaza, manantial de deporte y de mañas. Ahí mi niñez y mi primera adolescencia.  Ligado siempre al arte, que no comercio, de patear una bola y soñar ser un acróbata del fútbol, como Pelé, Rivelino, Tostao, y tantos otros que disfrutamos en el México 70.

Seguidor por nacimiento y por tradición familiar del Club Sport Cartaginés, los domingos acudía al estadio de cantarrana a ver a los héroes, muchas veces acompañado por mi tía María. Cartaginés por mi tío abuelo Lorenzo y mi abuelo Aníbal, vibraba con el equipo en aquel tiempo de inocencia todavía.

Ahí descubrí, de pronto, que mi barrio, el barrio El Molino, tenía un nuevo habitante, y jugador del equipo brumoso, Wally Vaughns.  Eso fue una fiesta en mi infancia.  No más a cien metros de mi casa viviría quien sería una de las glorias del cartaginés. Los recuerdos me abruman, los domingos me despertaba temprano para ir a esperar que Wally saliera de la casa de doña Haydée, para acompañarlo hasta el estadio, en el barrio Asís.  Wally nos metía por el vestidor, para que llegáramos a la gradería, sin tener que pasar por la boletería.

Hablar de Wally, es hablar del ballet azul, de ese equipo de ensueño para nosotros los derrotados cartagineses: hablar del Pelirrojo Córdoba, Leonel Hernández, Fernando Jiménez, el Macho Coto, Asdrúbal Meneses y sus otros compañeros.

Hablar de Wally es hablar de verlo transformarse en un guepardo, sobre el césped del cantarrana, con el balón siempre pegado al taco y con la mirada al frente, haciendo vibrar a todo el estadio, domingos de carnaval.

Hablar de Wally es hablar de las tardes en la plaza del Covao, pateando la bola, y la fiesta completa cuando él se aparecía por ahí y participaba un rato de nuestras mejengas.  El carajillo que era yo, me le paraba al frente y trataba de no dejarlo pasar, de quitarle la pelota. Alegría de aquellas tardes que jamás volverán.

Por eso, hoy que le rinden tributo a Wally, se juntaron los recuerdos de mi infancia en el viejo Cartago.  Como me dijo mi hermana Ana Margarita ayer: Larga vida para Wally.

Playa Brasilito, Cabo Velas,

(*) Jorge Castillo Arias

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3 COMENTARIOS

  1. Hermosas imágenes portadoras de recuerdos de vivencias plenas, las que fueron disfrutadas con otros niños, en esas mejengas de niño en tu patria chica cartaginesa, en una plaza que ya no existe más que en tu memoria, con el humeante volcán hacia el norte, añoranzas de un equipo cartaginés y sus integrantes destacados, no importa que no ganaran, te ganaron a vos, un equipo y unas gentes con las que te identificaste, al lado de tu abuelo como bien dices. Todo se resume en un nombre en una palabra Waly, ahora homenajeado con connotaciones heroicas y de leyenda. Saludos Jorge.

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