viernes 29, marzo 2024
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Maradona, el símbolo masculino

No sé.  Me es imposible saberlo a ciencia cierta y jamás lo sabré en su redondez.  Hay que ser muy argentino, estar enraizado en los humildes barrios donde hay que pelearla para comer y pagar la electricidad, y, soñar con un balón desde la temprana infancia, para SENTIR (no elucubrar como ahora lo hago) la alta carga emocional que significa la partida definitiva de Diego Armando Maradona. A mi me interesa su figura como símbolo; en el significado de su mítica estatura, todo sobre los pedacitos de humanidad que regaló a los reflectores públicos, con frecuencia muy dolorosos y humanos.

La vela del número 10 tuvo una singularidad: fue un acto de contrición abrumadoramente masculino, acompañado de llantos y lamentaciones con poco consuelo, como si el brazo en alto y el puño, o, los golpecitos en el pecho hubieran podido exorcizar el abandono sentido por las vencidas lágrimas.  No podía yo obviar tanta catarsis de varón exhibida en la Casa Rosada, como si el dios velado hubiera consentido licencia para explotar un adolorido homoerotismo y una espontaneidad emocional reservada para este preciso evento. Fue un luto, fundamentalmente, de hombres, entre hombres; fue la ocasión propicia para que saliera a relucir una fraternidad de machos que siempre ha existido en los clubes de fútbol, pero que ahora a todos convocaba a una cierta hora cero.

Maradona fue uno ENTRE ellos, uno de los suyos, un hombre salido de los barrios obreros, de esas villas que el sistema económico les niega cumplido progreso y permanente dignidad, dato que problematiza el tema de las masculinidades.  Para los trabajadores masculinos -en su modestia mancillados por los capitalistas- Maradona les recuerda la posibilidad de redimirse, como quiera que esta última palabra se entienda.  Los triunfos y las caídas del Pelusa no son más que señales divinas de que las virilidades frustradas pueden abatirse.  Pero lo dicho no apunta a ninguna resolución justa, pues nos hunde en las pantanosas aguas del patriarcado y en las angustias que ello significa en la vida de las mujeres, la otra mitad de la humanidad.

Maradona le dio muchas alegrías a su patria.  Cómo olvidar los dos goles de Maradona contra Inglaterra en 1986, que fulminó las aspiraciones de los anglosajones, revancha simbólica cuando cuatro años atrás Argentina perdía la Guerra de las Malvinas.  Maradona, de pronto, se erigió como el gran vengador nacional, en el humilde muchacho del barrio que restituye el honor de toda la nación argentina.

Maradona, no por casualidad encontró protección en mentores viriles de la talla de los Comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez, pródigos en adrenalina y testosterona como el Che, pero también ávidos de justicia social para la patria grande.  Eso es lo que el hincha argentino, el del barrio, echará de menos de Maradona: sus orígenes humildes y su «éxito», su vulnerabilidad, su machismo, y todo alrededor de haber sido, quizá, el mejor jugador de fútbol del siglo XX.

(*) Allen Pérez es Abogado

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3 COMENTARIOS

  1. Si Maradona es un símbolo de masculinidad, la raza humana va irremediablemente a la auto destrucción. Es un pésimo ejemplo de ser humano. Que haya sido un buen deportista no lo exime de las falencias tremendas que tuvo como ser humano. Un ejemplo debe ser integral, si es buen deportista pero un asco como ser humano, de ejemplo no tiene nada.

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