jueves 28, marzo 2024
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Elecciones 2022: igual tristeza o peor

Más de 10 precandidatos presidenciales tiene el PLN. Las otras toldas también barajan nombres y contubernios.  ¿Y este carnaval?  Hemos involucionado: del homo sapiens al homo estúpido.  De un tiempo para acá me llama a mucha curiosidad el arrebato celebratorio, báquico, de quien gana una elección, como la orgiástica pirotecnia de sus seguidores. 

Todo esto captura mi atención porque “ganar” aquí es una invitación al cadalso, al martirio seguro y a otras sandeces.  Cuando, más bien, ha llegado la hora de enterrarse en silencios (al menos por un mes), arrinconarse y estar a solas con Júpiter. Para el pueblo “ganar” es dormir otra vez y decir “viva mi muerte”.

Recuerdo haberle dicho a Carlos Alvarado (al Quesada), “si ganás te vas a sentar en una silla de clavos”.   No me atendió: al poco celebraba su “dicha” en un concierto de rock, acompañado de su bonito “entourage” de levante y farra.  Carlos es un “buen chico progre”, medianamente inteligente pero con un grave defecto: no tuvo un corazón para gobernar.

Su inteligencia le dio para comprender que Luis Guillermo y sus antecesores le habían heredado la caldera del diablo.  Sintió pánico y su hilo racional lo hizo buscar abrigo en la cruel y egoísta oligarquía.  Esto que escribo es una especie de mea culpa porque con Carlos me inundé de loas a su capacidad justiciera, y mal predije, como un desahuciado agorero.  Juro que no sucederá otra vez porque reconozco que por Carlos fue mucho el jurar y, quizá, convenga mejor jamás jurar en política, ni siquiera a favor de mi promesa de ahora. 

Si hay algo brutalmente emocional (en el peor sentido comercial), es el contemporáneo pique electoral por el que muere lo soñado de la democracia, asunto que dista de la razón y su poética. En la democracia real la gente no elige, se atonta, y se tira al abismo.  Es la regla de lo que ha ocurrido en nuestro país, en América Latina, en las últimas décadas.  Después no aguantamos la iniquidad, tanta injusticia, y hasta unas veces preferimos decir “arda la aldea”.

Por pura curiosidad -y quizá buscando alivio a mis pesares democráticos- escuché largas entrevistas hechas a los 3 principales aspirantes a la presidencia de Ecuador.  Guillermo Lasso, un fiasco; piensa que Ecuador es un banco; el Yaku Pérez, un impostor; un indigenista inculto, sin visión de mundo y liberalmente demagogo. Andrés Arauz, un jovencito suertudo, talentoso; existe a su favor una diferencia abismal entre él y sus adversarios, gana por “default”.  Sin embargo, tendrá que demostrar (si triunfa) que Rafael Correa no es su dueño y que tiene corazón.  Hace poco estuvo en los Estados Unidos: exhibió un bonito inglés, melodioso ecuatoriano, donde destiló racionalidad, moderación y progresismo al gusto de Paul Krugman y de otros que escriben en el New York Times.  Para mí, en lo personal, lo atiende un gran defecto que seguro no imaginaría: se parece a Carlos Alvarado, al candidato, al que no se había sentado sobre clavos, con esa juventud y supuesta frescura intelectual, con esa corrección y cara de “yo no fui”.  Bueno, esa bronca es solo mía -una arbitraria percepción- que traduce mi escasa credulidad y potencia mi cautela.

Si Arauz me pidiera 2 consejos le daría 2: si gana no celebre y no pierda su corazón.   Hoy la democracia se apunta muchos fracasos desde su seno: sus reiteradas promesas incumplidas, la muerte de las aspiraciones sociales, la crecida del cinismo y del pensamiento inculto, el letargo vital, la pereza democrática, la frustración existencial, la desproporcionada distribución de la riqueza, la estúpida velocidad del tiempo, la violencia en un mundo de guetos y palacios, en fin, hoy la democracia es el homicida del logos y del mito. 

No he dejado ni dejaré de ser demócrata, pero aspiro a una democracia con rostro humano, porque el relojero tic tac de la democracia es insuficiente: depende de su calidad.  Mecanismo y contenido van de la mano.  Pero la verdad es que la democracia anda famélica, andrajosa, vestida de mentirosa.  Así se pasea -en meridiana luz- con descaro y repugnante lascivia. 

En su último artículo -Página quince: Las próximas elecciones-, don Enrique Obregón Valverde nos dice: “A partir de mayo del próximo año, quienes ganen las elecciones heredarán desocupación, desorden y miseria en proporciones alarmantes. Se eterniza la miseria apoyada por los malos gobiernos que nos caen como llovidos del cielo. Pareciera que en Costa Rica todavía no hemos entendido para qué sirve el sistema político que sustentamos.”

En el 2022 el ganador volverá a celebrar con histriónicos ademanes y su corazón tomará forma de aroma en fuga, si alguna hubo corazón.  Para tan triste cetro hay más de 10 aspirantes.

(*) Allen Pérez es Abogao

 

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2 COMENTARIOS

  1. He visto en Facebook a varios ilusos que creen que yendo a votar se pueden sacar el clavo de lo que les han hecho estos politicos. Eso es pir que todavia no entienden que estamos en una epoca de caida de la hegemonia gringa. En CR deberian ver el caso de oque sucedia a las excolonias romanas cuando el imperio romano implosiono y estas quedaron a su suerte.

    Pues bien….ahora estamos yendo hacia algo asi. Pienso que ya es hora de olvidarse de esa farsa de las votaciones, la gente debe comenzar a buscar sistemas de concivencia al margen de la politica….deberian hacer grupos comunitarios independientes para apoyarse cuando esto explote. Solo a traves del amor y del desinteres se podra hacer algo.

    Si no es asi….preparemonos en el futuro para una version de la pelicula madmax ambientada en Centroamerica.

    Cuando las profecias convergen con la realidad es hora de comenzar a poner las barbas en remojo

    Mucha suerte a todos, antes del hundimiento del Titanic, al final de todas las cosas!!!

  2. Se te olvida Allen , que tu fuiste un chico progre,bueno,no se.Que sigas de viejo con la misma cantaleta,luego de saber lo que la vida te ha brindado dice mucho.Vivis en el estado de los progres,donde curiosamente habita la oligarquia norteamericana,la mas rica del pais,esa que criticas constantemente,y la que juega con los sentimientos de sus ciudadanos.Aqui en el pueblo estamos mal,muy mal,pues los chicos y chicas progres,los «chiquillos» como les llaman en la asamblea,por su falta de trabajo e inexperiencia siguen creyendo que la luna es de queso.

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