jueves 25, abril 2024
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Y falta lo peor

De cal y de arena

La crisis fiscal, económica y social que amenaza con devastar desde sus bases la estabilidad y el progreso de este país, precede la irrupción de la pandemia. El covid-19 que se hizo presente por ahí de marzo pasado, no ha hecho más que agravar los desequilibrios y advertir la posibilidad de que se agrave la descomposición de las cifras que alertan lo mal que andamos. Los hechos toman las formas propias de un huracán que se aproxima a un país sin tomar las providencias que reclama la emergencia.

Y falta lo peor. No solamente porque se multipliquen las dimensiones de esa crisis fiscal, económica y social; también por la posibilidad de que se complique más su abordaje por el grave bloqueo que están padeciendo los estamentos políticos para entender que es a ellos, principalmente, a quienes corresponde definir la estrategia de trabajo con que Costa Rica, como país y como sociedad, debe implementar lo que la tecnocracia estructure para hacerle frente a la pandemia y para enderezar la economía y las finanzas públicas, con efecto principal en los equilibrios sociales.

El abordaje de los problemas que padece Costa Rica (fiscales, económicos y sociales) reclama la concurrencia de calificados peritos, así en lo que respecta a la neutralización de la pandemia como en lo referente a la enmienda de los desequilibrios fiscales y económicos,  sus causas y sus consecuencias.

La construcción de esa logística es un asunto fundamentalmente político. Y es allí, en el escenario de la acción política, precisamente, donde se ubican graves carencias.

Por una parte, en lo tocante al Poder Ejecutivo, hace rato está demostrado que el presidente Alvarado Quesada adolece de una acentuada ausencia de habilidad política, algo que resulta muy peligroso por su posición y por la asignación de funciones y responsabilidades que definen la Constitución y las leyes en la figura del Jefe de Estado.

A lo que hay que agregar como factor agravante la ausencia de liderazgos en todo el arco político nacional, en los partidos y fuera de ellos. Porque (1) figuras que otrora tuvieron una indiscutible prominencia y autoridad, hoy están marginadas. Sin duda, en otras circunstancias estarían en la punta de la reconstrucción social, fiscal y económica.  Porque (2) los partidos que en el pasado tuvieron prominente rol en la construcción de una plataforma a partir de una definición de su contenido ideológico, hoy no son más que “maquinarias electorales”, como lo advirtió Daniel Oduber, en mucho marcados por una visión municipalista de lo que es el gobierno de la Nación. Porque (3) están padeciendo las convulsiones de las luchas internas con ribetes de pleito entre perros y gatos. Y porque (4) esa falta de liderazgos –en el Ejecutivo, en el Legislativo y en los partidos- crea un profundo vacío de cara a los componentes de la sociedad que están llamados a brindar apoyos a la gestión de gobierno. Lo que se traduce en los brotes con ribetes de anarquía callejera en tiempos de crisis.

Lo estamos viviendo y padeciendo desde antes de la llegada del covid-19. De modo que el desbarajuste que sufre esta sociedad no es un hecho emergente solo por la pandemia.

El presidente Alvarado irradia inepcia política. La transmite y contagia a  buena parte de su gabinete. El extravío, la pusilanimidad en él y en ellos, causan estragos. Las urnas determinaron una pobre presencia parlamentaria de su partido, la cual –para mayor preocupación- con sus actuaciones induce a confusión en los otros grupos parlamentarios. La gestión de los prolegómenos con que el país se negociaría ante el Fondo Monetario Internacional, es fiel reflejo de esa incapacidad, de esa desconexión con la política y de ese magro comportamiento ante una sociedad que ya da muestras de hartazgo.

Los partidos en la acera de enfrente, ¿qué hilo conductor los guía, qué poder de convocatoria exhiben, se han percatado de las dimensiones de esta crisis y de los retos que plantea, también para la supervivencia de los partidos, a riesgo de extinción?.

Se cuentan con los dedos de la mano los diputados que han dado muestras de entender lo que está viviendo el país y las dimensiones de la tarea pendiente. Ellos han forjado buena parte de las leyes que han impedido una caída en picada; pero también algunos de ellos han reculado en los esfuerzos correctivos del desplome fiscal y económico pues  han votado en sentido contrario otros proyectos alcahuetes.

Demasiadas dudas plantea el libreto con que nos sorprenden el  Ejecutivo y el Congreso como para no pensar que todavía falta lo peor.

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

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