viernes 19, abril 2024
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La tragedia del secuestro en Colombia. Farc reconoce responsabilidades.

La chispa de la guerra de Troya fue un secuestro: el rapto de Helena, la mujer del aqueo Ménelas por el troyano París. Tras las primeras masacres, los combatientes se olvidaron de Helena y sus cadáveres fueron la leña que avivó las llamas durante los diez años que duró el incendio.

La semana pasada tuvo lugar en Bogotá el acto de “Reconocimiento de responsabilidades de secuestro por parte de Farc”. Este acontecimiento constituye un punto de quiebre en la construcción de paz desde la sociedad. La firma de pactos es necesaria para callar los fusiles, sin embargo no basta para llegar a una paz duradera. Para ello, hay que contar con el auspicio del Estado, lograr una decidida implicación de los actores en conflicto y además contar con el compromiso de la mayoría de la sociedad. En 2016, en el referendo para validar los Acuerdos de paz firmados por el gobierno de J.M. Santos y la guerrilla de Farc, el 50,2 % de los votantes rechazó lo pactado. A partir de ahí, un sector político liderado por el ex presidente A. Uribe, y que está en el poder hoy, se obstinó en obstaculizar la aplicación de dichos acuerdos. Por estas razones, para alcanzar la paz hoy, la asignatura que sigue pendiente es la construcción de la verdad, la reparación y el desarme de los corazones. Es precisamente en este delicado proceso que la Comisión de la Verdad juega un papel clave, al propiciar espacios para la no repetición, la construcción de la verdad, y el dialogo entre los actores y diferentes sectores de la sociedad.

El secuestro, un arma criminal de guerra

La guerra colombiana no es solo una de las más largas, sino una de las más diagnosticadas. Sin embargo, esta acumulación de experiencia y de investigaciones sobre lo ocurrido no ha logrado que la sociedad tenga una lectura consensuada. Desafortunadamente, los colombianos no leen estos informes académicos y los medios de comunicación han fomentado visiones parcializadas del conflicto que sirven de arma arrojadiza en los discursos por el poder político. Una de las muestras de ello es el rechazo de los Acuerdos de paz en el plebiscito de octubre 2016. El acto de Reconocimiento de responsabilidades de secuestro por parte de Farc, que incluyó los testimonios de ocho víctimas y siete excombatientes, es el espacio idóneo para que los actores implicados directamente, sea como víctimas sea como victimarios, se encuentren en un escenario público para tener “una conversación de alma a alma”, como lo señaló Rodrigo, uno de los excomandantes de Farc.

Volver a ser humanos es llorar juntos: Ingrid Betancourt, ex rehén de Farc

Sollozando, Ingrid Betancourt agradeció a los excombatientes por tratar de entender el sufrimiento de los secuestrados y sus familias, y añadió “yo necesito ver los ojos aguados de ustedes, volver a ser humanos es llorar juntos. Algún día tendremos que llorar juntos por el sufrimiento de ustedes, el de su vida, por el sufrimiento que nos causaron a nosotros, a nuestros hijos, a nuestras familias y por el sufrimiento de Colombia”. Betancour fue candidata presidencial por el partido verde en 2002 y estuvo seis años secuestrada por Farc en la selva colombiana.

Lecciones de la Ilíada

 En uno de los pasajes más conmovedores de la Ilíada, Homero cuenta el encuentro entre el rey troyano Príamo, quien viene a buscar el cadáver de su hijo primogénito, y el héroe aqueo Aquiles:

Aquiles, pensando en su padre, quiso llorarle; tomándolo del brazo, empujó un poco al abuelo Príamo. A ambos les llegó el recuerdo, Príamo se acordaba de su hijo Héctor y lloró a los pies de Aquiles; y Aquiles lloró por su padre, y a veces por su amigo Patroclo; los sollozos llenaron la casa”.

Patroclo había sido víctima de la furia de Héctor, y éste de la venganza de Aquiles. Pero cobrar venganza no había logrado consolar a Aquiles, quien varias veces aparece en la Iliada “en vela y bañado en lágrimas”. La entrevista de Aquiles y Priamo se termina por el besamanos de Aquiles al verdugo de su hijo. Los enemigos encuentran una hermandad en la mísera condición humana. Al amanecer Príamo regresa a Troya con el cadáver de Héctor.

En la Ilíada, muy rápidamente el combustible de la guerra deja de ser el rescate de Helena. Los griegos quieren vengarse de París, raptar y esclavizar a los niños y a las mujeres, destruir los palacios, convertir a todos los troyanos en cadáveres, llevarse las riquezas de Troya y destruirla para siempre. Como lo recuerda la filósofa Simone Weil, quererlo todo es imposible. He aquí una de las grandes lecciones de la epopeya de Homero. Al olvidar que quererlo todo es imposible, los aqueos se aniquilan ellos mismos. El olvido de las nociones de límite, de medida, de equilibrio conduce siempre al abuso de la fuerza. Ochenta años después de la destrucción de Troya por los aqueos, éstos verán también su ciudad destruida.

Mientras la guerrilla de Farc y el Estado, secundado por grupos paramilitares, olvidaron que la victoria total era imposible, la guerra se intensificó, los ejércitos aumentaron el número de combatientes, las armas se sofisticaron, los gastos militares se dispararon, ya no siendo suficiente la extorsión, el saqueo, el chantaje tributario y el tráfico ilegal de recursos naturales, entonces el narcotráfico y el secuestro se generalizaron como fuentes de financiación. Colombia terminó el siglo XX deteniendo el récord del país con mayor número de rehenes en el mundo. La barbarie llegó incluso al secuestro de animales.

En este contexto, la violación del derecho de la guerra se volvió sistemática: rehenes en campos de concentración, masacres, secuestros, violaciones, reclutamiento de menores. Ante el caos y la barbarie que trajo la guerra, poco a poco la sociedad colombiana fue aceptando remedios peores que la enfermedad, uno de ellos fue la conformación de grupos paramilitares que actuaban en connivencia con grupos militares. Colombia no ha podido recuperarse todavía de esta dimisión del Estado que aceptó combatir la ilegalidad con la ilegalidad, señala el sociólogo Alberto Valencia. Hoy, disidencias de la guerrilla y nuevos grupos paramilitares (Bacrin) proliferan, incluso exportan su reconocida pericia a escenarios de otros conflictos.

“Necesitamos romper el círculo vicioso de la violencia”

Para Ingrid Betancourt se necesita ir más lejos. La exsenadora reconoce el valor de este encuentro en el que los victimarios y las víctimas se han levantado al unísono para advertirle a Colombia que la guerra es un fracaso. Sin embargo, Betancourt anota que está sorprendida que de que de “este lado del escenario estemos todos llorando y que del otro lado no haya habido una sola lágrima …Yo quería oírlos (les dice a sus antiguos captores) hablar desde su corazón y no desde la política. Este es un encuentro de corazones, este no es un encuentro político”. Betancourt pidió igualmente a los guerrilleros desmovilizados de Farc que utilicen los recursos del narcotráfico que acumularon en los años de confrontación para la indemnización de las víctimas.

“Aquí estamos los que estamos, cargando nuestras heridas y nuestros muertos, con la dificultad de mirarnos los unos a los otros a la cara, con el dolor de oírnos y con el pudor de nuestras emociones, pero con la decisión compartida de contribuir a romper el círculo vicioso de la violencia cuando vemos que intenta reaparecer en las dramáticas confrontaciones que vienen enlutando al país”, añadió la ex rehén de Farc Ingrid Betancour.

Acabar la guerra es acabar con el secuestro.

Tras la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (31.671 combatientes entre 2002 y 2006) aparecieron numerosas bandas criminales y tras los Acuerdos de paz de 2016 (7000 desmovilizados de Farc) surgieron varias disidencias. Frente a la proliferación de disidencias y de las Bacrin, que son los mayores secuestradores y extorsionistas, tanto la sociedad civil como las instituciones tienen que unirse para que los Acuerdos de paz se apliquen. Parar la guerra es también parar los secuestros.

Es de esperar que Colombia pueda extirpar la corrupción en sus instituciones y luchar decididamente contra la impunidad imperante, utilizar el gran saber académico que se ha acumulado en décadas para evitar caer en visiones maniqueas y, sobre todo, es esencial seguir escuchando a las víctimas (https://comisiondelaverdad.co). En cambio, los colombianos han de taparse los oídos, así como lo hizo Ulises en la Odisea, ante las seductoras sirenas que tienen intereses creados en mantener la hoguera encendida; de no hacerlo los tambores de guerra de Troya seguirán sonando cual disco rayado.

(*) Enrique Uribe Carreño, Profesor en el Instituto de Ciencias Políticas, Universidad de Estrasburgo. 

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1 COMENTARIO

  1. Pedir perdon es reconocer que hemos hecho daño, pedir perdón directamente a nuestras víctimas es una manera de limpiarnos el alma de liberar nuestro espíritu de esa manera lograremos vivir en paz con nosotros y con los demás.
    Gracias Enrique por este artículo.

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