miércoles 24, abril 2024
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Una cadena de errores nos acerca al precipicio

De cal y de arena

El escupitajo se le devolvió a los pocos días y la escoria le cayó encima: no eran los objetores de su fallida carta de presentación al Fondo Monetario Internacional, los irresponsables. Era él mismo, el propio Presidente de la República, el que quedaba marcado indeleblemente como irresponsable por la dimensión de los errores cometidos en la elaboración del documento dirigido al FMI, en su gestión ante quienes tendrán que tramitar la legislación atinente y al dar la cara a los ciudadanos que tienen legítimo derecho a demandar que se les expliquen los alcances de tan importante asunto.

Una torpeza tras otra, hasta exasperar a la ciudadanía y llenar de pesadumbre y desconfianza el futuro, vista la incapacidad política y técnica de él y de sus asesores para construir el cuerpo de leyes y acuerdos administrativos con qué enfrentar la crisis fiscal, económica y social que abate al país.

No sólo por esto luce en su frente la marca de gobernante irresponsable. El inri se lo puso la Sala Constitucional en una sentencia de vibrante contenido –como no la registran los pronunciamientos de este Tribunal desde hace largo rato- al comprobar cómo el gobernante y su inefable Ministro de Seguridad Pública se desentendieron del mandato de la Constitución Política y del Código Penal en punto a los bloqueos de las vías públicas y  los atropellos que de ello se derivan hacia las libertades del ciudadano.

Prisionero don Carlos de su inepcia política y víctima la sociedad entera de su incompetente gestión de la cosa pública,  hoy el mandatario se ve atrapado en otro azaroso laberinto: no sabe cómo salir del embrollo que él mismo forjó con el fallido intento de convocar a un diálogo nacional donde, supuestamente, se fijarían las bases del saneamiento de las finanzas públicas.

El Jefe de Estado no da pie en bola, esa es la triste realidad, precisamente porque para encarar la grave crisis es requisito fundamental tener habilidad política. Y don Carlos carece de ella; tanto –y esto acentúa la gravedad de los males- que no atina a rodearse de gente con perspicacia, experiencia y buen prestigio en el arte de la política. Los mismos –los avezados en la política- serían los llamados a trazar el rumbo y la estrategia con que se acometería la resolución de la crisis fiscal, económica y social a partir de lo que elaborarían los técnicos y peritos que, por el otro lado, debería convocar el gobernante en auxilio de sus precarias fuentes de asesoría ministerial.

En ese mar de tropiezos y caídas al presidente Alvarado se le ocurrió delegar la búsqueda de un plan de ataque de los desequilibrios fiscales en una rimbombante asamblea de representantes de estamentos sociales, convocados para trabajar con sujeción a un complicado reglamento definitorio de representaciones y tareas. Y como para que nada más hiciese falta en aquella enrarecida atmósfera de desconfianzas y recelos, asignó la conducción de las tareas a una cabina de mando que en realidad más parecía ser cobijo de artificios de  alquimistas y rasputines.

Claro, el artificio no tardó en fallar. Otro fallo más en la cuenta de una administración gubernamental que surgió de una jugada de carambola en abril de 2018.

¡Qué vaina:  la magra gestión del presidente Alvarado Quesada nos acerca al guindo!

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

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1 COMENTARIO

  1. Estamos pagando caro en Costa Rica la apatía e ignorancia política de la población. Aquí es más importante un partido de futbol o lo que desayunó un integrante de la farándula criolla, que lo que se discute en nuestra Asamblea Legislativa. Esa es la verdad pura. Entonces lo que está sucediendo no nos debe asustar.

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