miércoles 24, abril 2024
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Un callejón sin salida: Costa Rica urge de la III república

Lo que formalmente se instituyó con la Constitución Política de 1949, presagiado con el portento de las conquistas de la clase trabajadora a principios de la década de los 40 del siglo pasado, que fue nuestro Estado Social de Derecho, ya no existe como proyecto nacional histórico, es decir, como columna vertebral de un norte acordado por las fuerzas sociales emergentes consensuado de manera tácita o explícita. Pocos y sin éxito han tratado de convencer al país que la II República yace muerta, y que la nación urge de un drástico reacomodo  de sus clases y movimientos sociales.  Debe pensarse en la III República, en una asamblea nacional constituyente para que construya en paz un nuevo pacto social de alcance histórico.  Pero ello urge de la eliminación de los representantes del pueblo por listas,   y de la creación y expansión de nuevos  distritos electorales, de forma tal que los representantes respondan personalmente ante sus electores.  

Con el ascenso del neoliberalismo en 1982 hasta la fecha, la tónica de la gobernanza se ha caracterizado por el desmantelamiento de las conquistas sociales y de la posibilidad que tuvieron capas de nuestro pueblo para ascender en las jerarquías de nuestro entramado social.  Si queremos un país sin gorilas y sin guerra, solo queda un camino: reparar el tejido social con un proyecto nacional y holístico de desarrollo, alejado del capitalismo salvaje.  

Conviene abrir los ojos porque lo apuntado existe ahora como un mero reflejo de un pasado político que es imposible replicar. Lo que queda en pie de la II República son las sombras de su mejor época, de ninguna manera idílica, pero suficiente para haber instaurado un hilo conductor de gobernabilidad y de sanas expectativas de movilidad o ascenso social. 

Pero la corrupción se ha interpuesto a media tirada de la vereda y la mirada se nos dificulta más allá de sus linderos. 40 años de corrupción y de injusticia social ya son suficientes. La república de las grandes mayorías debe ensancharse a su paso frente a la  república de unos pocos. La respuesta es la asamblea nacional constituyente, una que reclame para sí la ruptura con lo viejo venenoso y el abrazo de lo nuevo por nacer. 

El caos en el gobierno y en la  calle, el empobrecimiento de la gente y el saqueo hecho por ciertos oligarcas del erario público, se reflejan en la angustiosa incertidumbre que se ha adueñado de quienes viven en esta patria, nacionales y extranjeros. Mi esperanza es que de esta drástica ruptura social y de su inevitable sangrado, Costa Rica sea capaz de emerger con el héroe colectivo  que subyace en la nación.

(*) Allen Pérez es Abogado

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1 COMENTARIO

  1. opino igual que don Allen, sólo necesitamos expertos en la materia que hagan borradores para que podamos abrir el debate de cuál o cuáles partes de una y otras propuestas nos benefician a todos.

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