viernes 19, abril 2024
spot_img

Recordando a Mario Oliva Medina (1956-2021)

En la madrugada del 1 de mayo, Habib Succar me hizo llegar un mensaje de los que uno no quiere que le lleguen nunca. Me informaba de la muerte de Mario Oliva Medina, ocurrida a las diez y resto de la noche, del 30 de abril. Intenté desde ese momento comunicarme con Marta, su esposa o con Marito su hijo y fue, por razones obvias, imposible. No me he repuesto todavía de esa muerte tan cercana, del amigo y del compañero.

Con Mario Oliva no hablaba, curiosamente, desde hacía tiempo, a pesar de que siempre mantuvimos una profunda relación de amigos, casi de hermanos en algunos momentos. Caigo ahora en la cuenta de que tal vez, en mi caso, no acepté que Mario estuviera enfermo y nunca lo vi como tal. En realidad, quería recordarlo siempre como el Mario Oliva que conocí en 1976, justo cuando llegó al país y nos vinculamos desde entonces con muchas actividades de estudio y de promoción cultural, vínculo que se mantendría activo hasta poco antes de su muerte.

Los recuerdos de mi amistad con Mario Oliva se superponen, se entrelazan con otras muchas personas que durante varios años caminamos por los pasillos de la Universidad Nacional y en particular por los pasillos normalistas de la Escuela de Historia. Éramos un grupo grande y bullicioso de estudiantes y estudiosos que se juntaron en una especie de comunidad intelectual, donde cada uno aprendía de los otros.

En ese entonces queríamos revolucionar todo, tomar el cielo por asalto como se dice en estos casos, y para eso participábamos en la vida política universitaria y en particular en la vida de la Escuela.

Nos definíamos como estudiantes de izquierda, o progresistas y nuestros maestros eran los autores radicales de libros de historia que nos llegaban en inglés o traducidos al español, de la talla de Eric Hobsbawm, E.P.Thompson, Georges Rudé, Christopher Hill, Maurice Dobb, Joseph Fontana, Raphael Samuel y muchos más.

Estos libros circulaban entre nosotros y eran discutidos con los profesores, en las aulas, que se constituían a veces en asambleas de historia popular y en las sodas de la Universidad.

En esa Escuela de Historia, de finales de la década de los setenta y de la década de los ochenta fue donde se formó Mario Oliva y la que hizo posible que Mario fuera lo que fue, uno de los más importantes historiadores e investigadores de los movimientos sociales, de los campos intelectuales y culturales, no solo en términos nacionales sino latinoamericanos.

Habría mucho que decir y recordar de la Escuela donde se formó Mario Oliva y de la riqueza cultural de una Escuela y de una Universidad que apostaron como nunca antes al compromiso social y a su necesidad histórica.

Los profesores, los debates, las dinámicas internas, la vida social de la Escuela, los recorridos nocturnos por los bares cercanos de la ciudad de Heredia, donde se continuaban las discusiones iniciadas en las aulas hasta altas horas de la madrugada, en la Choza de Alfredo, y en otros sitios bastante conocidos de la época, todo eso fue parte de un tipo de formación que hoy en día no pareciera existir ya.

En estos recorridos andaba siempre Mario Oliva, generando polémica y afianzando amistades.

Los profesores de la Escuela de Historia, jóvenes algunos y menos jóvenes otros, motivaron siempre el debate, el encuentro, cada uno a su manera.

Campos temáticos como la historia agraria, la historia demográfica, la historia social, la historia de los movimientos sociales, presentes en la Escuela, generaban un ambiente de un aprendizaje extraordinario que todos aprovechamos de la mejor manera.

Profesores como Lowell Gudmundson, José Antonio Fernández, Carlos Araya Pochet, Héctor Pérez Brignoli, Franco Fernández, Carlos Luis Fallas; o Gerardo Mora, de una generación más joven, Gertrud Peters, Mayra Cartín, Edwin Salas, y nuestro querido Rodrigo Quesada, quien llegaría por entonces de Inglaterra con un montón de nuevas ideas y planteamientos, agitaban las mentes de los estudiantes de Historia y de Estudios Sociales que querían ser discípulos aventajados.

Entre estos estudiantes de la Escuela, aparte de Mario Oliva, estaba Carlos Naranjo, Mayela Solano, Jorge Arturo Montoya, Guido Sibaja, Ernesto Feoli, Maroto, quien escribe y otros, quienes, en algún momento y bajo la orientación de Mario Oliva, tuvieron el atrevimiento de fundar una revista con el nombre de Angela Baroni, en recuerdo de las mujeres anarquistas. El anarquismo, otro componente del humus fértil de una Escuela de Historia por entonces muy viva, de la cual no se ha escrito todavía su historia y su aporte a la historiografía costarricense.

Traigo esto al presente y en memoria de Mario Oliva, porque es parte de la historia de una Escuela de Historia que formó a muchos en nuevos campos de las Ciencias Sociales y en particular a nuestro recordado Mario Oliva Medina.

Ya a finales de los ochenta Mario Oliva tenía claramente definido su propio programa de investigación que se consolidaría en los años siguientes con una bibliografía activa de muchos títulos y de campos de interés amplios y fundamentales: la historia de los artesanos y obreros, el aporte de los intelectuales a la vida política y cultural del país, la presencia de José Martí en nuestra cultura, el papel de Joaquín García Monge y el Repertorio Americano, la Guerra Civil española, las ideas antiimperialistas y otros de no menor importancia.

Mario Oliva fue siempre el amigo solidario. Fue un hombre bueno en el mejor sentido de las palabras. El poder burocrático le fue muy circunstancial. Tenía claro que él era un latinoamericanista, un ciudadano de la Patria Grande. Y que su deber era enriquecer la historiografía social y cultural latinoamericana. Para eso trabajó, abriendo campos nuevos que muchos otros historiadores jóvenes retomaron y ampliaron.

Me gusta la idea de que sus cenizas, llevadas por las corrientes del Pacífico, toquen las costas de muchos países con los que se identificó y visitó. Desde México hasta su Chile natal, y en particular su Puerto Montt.

La presencia de Mario Oliva Medina seguirá viva, muy presente, en la historiografía latinoamericana y en el recuerdo de muchos de nosotros, sus amigos y hermanos. Eso al final es lo más importante.

(*) Gerardo Morales García, historiador y escritor costarricense

Noticias de Interés

7 COMENTARIOS

  1. Mario Oliva Medina era un trabajador incansable que no se doblegaba ante la adversidad, hasta sus últimos días estuvo impulsando proyectos de investigación y publicaciones, como un segundo volumen con los artículos sobre el exilio chileno para el que le entregué un texto de setenta páginas, al lado de muchas otras iniciativas. A veces pienso, guardando las distancias, y evitando los anacronismos o las circunstancias específicas que es preciso tener en cuenta, que él era como el escritor francés Honorato de Balzac (1799-1850) obsesionado con su Comedia Humana, para la que proyectó más de ciento treinta novelas, cuando la muerte lo sorprendió a los cincuenta años extenuado por tantos esfuerzos, por no mencionar en detalle el caso del sociólogo alemán Max Weber(1864-1920), a quien la “gripe española” de aquellos años le trunco su vida cuando tenía por delante esbozada una gigantesca obra sobre su “sociología comprensiva” que no alcanzó a culminar. Nuestro Mario Oliva fue un exiliado que le devolvió mucho a la tierra que lo acogió. El texto de Gerardo Morales es un gran fresco sobre aquella generación universitaria de la que ambos formaron parte: esa escuela de historia de la UNA de los años setenta y ochenta del siglo anterior, todo un semillero de ideas e inquietudes.

  2. De Ernesto Guadamuz López: «Aunque de manera tangencial también fui enriquecido por todo ese movimiento intelectual y político surgido de la escuela de Historia de la Una. Probablemente debido a que nuestras edades eran similares me identifiqué más con los jóvenes maestros de esa Escuela que con los ya más consolidados de la UCR. Mi sentido pésame.»

  3. De Adriano Corrales Arias: «El deceso de MARIO OLIVA MEDINA me ha golpeado en profundidad. No había logrado comentarlo hasta ahora. Lo conocí desde los años mozos cuando ingresó a la universidad procedente de Chile (había nacido en el lejano y mítico Puerto Montt) en un exilio forzado por el golpe de estado pinocheteano y la naciente dictadura fascista.
    De origen humilde, nunca olvidó su origen de clase y su militancia con los sectores populares. Trabajó en varios oficios, incluso como salonero, para costear sus estudios y mantener a su familia con ayuda de su esposa costarricense. Años más tarde fuimos compañeros en el Doctorado de Letras y Artes de la Universidad Nacional. Era jovial, dicharachero, bohemio y generoso, siempre generoso en todos los planos.
    Su extensa obra como historiador y analista cultural (inconclusa en mucho) nos lega una serie de textos hoy clásicos como ARTESANOS Y OBREROS COSTARRICENSES (1880-1914), premio de Editorial Costa Rica en 1985 publicado ese mismo año, reeditado por la EUNED. Sus búsquedas sobre la presencia de José Martí en Costa Rica produjeron un precioso volumen publicado por la EUNA.
    Como compilador y editor de algunas obras colectivas destacan la publicación de cinco tomos sobre la vida y obra del escritor y humanista costarricense Vicente Sáenz Rojas (1896-1963; EDUPUC: UCR, UNA, TEC); EL PENSAMIENTO ANTIMPERIALISTA DE OCTAVIO JIMÉNEZ; la recuperación de artículos sobre aportes del Repertorio Americano de Joaquín García Monge; el libro en tres tomos sobre la poesía y literatura en los medios obreros y populares de la Costa Rica de la primera mitad del siglo XX, “CIEN AÑOS DE POESÍA POPULAR EN COSTA RICA, en colaboración con el también historiador costarricense Rodrigo Quesada Monge y más reciente la visibilización de la obra del notable artista chileno Julio Escámez, quien vivió su exilio en Costa Rica y laboró en la UNA.
    Recientemente había publicado EL PRIMERO DE MAYO EN COSTA RICA 1913-1986 (apoyado por el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional, SITUN, 2013). Y según el sociólogo Rogelio Cedeño Castro, su gran amigo, estaban trabajando en un volumen temático sobre el exilio chileno en Costa Rica. (Este primero de mayo, despoblado y un tanto desesperanzado por la critica coyuntura que atravesamos, la noticia de su deceso nos tocó más hondo, pero también cobró presencia y magnitud).
    Mario se aquerenció en este su segundo terruño y lo amó como pocos. La academia, la cultura y el país en general tienen mucho que agradecerle; su aporte es fundamental para comprender las luchas y vicisitudes de nuestro pueblo.
    Lo despido con esta remembranza orgulloso de haber contado con su amistad y su camaradería, de haber degustado vinos, destilados, cervezas, tertulias, angustias, sueños, lecturas, proyectos culturales y aventuras intelectuales. Su enfermedad, en los últimos años nos distanció, lamentablemente.
    Mi sentido pésame a Marta y a toda su familia.
    ¡Hasta siempre compañero!

  4. De José Luis Díaz Naranjo: «Magnífica semblanza del amigo Mario y nuestra época como estudiantes de la naciente Universidad Nacional de Gerardo. Días de discusión permanente, estudio y sueños de cambio social radical. En esta pequeña revista (ACRACIA, editada por Jorge Castillo y José Luis Díaz, entre otros) Mario publicó posiblemente uno de sus primeros trabajos como historiador. Luego tuve la oportunidad de invitarlo a dar clases en la Sección Regional Brunca, ahora Sede Regional. Siempre con el mismo ímpetu investigativo y académico. Su legado es invaluable. No había espacio ni momento que no fuese usado para inquirir sobre posibilidades de cambio social, además del pretexto de la reunión muy formal, con el acompañamiento de Baco.

  5. De German Chacón: «Hago con el debido respecto, mias tus palabras, ahi en a UNA estuvimos en la lucha, hasta sus ultimos días. Tu relato (el de Adriano Corrales, también este de Gerardo Morales García) y el de Cedeño, caracterizan al gran Mario.

  6. De Mario Matarrita: «Lo traté como amigo y colega en los ochentas. Grandes momentos de bohemia y vida intelectual. En los últimos años , ya enfermo lo volvi a tratar. Gran compañero. Gran ser humano. Hace un mes me sorprendió su visita a mi galería de arte. Me despedí sobriamente de él. Supe cuando lo vi salir que sería la última y que había llegado a despedirse
    Sentido pésame a familiares y amigos»

  7. De Marybel Soto-Ramírez: «Gracias por ese sentido texto, Adriano, que retrata las características de nuestro amado profesor y compañero. La de la generosidad fue y será siempre mayúscula en Mario. Lo sentimos, lo echamos en falta y sobre todo, qué duro seguir sin su voz de consejo y de reconocimiento.»

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Últimas Noticias