En menos de un mes, el 31 de octubre, el delantero cumplirá la mayoría de edad, y tal vez las marcas de precocidad dejen de estar a su alcance; sin embargo, constituir la gran esperanza del barcelonismo cobrará mayor realce ante el temor latente de una eventual salida de ‘La Pulga’, director de orquesta en cada sinfonía azulgrana.
Y es que en muchos sentidos Fati sigue las huellas de Messi, sin entrar en comparaciones. Ambos desarrollaron sus aptitudes en La Masía, debutaron antes de los 18 abriles en el primer equipo y se robaron los reflectores de la prensa y los aficionados a la velocidad de un parpadeo.
La excelsa historia del astro argentino es harto conocida; Ansu, en cambio, todavía tiene mucho que demostrar, aunque cuente con la bendición de los dioses del fútbol y el glamour de su estilo se cotice más alto que el oro. Eso sí, un manojo de virtudes otorga argumentos a sus fieles defensores.
Un jugador que con total descaro pasó de ser un delantero centro puro en el Juvenil A del Barça, a escorarse a la banda izquierda para esquivar rivales ‘grandotes’ en el plantel principal de la franquicia o en ‘La Roja’ del técnico Luis Enrique. Un cambio para nada difícil gracias a la velocidad de su desplazamiento, con potencia, técnica, dribling y remate.
No en vano el Barcelona amarró al extremo, mejoró su ficha anual y tiene de su lado un contrato hasta el 30 de junio de 2022, ampliable a dos temporadas más, con una cláusula de rescisión de 400 millones de euros. Algo está claro en la ciudad condal: Ansu Fati será su faro y guía en la era pos-Messi.