La definición que usualmente se utiliza para prensa amarilla o prensa amarillista es la de que se trata de un tipo de periodismo que presenta noticias con titulares llamativos, escandalosos o exagerados para tratar de aumentar sus ventas, aunque por lo general estas noticias no cuenten con ninguna evidencia (o escasas) y sin una investigación bien definida. La definición, concisa como deben serlo todas, ilustra bastante bien ese tipo de periodismo que busca alimentar la vulgaridad y el deseo de sensacionalismo de las masas. Este tipo de publicaciones privilegia el impacto y siempre pretende llamar la atención. Por lo general se interesa más por las formas que por la calidad del contenido.
A nivel general, puede decirse que el amarillismo se caracteriza por los titulares de gran tamaño y las fotografías explícitas.
El lenguaje suele ser informal o incluso vulgar, incluyendo muchas veces opiniones o juicios de valor que generan polémica.
Los accidentes, los hechos policiales y los problemas de pareja de personas conocidas son las temáticas más frecuentes del amarillismo. En lugar del análisis de la información o de la investigación rigurosa, estas publicaciones, programas radiales y televisivos suelen darle preponderancia a las frases, los rumores y las imágenes que causan conmoción. Informar, de este modo, queda en un segundo plano, detrás de la intención de impactar.
El amarillismo también afecta de forma negativa cualquier emprendimiento por parte de las grandes compañías de cualquier mercado de interés popular; por ejemplo, ante la salida de un nuevo dispositivo electrónico, la prensa amarilla tiende a publicar decenas de artículos vacíos de contenido enfocados en sus defectos y en accidentes que supuestamente provocaron en los primeros usuarios, intentando generar en el público la idea de que la empresa irá indefectiblemente a la quiebra a causa de su fracaso, aunque nada de esto sea cierto.
A diferencia de la prensa transparente y ética, que puede ser la fuente de artículos que trasciendan su era y se inmortalicen por el uso de la lengua o las ideas que presentan a sus lectores, el amarillismo parece ver sólo el día a día, el impacto que puedan causar «hoy», sin importar qué hará mañana.
Como lo dice la palabra, el sensacionalista es quien se dirige solo a los sentidos o sensaciones de las personas y los estimula, particularmente el oído y la vista, porque se piensa que eso es lo que atrae a los receptores de información, que solo quieren ver y oír, pero que no utilizan su inteligencia ni su sensibilidad social.
La anterior no es sinónimo de amarillismo. Esta se utilizó originalmente para designar los periódicos de comienzos del siglo XX que en su primera página publicaban la figura de un hombre de color amarillo que comentaba las noticias. Después esa palabra, amarillismo, significó la tendencia a destacar en las primeras páginas las noticias de crímenes y catástrofes.
Esta tendencia de origen comercial, porque parte de la creencia de que así se venden más ejemplares o se obtiene una mayor sintonía, limita el objetivo de la información periodística e impide que el receptor conozca los aspectos más profundos y sólidos de los hechos.