viernes 19, abril 2024
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Un Manual para las Plantas de Costa Rica

Como costarricense y amante de las plantas de Costa Rica me siento orgulloso y feliz, por esto un agradecimiento a los editores del Manual de las Plantas de Costa Rica por su innegable trabajo durante más de tres décadas para conseguir recientemente la finalización de este importante proyecto para nuestro país con la publicación del último volumen. Un trabajo realizado con esmero, con mística, con amor por las plantas. No puedo dejar de agradecer también al Jardín Botánico de Missouri por el apoyo incondicional a este proyecto.

Como lo menciona el primer volumen de este Manual publicado en el año 2003, este proyecto de catalogar las plantas de Costa Rica se ha nutrido de una rica historia y de una intensa exploración de la flora costarricense, iniciada por el británico William Dampier entre los años 1652 y 1715, quien se cree estuvo en la isla del Coco y en la Península de Nicoya. Y es que, han sido muchos los costarricenses y extranjeros que han estudiado nuestras plantas, dentro de ellos el costarricense Anastasio Alfaro quien en el año 1888 publicó una lista con 1218 especies. Son tantos los costarricenses que han estudiado nuestra flora y tantos los extranjeros que han visitado nuestro país con este mismo propósito, por lo que anotarlos todos no es el objetivo de este artículo. Sin embargo, y aunque la mayoría ya han partido, es un buen momento para externarles mi agradecimiento imperecedero por su interés en este pequeño país rico en su biodiversidad vegetal.

El doctor Peter Raven quien durante muchos años fue el director del Jardín Botánico de Missouri quien además visitó nuestro país en varias ocasiones, tuvo la idea original de publicar un tratado sobre nuestra flora. Fue así como a mediados de la década de los años 80 fructificó la idea de la mano de los doctores Barry Hammel y Michael Grayum, quienes además ya habían tenido conversaciones con varios botánicos costarricenses como Luis Diego Gómez. En el año 1987 les otorgaron una beca por parte de la Fundación Nacional de Ciencias de los Estados Unidos y esto concretó la idea y estos dos especialistas izaron sus velas en Costa Rica.  Ambos botánicos aun trabajan con las plantas y la única diferencia es que Barry ahora es un costarricense más pues aún vive entre nosotros mientras Michael vive en Missouri.

Dos instituciones costarricenses abrieron las puertas al inicio de este proyecto a estos investigadores y a sus colectas de plantas, el Museo Nacional de Costa Rica y el naciente Instituto Nacional de Biodiversidad, en esta última institución este servidor laboró durante 15 años apoyando a los colectores de plantas y trabajando con las colecciones del naciente Herbario de la institución. Fueron miles de colectas de plantas las que pasaron por las manos del staff de los herbarios de estas instituciones. No puedo olvidar el enorme apoyo del doctor Daniel Janzen y su grupo de parataxónomos, los cuales entrenamos en aquellos años para que apoyaran en la colecta de plantas a lo largo y ancho de nuestro país.

Con el proyecto caminando vino ayuda de la misma Fundación Nacional de Ciencias, así como de la Sociedad Geográfica Nacional también de Estados Unidos. Nos visitaron muchos botánicos de diferentes partes del mundo, representando a instituciones de gran prestigio, los cuales apoyaron con las exploraciones botánicas, haciendo colecciones de plantas, identificándolas y así aumentando el número de plantas nativas del país. Se descubrieron y publicaron cientos de especies nuevas para la ciencia y otro tanto de nuevos reportes para nuestro país. Sobresale dentro de todas hasta una familia nueva para el mundo nominada en honor a nuestro gentilicio “tico” como Ticodendraceae con su especie Ticodendron incognitum. No muchos países pueden publicar una familia de plantas nueva para la ciencia y menos dedicada a una palabra que nos ha acompañado durante tantos años a los ticos y reconocida a nivel mundial.

Varios costarricenses hasta nos atrevimos a realizar tratamientos taxonómicos para diversas familias de plantas que no tenían especialistas fuera de Costa Rica, algunos de estos colegas hasta fueron mis alumnos en la universidad.  Fueron muchas las giras y expediciones realizadas, muchas las lluvias que nos cayeron encima, muchas las caminadas, el hambre aguantada, los convivios entre amigos y algo especial e inolvidable: las emociones al encontrar lo que luego se convertiría en especies nuevas para la ciencia o en nuevos reportes para Costa Rica de especies por primera vez observadas y recolectadas para nuestro país. Siempre recuerdo lo que me dijo en su última visita al país el recordado botánico doctor Alwyn Gentry en una gira al Parque Nacional Carara “es que ustedes conocen muy bien la rica flora de este país pues viven aquí con ella”.

El inventario realizado siglos y décadas atrás por muchos costarricenses y extranjeros se unió con el trabajo realizado los años 80, 90 y en el actual siglo, para consolidar, preparar y publicar los 8 volúmenes de este importante y prestigioso tratado. A través del tiempo se pasó de esas 1218 especies enlistadas por Anastasio Alfaro en 1888 a un poco menos de 10.000 en la actualidad, una cifra nada despreciable si comparamos el hecho de que solo en árboles contamos con 2500 especies mientras que todo Estados Unidos y Canadá solo cuentan con 700 especies.

Esta valiosísima obra que me place hoy reconocer, admirar y promocionar como Un Manual para las Plantas de Costa Rica, trató en sus 8 volúmenes un total de 237 familias de plantas, 2034 géneros y 9360 especies (aunque hoy ya son muchas más).  Finalmente, retomo aquí las palabras de mi amigo y colega Daniel Santamaría: “es el final de un proyecto, pero no el final del conocimiento de nuestra rica y diversa flora, de la cual todavía tenemos mucho que aprender, documentar y proteger”.

(*) Ing. Quírico Jiménez M.

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5 COMENTARIOS

  1. ES un trabajo titánico, 3 décadas nada menos, que recoge el esfuerzo de mucha gente. Para los que amamos CR y su flora, el manual es una fuente de referencia no solamente obligatoria, sino valiosa. El hijo de Quírico, José Esteban Jiménez, es coautor de uno de los capítulos del manual, lo que demuestra que el país, a pesar de todo lo que cuesta hacer ciencia aquí, tiene enorme potencial de desarrollarse aún más en la exploración de nuestra rica biodiversidad. Entonces, es una etapa, pero el esfuerzo continúa. Saludos!

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