jueves 28, marzo 2024
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Los corruptos no me engañan

Los corruptos no me engañan;  me perjudican, sí, como al pueblo en general, pero porque no puedo hacer nada al respecto;  ahora, pueden ahorrarse el cuento para lelos que nos echan por lo que a mí respecta porque ni les creo ni lo considero convincente para nadie en su sano juicio.

También sé que a los corruptos no les importa si sufrimos los efectos de su corrupción o no ni si violan leyes administrativas o morales o no precisamente porque en este país es la ley misma la que impide que sea el pueblo -que seamos los ciudadanos- quienes podamos escoger de entre nosotros mismos a los candidatos a ser nuestros representantes o diputados por cada sector geográfico y a votar por ellos para elegirlos popularmente.  No tenemos, nosotros, los ciudadanos “de a pie” absolutamente ningún poder político.  El club del poder puede hacer exactamente lo que le dé la gana con nosotros, con el país, con todo, a su antojo desfachatada y cínicamente y de la manera más pública y el pueblo puede sólo hablar y obedecer.

El incidente del sillón del diputado Núñez es un ejemplo de indecencia, de inmoralidad.  Me importa bien poco o nada si se siguieron las reglas de la contratación, si intervinieron los expertos en salud ocupacional, si todo está en regla o no.  Eso es una burla a la inteligencia del pueblo.  Para mí eso es un festín con los dineros del país contra un pueblo que no considero feliz, que sufre todos los días por algo grave:  la condición de las calles y carreteras, las fallas y los deslizamientos, el precarismo, la indigencia, la voracidad fiscal, el déficit de vivienda, un desastre económico nacional, una pandemia, desigualdad astronómica entre los que ganan más y los que ganan menos y cientos de otras cosas.  Cualquiera sabe que un pinche sillón para un diputado (que más bien debería ser de los más baratos -de buena calidad, por supuesto como lo manda la decencia- como correspondería a un servidor público, como he sido yo, dicho sea de paso) por 2.600 dólares, lo que puede costar hasta un automóvil en EUA, es un crimen social. Un pecado capital administrativo, digan lo que digan los reglamentos y las leyes.  Y es que también hay leyes y reglamentos perversos y corruptos.  Sí, se ríen de nosotros pero además ocasionándonos profundas heridas financieras y enfermándonos y matándonos a veces apenas de angustia.

¿Qué esos sillones son de tapicería de cuero? ¿Y qué? Ese fue siempre el estándar costarricense:  de cuero, como los sillones extraordinariamente robustos y centenarios de mis abuelos, tíos abuelos y amistades de una clase media corriente, como las mecedoras y los taburetes de los zapateros, como muchas de las sillas.  Eso es lo normal, que sean de cuero.  Vayan y pregunten en cualquier peletería cuánto cuesta el cuero necesario para tapizar uno de esos sillones.  No se dejen engañar.  Yo lo he hecho porque soy aficionado a la ebanistería y a las artesanías y de toda la vida he hecho muebles para mi familia, he tapizado, he diseñado, trabajado la madera, todo lo que implica eso.

Hace 33 años le fabriqué un sillón para trabajo de escritorio de cedro con tapicería de cuero a una hermana para su oficina, con ruedas giratorias (“rodines”) y ahí está vivito y coleando sin reparaciones, rodando de lo más bien; creo que con 1 millón y medio de colones que es lo que han pagado por cada uno de los de la Asamblea yo habría podido fabricar 60 de los míos y con una garantía de unos 50 años.  No solo el precio encuentro exorbitante sino los 15 años de garantía como si fuera una gran cosa cuando esa sería una garantía normal para una porquería de sillón;  pero puesto que a mí no me engañan, digo que es un descaro:  por mucho menos que el precio pagado hay sillones en el comercio que cumplen más que bien con los requerimientos no solo de la Asamblea de aquí sino con los de cualquiera del mundo y que ofrecen una garantía hasta de por vida.  Lo de este caso me avergüenza y me duele y nos maltrata a todos.  Eso es lo grave, que nos maltrata como exceso que es para un país arruinado financieramente del llamado Tercer Mundo.

Yo por lapsos de varios días trabajo unas 12 horas seguidas con la computadora de escritorio en un sillón importado que compré en una tienda local por menos de 100.000 colones y no tengo queja ¡y me vienen a hablar de los pobrecitos diputados que a veces trabajan hasta 6 a 8 horas siendo yo mayor que ellos! Y en los sillones centenarios que he conocido y en los que aún se conservan en la familia se han sentado personas de mucho peso y pueden aguantar, con solo ver su estructura y constitución, bastante más que 130 kilos.  A los corruptos digo que sé que seguirán maltratándonos pero porque no podemos hacer nada al respecto;  no porque creamos en sus cuentos.  Yo, al menos, no les creo ni una pizca.

(*) Orlando García Valverde, Traductor-Intérprete Oficial.

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3 COMENTARIOS

  1. Esa es la democracia que estos tanto divulgan; pero al igual que usted, no nos representan. Pero este pueblo sigue en estado de coma, ¿cuando saldrá de ese estado?, es la pregunta que me hecho desde hace mucho tiempo.

  2. El sistema esta estructurado para que el pueblo siga en «coma». La frivolidad de nuestra sociedad, la farándula criolla, el futbol, y otros tantos «shows» planificados estratégicamente, mantienen embrutecido al pueblo. Lamentablemente, se han perdido los verdaderos valores de nuestra democracia y hoy día estamos enfrentando esta triste realidad. Estos señores que se dicen representar al pueblo y que hoy están estrenando edificio y muebles, no son más que la cara de nuestra decadencia social y política.

  3. Los diputados no son representantes del pueblo, nadie sabe quiénes son, cuales son sus planes, ni que hicieron para llegar al congreso.

    El congreso es una dictadura!.

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