Cada semana, cientos de indocumentados intentan llegar a la Unión Europea (UE) a través de Turquía para huir del hambre, la pobreza y los conflictos.
En febrero de este año, el presidente Recep Tayyip Erdogan anunció el fin de los controles de seguridad en la zona limítrofe con Grecia y comunicó que su país dejaría de actuar como muro de contención ante la llegada masiva de extranjeros a la UE.
Dicha decisión generó la desestabilización de la región, fuertes divergencias con Atenas y graves consecuencias para los indocumentados.
Además, Grecia optó por el traslado de militares a la frontera y la suspensión de los procedimientos para el otorgamiento de asilo, entre otras medidas.
Desde enero hasta la fecha, más de mil 100 migrantes murieron en el mar Mediterráneo, mientras muchos otros cayeron en manos de traficantes, fueron arrestados o trasladados a centros donde esperan por lentos procesos de reubicación.
En múltiples ocasiones, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y otras organizaciones pidieron a la UE la búsqueda de una solución efectiva y humana a la crisis migratoria.