lunes 2, diciembre 2024
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Carta pública al juez Hugo Porter Aguilar

Carta pública al juez Hugo Porter Aguilar

Quien suscribe esta carta está desligada de los procedimientos jurídicos y, por lo tanto, no puede ni quiere externar criterios que le corresponden únicamente a usted como juez designado para conocer las apelaciones presentadas tanto por la liberación de los investigados, como por la declaratoria de crimen organizado en el caso conocido como “Cochinilla”.

Sin embargo, quiero expresarle un pensamiento quizás solidario para con usted. Pues, lo imagino dentro de su oficina estudiando el caso y sopesando argumentos de un proceso tan complejo. El juez se encuentra frente a un caso único en la historia de nuestro país. El ser humano está delante del desafío de impartir justicia penal y, al mismo tiempo, responder a las grandes expectativas de que, al fin, los “delincuentes de cuello blanco” paguen por sus actos contra toda la población. Ese es el anhelo de la ciudadanía honesta y golpeada por varias décadas de corrupción e impunidad.

Los trágicos griegos y, siguiendo su ejemplo, William Shakespeare también, nos enseñaron que esas son las situaciones límites de un ser humano.  En ese momento, reúne su deber como juez y condensa el sentir de casi toda la población. ¡Qué tarea más difícil y delicada!

En usted, estamos depositando tanta desilusión, tanta frustración, tanto desánimo y, sobre todo, tanta, tantísima esperanza que, posiblemente, estamos cometiendo una injusticia.   

Los sentimientos no aparecen en los códigos penales, pero existen y los llevamos casi como un emblema, porque no podemos soportar más la indignación al pensar en todo aquello que se les ha arrebatado a varias generaciones de costarricenses de buena fe; a quienes el poder nunca los escucha ni los toma en cuenta más que para cumplir trabajos y obligaciones.

Espero no haberlo importunado con esta visión de su intervención en el caso “Cochinilla” como un personaje de estatura literaria.  Mientras que a los otros implicados los imagino como sacados de un baile de máscaras y bufones.

(*) Isabel Ducca D.

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