viernes 13, diciembre 2024
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Los mundos que se acaban

La época que me tocó vivir, desde la mitad del siglo XX, plenos años de guerra de miedo a una hecatombe nuclear, luego vendría una paz demasiado bonita para ser verdad, donde regresábamos a una estabilidad que se había perdido desde Sarajevo, una tranquilidad apenas sacudida por un que otro terremoto y crisis económicas en “montaña rusa”, a las que nos habíamos ido acostumbrando.
Un día vendría el SIDA a plantearnos nuevos retos, no obstante a pesar de su importancia al involucrar el acto sexual: quintaesencia de la reproducción, sabíamos que si evitábamos la sexualidad promiscua, era posible que no nos contagiáramos. En eso estábamos cuando aparecieron los antiretrovirales que permitían alargar la vida al portador del HIV-SIDA, pudiendo vivir largas décadas tranquilamente.
Después vendrían los milenials en un acto de rebeldía, a tirar a la basura el preservativo, al cabo el contagio les parecía muy lejano y además los grupos abortistas tomaron el poder y todo se valía. Era como “el país de las maravillas”, sin Alicia o con muchas Alicias y Alicios, se movían con veleidad los gélidos alisios, todo resultaba demasiado hermoso para ser cierto.
Llegó, después de los tres avisos: Ébola, SARS y MERZ, un enemigo fúrico: el SARS CoV2, este llegó y se metió por la puerta trasera, el guardián o dormía o se hacía el dormido, cuando vimos “eso que parecía una gripe más”, nos paralizó a todos los habitantes del planeta Tierra.
Creímos que seguiríamos burlándonos de esos sorpresivos ataques de la naturaleza, luego culpamos a algunos millonarios de provocar el mal, a gobiernos enteros, a todos los que no éramos nosotros mismos, logramos crear mayor confusión y la desconfianza fue la regla.
Las listas de remedios inmensas, transmitidas a través de las redes sociales, parecían listas de supermercado, los sistemas de salud, al principio incrédulos, luego quisieron meternos encerrados en nuestras casas, no funcionó, después prohibir el uso de los vehículos, cerrar aeropuertos y fronteras cuando el virus ya circulaba entre nosotros como Pedro por su casa.
Fugas masivas entre las sombras de la noche hacia las cantinas y los lupanares, fiestas guareras en las casas y los barrios. Entonces se elevó el monto de las multas, después prohibieron la entrada a las playas, luego las permitieron de 5 am a 7 am, como si en esas dos horas no hubiera transmisión, mientras todo estaba cerrado, el Gobierno rogaba por el turismo interno, para soportar al sector tan golpeado, se hicieron puentes los fines de semana para fomentar el turismo nacional. Ya a esta altura vimos que la cosa iba en serio, a los cinco meses logramos medio entender que había algo muy grave circulando entre nosotros, que nos podía matar. Las autoridades mismas sembraron la duda por las ocurrencias y los cambios de ocurrentes estrategias, muchas veces contradictorias. Las mentes preclaras dijeron que una vacuna llevaría de diez a quince años para ser desarrollada, no explicaron que ese largo lapso es para recolectar y verificar efectos secundarios, que vendrán desde luego.
Al ver que además de la muerte de la gente, vendría la muerte de la economía mundial, empezaron a buscar con afán una vacuna y recogiendo (atando) cabos sueltos de los trabajos de investigación acerca del Ébola, SARS y MERZ, lograron ver la luz al final del túnel. Luego llegaron las vacunas en fase III, que prometían no solo un gigantesco negocio farmacéutico, aunque mataba otros negocios manejados por grupos políticos, aparece la Vacuna rusa, que se convierte en la Diana de los ataques de occidente y sus flamantes farmacéuticas, con excepción de Oxford que llevaba un tetê à tetê con Rusia y además no tenía intereses económicos, ese día en que Putin firmó el decreto, dos vacunas cayeron de $ 36 a $ 4, imagino cuánto caerían sus acciones en la Bolsa de Valores. Claro que en quince años quizá sabremos los efectos adversos de muchas o todas las vacunas, pero en caso contrario estaremos muertos la mitad de la humanidad.
Se ve, aunque sabíamos hace muchos años, que el mal mayor que es el cambio climático, está encima, no es que tenemos peligro, no, es que estamos en el mismo cambio climático para lo cual no hay vacuna. Tendremos que reinventar muchas cosas, la agricultura, la industria, el trasporte, cambiar hacia la construcción de barriadas ecológicas, demasiadas cosas, no para revertirlo, no, sencillamente para mitigar en parte sus dramáticos daños.
En un año hemos pasado de una existencia frívola a una vida llena de retos, los gobiernos mismos tendrán que ver de qué manera salen adelante, no podrán gozar del aumento de impuestos porque no habrá a quien cobrárselos. Leyendo a Stefan Zweig, en “El mundo de ayer”, pude constatar que para su generación el mundo se había acabado varías veces en un periodo que iba de Sarajevo al Holocausto.
La sensación de derrota es imposible de desterrar, ya nunca seremos lo que fuimos, con bien saldremos a la calle un poco menos policíacamente manejados. La ley, esa tirana, cuyo manejo ha caído en manos de quienes no la manejaban, está prisionera de los caprichos del gobierno (de los gobiernos). ¡Ya ni llorar es bueno!
(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico

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3 COMENTARIOS

  1. Don Rogelio, si yo fuera usted no descartaria el peligro real de una escalada militar y que usen armas nucleares, no crea usted que los dementes y sicopatas que mangonean el mundo no usaran este metodo en su desespetacion por perpetuar el sistema fallido que han creado.

  2. No, esos psicopatas quieren gozar del poder que tiene y muertos no podrían, cada cierto número de años suceden este tipo de sucesos graves: epidemias, pestes, guerras, grandes cataclismos etc etc y en ellos los sicopatas ganan mucho poder y dinero. ¿Usted no vio el “desmadre” que se formó cuando Putin anunció la vacuna “baratiere?, el “Bueno para nada de la OMS” Empezó a ladrar contra ella. El pánico de ese viejo es que se acaba su negocio, y el de los nuestros también, ya nadie sale en los noticieros, hay una desbandada de locos.

    • Excelente , apoyo a los médicos que están despiertos y hablan sin pelos en la lengua , gracias por su artículo y comentario.

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