jueves 18, abril 2024
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Colón, ¿un príncipe judío?

Esta disertación explora el contenido del artículo “El rey judío de Narbona”, de Aryeh Graboïs (de Annales du Midi: revue archéologique, historique et philologique de la France méridionale, Tome 109, N ° 218, 1997, pp. 165-188), y del libro Un principado judío en la Francia feudal, 768-900, de Arthur Zuckerman (de Columbia University Press, 1972). Ambas publicaciones nos trasladan a una historia que no se explica en las escuelas: el principado judío de Narbona, y su relación con Carlos Martel y Carlomagno. Pero su interés se traslada a la figura del descubridor de América, Cristóbal Colón. Para ello se realiza una contextualización argumentada sobre el linaje que se explora en estas dos obras, llamado Kalonimus, y su posible parentesco con Colón. La tesis aquí argumentada es que el último gran príncipe judío fue Colón, pero la historia oficial ha distorsionado los hechos, el tiempo y los nombres para que no lo podamos ver. Detrás de ellos está el misterio no reconocido de la obligada conversión judía de 1492 y del mítico Priorato de Sión. Todo ello, sin una mirada neocronológica, que desmonta y reconstruye la historia sagrada y su mapa cronológico oficial, y la ubica en la Edad Media, es imposible de creer. O dicho de otro modo, es posible verlo así si se entiende, y se acepta (que son dos cosas distintas), la Nueva Cronología de Fomenko y Nosovsky.

Colón fue un líder.

Colón fue un líder que perteneció a un gran linaje. Lo fue porque negoció con los reyes (y la supervisión del Vaticano) liderar la ocupación del mundo y aspiró a recuperar Tierra Santa. Si no lo fue no tiene sentido que acordase las llamadas Capitulaciones de Santa Fe. Como decía en el artículo «Otro mapa mental para el descubrimiento de América», (en El País Costa Rica, 2019):

Estas capitulaciones, meses antes de consumar el “descubrimiento”, no tienen sentido, y el reparto del mundo entre los reyes hispanos de las Españas y de Portugal tampoco, al menos del modo que nos ha sido transmitido. No tiene sentido que se delegue al linaje de un supuesto descubridor el rango de Virrey de Asia (cargo vitalicio para él y sus sucesores) y se lo envíe allí con únicamente tres barcos para que tome posesión de las tierras ante la magnífica autoridad del Gran Khan; ni que se le entregue el derecho de diezmo que hasta entonces pertenecía a la iglesia; ni que se le haga juez principal de todos los asuntos que se dirimen allí.

En esta publicación añadía, también, la relación de esta empresa con la Orden del Templo de Salomón, pese a la supuesta evidencia anacrónica de la imposibilidad de que así fuese, porque dicha orden cesa su actividad en 1307, 185 años antes que el descubrimiento de América. Pero, basándome en la Nueva Cronología de Fomenko y Nosovskiy, y en la variante X-185, resaltaba que con una lectura neocronológica podía trasladarse a tiempos del descubrimiento, y éste no fue en 1492, sino 185 años después. Es decir, dicha orden no cae en 1307, sino en 1492 que, en realidad, fue 1677. Detrás está la tesis argumentada de una reinvención del pasado que cuesta de entender, y de aceptar, pero está basada en pruebas evidentes y robustas, como lo son las fechas de los zodíacos de los templos, las duplicidades genealógicas y el gran trabajo de reconstrucción y de falsificación documental que aparece justo después del descubrimiento. Para más información consultar la obra History: Fiction or Science?, de Anatoly Fomenko y Greb Nosovskiy. Finalmente, de un modo complementario pero no menor, recordaba la casual relevancia catalana en el inicio de la colonización, como lo demuestra el estudio documental, e incluso llega a verse en numerosos planos donde aparece su emblema, que es el que luce también la llamada Corona de Aragón (véanse los mapas de Jorge Reinel, 1519; de Guillaume Le Testu, 1555; de Bastian Lopes, 1558; de Lázaro Luís, 1563; de Domingo Teixeira, 1573; de Joan Oliva, 1614; etc.); y el coincidente declive de dicha corona (y de la hegemonía catalana en el orden romano) junto con el del descubridor. Pero eso no era todo, ya que consideraba la lógica relación de todas estas evidencias con el inicio de la sospechosa persecución del judaísmo en España, también en el año oficial de 1492.

Por estas razones, resaltaba que:

En cambio, sí que tiene sentido que Colón representase a la autoridad genovesa y/o catalana de la Orden del Templo de Salomón (que hasta la fecha habría sido la principal autoridad marítima del brazo militar, como evidencian los cuadros del descubrimiento y los mapamundis), tras el atentado del rey de Francia hacia dicha Orden en las tierras francas y occitanas en el año 1677 real (el 1307 oficial), coincidiendo con el debilitamiento del pacto o alianza del Arca de Salomón, entre Oriente y Occidente.

Y añadía:

En base a este razonamiento, tiene sentido que Colón fuese la cabeza de un linaje imperial asociado a los grandes monarcas, que a su vez representase y/o substituyese a la autoridad judía de Europa occidental y a un orden religioso y militar, romano y salomónico, dominante y principal, antes de su desmantelamiento posterior para dar lugar al nuevo orden católico y romano del Vaticano.(…) Por esta razón, el Papa Inocencio VIII entregaría a Don Miguel Alonso de Pinzón, antes de la gesta del descubrimiento, un documento de la Corte de Salomón proveniente del estamento judío que informaba de cómo llegar a grandes y ricas tierras que se encontraban en el Oeste, apuntando a México. La Corte existía, y en ese inicio era judía y papal.

Llegados a este punto, la investigación continuó y se acabó de encajar en el libro La vía Cronológica (Ediciones de La Tempestad, 2020), pero ahora ha dado un nuevo giro. La tesis catalana, y judía, del linaje del descubridor de América, tiene nuevas pruebas, y evidencias, que apuntan a esta reconstrucción.

El descubridor de América se llamaba Colom, no Colón o Columbus (aunque pueden ser versiones adaptadas a los respectivos idiomas) porque así lo dice su carta epistolar que se publica cuando apenas llega de América; porque también así se autodenominan sus descendientes; y porque así le llama en cronista Bartolomé Casaus (conocido como Bartolomé de Las Casas). Colom es tal como se lo conoce en tierras catalanas, pero aparece y desaparece de la nada, no hay rastro de él, y los Colom de Barcelona, ​​Valencia o Mallorca parece que tienen poco que ver (o no).

Un catalán de apellido Bertran Margarit fue el primer gobernador de las Indias, llamado Pere, que históricamente fue considerado un italiano, pero ahora se sabe quien fue. Unos Bertran, primos de los Margarit, pertenecían a una acaudalada rama en Barcelona de apellido Colom (como el descubridor) y un Margarit, de nombre Joan, fue insigne educador del rei Fernando. También hubo un insigne cartógrafo de nombre Jaume Bertran que formaba parte de la escuela mallorquina, la más importante de la época. Curioso, pero parece que a nadie le llame la atención. Ah, y también es un catalán, de nombre Jaume Ferrer de Blanes, quien delimita el reparto de las tierras del mundo entre los reyes católicos y los reyes de Portugal en el Tratado de Tordesillas de 1494, pero ahora nadie sabe decir de dónde proviene, ni cuál era su familia real. Y otro, de nombre Bernat Boïl, quien es el primer Patriarca de las Indias Occidentales. Por otro lado, el almirante Colom informa a los reyes de la “gesta” en Barcelona, allí se publica la primera carta que da fe de ello, y el impulso de las primeras expediciones parte del entorno del rey y conde de Barcelona. Particularmente, el dinero procede de judíos conversos que acabarán, todos o casi todos, en la hoguera. Destacan los La Cavalleria y los Santàngel, asentados en tierras catalanas y valencianas, también aragonesas, según fuentes documentales. Ellos convencieron al rey para apoyar a Colom, y pusieron sus recursos, y los de la corona, que administraban. Los La Cavalleria, a su vez, son un insigne linaje judío converso que antes son los administradores de la Orden del Templo de Salomón. Y son familia con los Santàngel, que casa con una La Cavalleria, como también lo hace el secretario del rey, Joan Coloma, si bien hay quien lo cuestiona. Por otro lado, todo este entorno está muy vinculado con otro insigne apellido, esta vez judío, de nombre Benvenist, que a su vez es administrador de la hacienda del reino de Castilla justo hasta poco antes de la boda de los reyes Fernando e Isabel, que organizan, por cierto, los La Cavalleria junto con otros judíos. Y esto deja de ser curioso, es muy significativo, como lo es que el Papa es valenciano, de tierra catalana. Y, valga decir… el santo cáliz se encuentra (una de sus versiones, seguramente la principal) en la catedral de Valencia. Esto es oficial, pero parece que tampoco llame la atención, ni se relaciona con la famosa expulsión judía de 1492, que también fue árabe, tras la ocupación, por parte del rey, del reino de Granada. Luego, al igual que todo este entorno, Colom será objeto de un borrado evidente. A sus descendientes se les quita sus derechos en los famosos pleitos de 1529 a 1535, y se han perdido las cartas originales del descubridor, y el documento original de las Capitulaciones de Santa Fe, que… curiosamente, la primera referencia se encuentra en la Cancelleria de Barcelona y la firma Joan Coloma, el secretario con familia con los La Cavalleria. Todo lo que sabemos de él es, básicamente, de fuentes ajenas. Incluso, él no fue el único descubridor destronado en esos pleitos, también se encuentra el caso de Hernán Cortés y, en otro orden, se podría añadir el de Francisco Pizarro (con raíces judías). Curiosamente, incluso, Cortés luce la señal de los condes de Barcelona en el centro de su escudo heráldico, y la casa real de Aragón, de raíz catalana, tiene los condes de Cortés, que son caballeros de la Orden de San Juan, de grandes honores. Demasiadas casualidades, salvo que nos creamos que Cataluña y los judíos no tienen nada que ver con el “descubrimiento” porque somos realmente ingenuos. La historia oficial ha dejado una explicación para todo, pero son tantas las alarmas que dan vueltas a los judíos y a los catalanes, y a su trágico destino en Europa Occidental, que debería hacernos pensar.

¿Hacia dónde hay que mirar, entonces? Hubo un portador del linaje del rey David, principal, de nombre Kalonimus, antes de que Colom se autodenominase “portador de Cristo” (firma como “Xpo FERENS”). Detrás del último Kalonimus hay, probablemente (aquí se presenta como una hipótesis), la identidad del “descubridor”, que también fue la del último gran príncipe judío, heredero del gran padre, o “santo padre”, de todos los poderes de Europa que ahora entendemos como cristianos. Pero bueno, eso se merece una explicación.

Hagamos memoria. Recuperemos de dónde proviene el apellido judío, de nombre Kalonimus, instalado en el siglo VIII oficial en Narbona. “Kalonimus” vendría a querer decir “El que lleva el bello nombre”, a juicio de los entendidos, y de una querida amiga. Ellos fueron el linaje principal, reconocido en toda Europa, descendiente del rey David. La señal de su escudo fue el león rampante, de Judea (que puede estar detrás, quién sabe, del Reino de León, antes de ser intervenido por Castilla). Fueron los Exilarcas de Babilonia descendientes del gran David, antes de que este fuese convertido en el rey bíblico. Esto hay que entenderlo bien, cierto. Se dice que fueron ellos los que difundieron la tesis de las raíces babilónicas de los poderes asociados al gran Carlomagno, pero la historia puede ser diferente. Para empezar, llama la atención que no se hable de ellos, y de que desaparezcan de repente a principios del siglo XIV, entre Nápoles y Cataluña, oficialmente, si bien aquí se quita el polvo de los documentos que así lo dan a entender. De momento, dejo anotado el hilo de Ariadna que nos lleva al descubridor Cristóbal Colom, que parte de la base de que los hechos del siglo XIV conviene entenderlos como más cercanos. Me baso en la reconstrucción neocronológica que hace años que exploro, con el proyecto de investigación impagable de la Nueva Cronología de los matemáticos Fomeko y Nosovskiy, pero también en los estudios que aportan otras mentes privilegiadas. Destaca el trabajo de Zuckerman y el equivalente de Graboïs, que Josep Bastardas (investigador catalán que lo trabaja, si bien siguiendo la cronología oficial) complementa en sus últimas publicaciones cuando constata, sin rodeos, que los levitas judíos bien podrían ser los abades cristianos, señores de los monasterios que hemos cristianizado (ver «¿Eran judíos los carolingios?», en Arqueología, historia y viajes sobre el mundo medieval, núm. 78, 2021, pp. 40-47; y «Els Levites: el poder fàctic del territori comtal català», en Querol: Revista Cultural de Cerdanya, núm. 26, 2020, pp. 16-27).

Los últimos descendientes directos de los Kalonimus, tal como se puede constatar (pese a las trampas cronológicas “oficiales”), son las familias que organizan el matrimonio entre los reyes Fernando e Isabel, y las que planifican el descubrimiento de América. El hilo a seguir es Babilonia-Kalonimus-Shaltiel/Benvenist-La Cavalleria… y los Gracia, los Santàngel y los Coloma, los Paternoy y otros. Todos son familia, mira por dónde, y hasta los Benvenist se llaman “Nasi”, príncipes judíos. También, con los Bertran (se conoce el cambio de nombre de un Benvenist a un Bertran), que podrían ser familia del famoso Pere [Bertran] Margarit y sus primos Colom Bertran de Barcelona, los todopoderosos mecenas del Hospital de la Santa Cruz y co-fundadores de la Tabla de Cambio (el primer banco público de la llamada Corona de Aragón), que la historia oficial no recuerda de dónde vienen. Claro, no quiere que se sepa. Es decir, ¿ellos son linaje judío, que decimos converso, de primer nivel? Muy probablemente, como también lo fueron Jaume Ferrer de Blanes y otros protagonistas de la “hazaña”, como Cortés y Pizarro. Antes, los Benvenist lideran (oficial y sistemáticamente) la defensa de los judíos en todas las disputas medievales contra los cristianos, desde el siglo XII al XV. Detrás siempre hay un Vidal Benvenist, y un La Cavalleria, si nos creemos la historia oficial, ya que en realidad habría sido sólo una única y principal disputa y el mismo Vidal. Manipulando los documentos se han creado “falsos espejos”, que son duplicaciones múltiples resultado de la dilatación de la historia que demuestra, sin rodeos, la neocronología fomenkiana.

Siguiendo este hilo, los Colom “descubridores” y todo su séquito serían un clan del linaje Kalonimus en una de sus variantes, ya que también se habían establecido en Italia y Alemania. Pero los “descubridores”, y “colonizadores”, son los príncipes principales, de Narbona, hoy olvidados y entonces destronados. Ellos llaman a sus parientes de Cataluña y Castilla para combatir las pretensiones francesas, que arrasan la Septimania una vez cae la Orden del Templo de Salomón en manos del rey de Francia y de Navarra, en una crisis de legitimidades. Sí, de Salomón, aunque cueste encajarlo en la historia oficial, que lo ha desubicado temporalmente. Como decía, es una hipótesis que está soportada por múltiples pruebas neocronológicas, que ahora y aquí se dejan de lado para no perder el hilo principal. Sólo se contextualiza que los Kalonimus eran el linaje “principal” judío, en una forma muy superior a la reconocida, pero la historia los ha hecho desaparecer en el siglo XIV (cuando caen los judíos y los templarios en Francia, en el 1306-1307 oficial). El último, de nombre Kalonimus ben Kalonimus, que se lo ha hecho transexual y un bromista, es hijo del último príncipe y acaba, curiosamente, entre Aviñón y Cataluña, al servicio de los Anjou, tras la ocupación de Nápoles y las alianzas matrimoniales con los poderes catalanes. Ahora bien, hay razones para considerar que: ni desaparecieron ni eso pasó en el siglo XIV. La manipulación de la historia cambió, también, los episodios de la historia de lugar, de contexto, y la mejor forma de hacerlo fue manipulando temporalmente y creando nuevas narrativas.

Entrando en más detalle, en el texto que nos deja escrito Graboïs, sobre los príncipes de Narbona, podemos intuir la presencia del linaje del rey David detrás de los protagonistas del “descubrimiento” de América. Los príncipes se llamaban Kalonimus y tenían el principado en Narbona, así como otro de principal en Barcelona. Provienen de Babilonia, son Exilarcas judíos y de ellos proceden las escuelas judías que se implantan por toda Europa Occidental en la Edad Media. Dirigieron hereditariamente la escuela talmúdica de Narbona, se los conocía como los «reyes judíos de Narbona» y el propio Benjamín de Tudela los llamó «el centro de la Torá». Se considera que llegaron a representar el máximo prestigio del mundo judío occidental, y de allí nacería la conocida cábala.

Se trata, pues, de una gran historia, que resulta complicado encajar en la idea cristiana del papado romano y en la naturaleza eminentemente cristiana de la nobleza y la monarquía europeas. Pero todavía resulta más complejo aceptar que ellos dejan descendencia directa hasta las cercanías del rey “católico” y el descubridor, Colom, a través de los Benvenist. Una descendencia, por otro lado, real (de realeza), ya que con ellos se originan los poderes de la realeza europea medieval. Esto último no lo dice Graboïs, lo demuestran los estudios genealógicos atando cabos que, por cierto, son en su mayoría obra de estudiosos judíos. En esta línea, Zuckerman nos hace saber que es muy probable que los linajes carolingio y exilarca de Babilonia (judío, arraigado a Narbona) estuviesen en la raíz de los poderes y privilegios reales y principescos de Europa. Según documenta, el rey carolingio Pipino estableció en Narbona un príncipe judío vasallo como recompensa por la cooperación con la lucha contra el Al-Andalus, y el gobernante habría sido Makir de Narbona, descendiente probable del exilarca babilónico David Bustanai. Deduce que es el mismo Teodorico, padre de Guillermo de Gelona que casa con la hija de Carlos Martel, Alda, hermana de Pipino, según la obra del príncipe Kalonimos ben Tordos, descendiente de Makir. La documentación que apunta es variada, y la última gran prueba aparece cerca de Narbona en 1829, en la abadía de Lagrasse, si bien actualmente hay fuentes que hace del mismo Guillermo de Gelona (conde de Tolosa) el primer Kalonimus. Eso, sí, la línea de los Kalonimus, según Zuckerman, comienza cuando termina la investigación que hace hasta el siglo IX. En este sentido, la obra de Aryeh Graboïs trabaja su continuación, hasta el siglo XIV. ¿Fueron seis siglos de príncipes judíos? Puede ser, pero la neocronología nos lo explica de otra manera, diferente.

Hay una historia reconstruida que ha desubicado los hechos cronológicamente y los ha espaciado en el tiempo histórico, que ha sido dilatado, y esta manipulación premeditada tiene la intención de desubicar al investigador y crear una historia alternativa. Dicho en pocas palabras, los hechos bíblicos del rey David son también los de David Bustanai, del siglo VII dC, que preceden la llegada de los Exilarcas a Narbona. Bustanai es el líder judío recuperado de la opresión persa, tal como ocurre con el equivalente pueblo judío a manos del rey Nabucodonosor, aunque unos hechos sean del siglo VII dC y los otros del VII aC. Josep Bastardas ha visto las relaciones, y la neocronología da la explicación. Bustanai es el primer David, si se sabe ver el espejo neocronológico. Y es el futuro Cristo. Con él “renace” la paz que anuncian los libros proféticos, que acabará diseñando el cristianismo actual, pero antes construye el libro sagrado, la Biblia, y crea la escuela judía. Cierto, cuesta aceptarlo, lógicamente. Pero esto es la neocronología. Bueno, es una parte. En realidad todo es radicalmente diferente a como nos lo han explicado. Lo que entendemos por Edad Media es la historia sagrada. Es más breve y más salvaje, y civilizadora. Con el segundo templo de Israel se sientan las bases de una reconstrucción que es exitosa, y acabará creando el poder simbólico que une a las tres religiones monoteístas de Oriente con el budismo. El libro de Ezequiel y el del Apocalipsis bíblico, contrastados, nos lo dejan bien claro. Pero también comienza una nueva manera de entender el tiempo, y de escribir la historia, y de reescribirla a conveniencia. El poder en pocas manos tiene eso, se acaba abusando de él. La historia real ha estado más de seis siglos sometida a una fuerte distorsión para crear poderes, y para destruirlos. Así, una de las consecuencias de este guirigay documental es la imposibilidad de encontrar las respuestas en documentos originales clarificadores, y esto da alas a la imaginación. Por ejemplo, se da el caso de la teoría del Priorato de Sión merovingio, que busca la raíz en la María Magdalena bíblica y que en realidad viene a ser un plagio de la historia de los Exilarcas, que Dan Brown hace suya copiando la obra de Zuckerman en la novela El Código da Vinci. Es decir, Graboïs y Zuckerman hacen un gran trabajo, pero no lo terminan, y Brown lo acaba manipulando para crear un producto comercial. Incluso, Graboïs incluye en su reconstrucción un vicio inconsciente al no creerse que, realmente, eran hijos de Exilarcas. Es excesivamente conservador y no se atreve a tocar el texto sagrado, claro. Del mismo modo, Zuckerman no deja de validar el reino franco. Así, la idea merovingia y los Exilarcas están muy cerca pero ninguna de estas investigaciones se atreve a ver las relaciones. Niegan las evidencias y alimentan mitos erróneos.

Ellos, y todos los investigadores mínimamente “sensatos” chocan con la dificultad de creerse una historia neocronológica difícil de encajar con la historia oficial. Así, unos buscan apenas los antepasados ​​que los hagan linaje davídico, y los otros… como mucho el Santo Grial y el mito de María Magdalena. Pero unos no quieren ver la idea cristiana, y los otros la judía. Así, no se encuentran y no pueden avanzar, juntos. Y esto tiene una explicación: se ha manipulado la historia, y el contexto real de los textos sagrados. En otro orden, no menor, se encuentra otra dificultad añadida. Esta historia es en parte catalana y provenzal, cuando en la Edad Media eran la misma casa condal, y la historia oficial internacional ha borrado este rastro. Todo el mundo ve una historia francesa y cristiana hasta los Pirineos, y no busca en la catalana ni en la judía. Cataluña y los catalanes, y todos los occitanos, al igual que los judíos, han sido privados de poder escribir su propia historia medieval libremente (que es templaria, cátara y judía, esencialmente) por parte de las academias francesa y española, bajo la observancia inquisitorial que ha censurado libros, archivos y bibliotecas hasta la extenuación.

Conviene, pues, encajarlo todo de nuevo. Dice, el hilo que aquí se sigue: este linaje viene de Babilonia y ellos son los verdaderos Exilarcas bíblicos (los originales) que llegan a Occidente, de la mano de Moisés, que hemos transformado en Musa ibn Nusair. Sí, son los hechos bíblicos. La neocronología lo deja bien claro: es el éxodo del Sinaí a la tierra prometida. Es decir, los judíos no vienen llamados por Carlomagno, sino que lo hacen con los sarracenos, y la idea carolingia no habría tenido otra intención que la de crear una idea cristiana de la nueva Roma, la italiana. En este sentido, Fomenko lo deja bien claro, y aquí sólo se acaba de contextualizar. La cristianización de la historia tártara en Europa comienza con la de Carlomagno, y el mito de la resistencia franca. En realidad, serían el nuevo poder griego-egipcio unido con el persa, y el hebreo, que son tártaros. Los reflejos godos y visigodos de las invasiones de Europa serían la misma historia reflejada. Ellos, los recién llegados, llevan la civilización política basada en la justicia universal de un solo Dios. Con el paso del tiempo, sin embargo, y con la manipulación de la historia que se impone con el proyecto colonial europeo, se los hace mutar hacia los linajes carolingios y bellónides, los condes de Carcasona y de Razès, siendo una línea que se traslada a los condes de Barcelona. Por eso las fuentes que hablan de ello son trabajos recientes, del siglo XVIII o XIX, y están basados ​​en fuentes medievales controladas, probablemente falsificadas, por parte de los poderes cristianos que se imponen justo cuando se crean las enciclopedias, antes de instaurar la educación de la historia universal entre todos los seres humanos.

Pero reescribir la historia y adulterar los documentos tiene riesgos, y hacer limpieza de todo no es tan fácil. Ahora se deduce, en base a los hechos que encontramos documentados en los siglos XI-XIII, que los Exilarcas que ubicamos en los siglos VIII-X controlan las escuelas y la creación del texto sagrado, mano a mano con la comunidad de Babilonia (que ya no está en Mesopotamia, sino en El Cairo), y asumen la función de la justicia, la administración y la educación de Europa Occidental, de Granada hacia arriba. En Granada tienen también su escuela, que con el tiempo los lleva a abrazar otra historia. Los Exilarcas mantienen el estatus de príncipes judíos, y se los hace “reyes de los judíos”, cuando eso les reconoce como líderes, y la historia no consigue hacerlos desaparecer de la memoria documental. Su poder es el del linaje del rey David, que quiere decir “el amado”. Se crea, pues, una doble rama sagrada, real y condal, franca y catalana, septimana, y un principado judío. Sus descendientes primeros son la realeza europea, Zuckerman tiene razón. Pero la reconstrucción no se acaba aquí. Apenas comienza y está mal encajada.

¿Qué pasó? ¿Por qué “caen” los judíos? Una explicación es ésta. El poder judío se venga cuando entra en crisis, y de buen inicio se propone recuperarlo. La estrategia es anunciar el Mesías, y armar un nuevo ejército, simbólico y militar, para recuperar el control de Tierra Santa, que ha sido ocupada por los otomanos después de caer el Imperio Romano con sede en Constantinopla. Saben que con la plata y el oro de las Indias Occidentales, que controla hasta entonces la Orden del Templo, podrán pagar el ejército más poderoso jamás visto para volver a controlar el mundo. De ahí el Libro de las profecías de Colom y el proyecto colonial. Pero, rápidamente, todo cambia. El proyecto judío será cristiano, y los judíos que se mantienen unidos como pueblo serán las principales víctimas en la nueva Europa, juntamente con los cátaros. De forma sentida, los mismos judíos son el problema principal, si es que se le puede llamar así, a los ojos de los convertidos, o transformados, y todo se tambalea nada más empezar. No se consigue llevarlos todos a la conversión masiva. Parece que ellos y los poderes implicados no se ponen de acuerdo en cómo sacar adelante esta “empresa” colonial y mesiánica, y hay demasiado recelo, y dolor, claro. Este episodio es la última versión del Apocalipsis. Es el último mensaje apocalíptico, y la Compañía de Jesús será quien lo haga realidad, una vez los imperios llegan a un acuerdo y Jesús es el nuevo icono. La base de este poder fusiona el símbolo del rey David (Bustanai) con el del Cristo gnóstico asociado al gran emperador del mundo, que hace su escuela en toda Europa y otras versiones en el resto de Asia, y en Egipto, y tutela el Preste Juan de las Indias, desde Etiopía. Tiene sus duplicidades en el mismo Buda o Horus, y en otras deidades greco-romanas. Pero a todas ellas se las envía al pasado, y se impone a un nuevo Jesús, histórico. Así, los jesuitas serán los “historiadores” que educarán el mundo, y se apropiarán del sentido bíblico que quieren imponer en nombre del Nuevo Testamento. Hacen el trabajo con gran diligencia, y cuando terminan se echan atrás (se borra el rastro del “trabajo hecho”), si bien después reaparecen como una orden religiosa destinada a difundir los valores cristianos por todo el mundo. Crean la historia humana y la ordenan tal como la conocemos hoy, dilatándola en el tiempo. Paralelamente, encuadernan el texto anterior y le llaman “Antiguo Testamento” y, amén, enviado dos o tres mil años atrás. Mientras tanto, el “santo padre” europeo y el Preste Juan se fusionan en Roma como el Papa Católico y Universal, y se crea el Vaticano. Se crean falsificaciones arqueológicas para agrandar Roma, y ​​otras ciudades, y “aparecen” misteriosos historiadores romanos por todas partes, que nos ayudan a “entenderlo”. El Arca de la Alianza se deja en Etiopía, que es controlada por los portugueses, y se deja en el olvido, custodiada por la iglesia copta. Este Arca representa la verdadera alianza de los imperios de todo el mundo, pero de eso ya nadie se acuerda. En su lugar hemos creado el mito mongol y la hemos menospreciado. La paz universal de la Alianza con Dios es la tártara, o mongol, diga lo que diga la historia manipulada. Para borrar el rastro nos ubican a la leyenda mongol justo cuando (dicen) desaparecen los Exilarcas de Babilonia. Pero en realidad aparecen entonces, de la mano de la lucha de los Keraitas y Gengis Kan contra el resto del mundo, que acaban ocupando. Los Keraitas son los portadores del linaje del Preste Juan, quien fuera el protector y líder de Gengis Kan, pero, al igual que los judíos con los persas babilónicos, acabarán vencidos por el poder “aliado” (tártaro), y, luego, pactarán la paz con la unión de sus linajes, a los que se les unirán los poderes griegos. Así, la princesa keraita Sorgagtani Beki casa con el hijo de Gengis Kan y da a luz a grandes emperadores, como Möngke, Gran Kan del Imperio Mongol; a Kublai Kan, el Gran Kan del Imperio Mongol y de la Dinastía Yuan china; a Hulagu, el Kan persa que gobierna también Turquía, Georgia y Armenia; y Ariq Böke, también Gran Kan por corto tiempo. Y, a su vez, de esta gran historia nacerá el poder de Jahvé, y la historia sagrada. Aparecerá una paz mundial con un proyecto sacerdotal por hacer, que creará escuelas que luego convendrá unir, con el proyecto colonial. Y, por el camino, se ocupa Europa. Batu Kan (nieto de Gengis) crea la Horda de Oro sobre la cual se construye el imperio ruso, y vienen aquí los serracenos liderados por Moisés, con los Exilarcas. Son la misma familia, pero todo se remueve en el tiempo, para crear la gloria de Europa, cristiana.

Resultado de un “juego de manos”, Juan (el Preste o gran sacerdote de las Indias) pasa a ser “el bautista” y San Pedro hace de Roma la capital. La historia se reescribe y todos los archivos son manipulados. Se crea el sumo poder simbólico de Cristo, el Mesías. Así, tanto Colom como los Kalonimus son sacrificados, si bien se camuflan en otros linajes, según sigan con la fe judía o la cristiana. Algunos de ellos, judíos, adoptan otros apellidos y borran los hilos que los llevan a Narbona (o lo intentan); y, los cristianos, se convierten en grandes “nobles”, grandes “monarcas”, incluso grandes “papas”, a cambio de grandes poderes principescos, como el que lucen, por ejemplo, los Colonna en Roma desde el siglo XVIII.

La obra maestra (para situar al lector, para hacerle entender el alcance de lo que estamos hablando) fue la creación del Cristo histórico y la historia del Imperio Romano italiano, tal como lo conocemos. Sí, es así de grueso, porque había que crear el poder de Roma y el de un mesías que fuera “real”, y se lo envió siglos atrás, haciéndolo el último de los reyes de Israel. Y eso lo justifica todo. Todo, también hacer una historia a medida, claro, que acabe para siempre con los reyes judíos. El último rey, Jesús, ya no tiene descendencia. Proviene del rey David, pero no tiene hijos, y así la iglesia romana pasará a controlar el poder simbólico. Así no habrá el conflicto de legitimidades entre la familia davídica que se siente portadora del destino de la humanidad, y me refiero a la versión exilarca judía y a la monarquía dominante. Pero, como ya se ha adelantado, de eso tampoco se habla en este escrito, sólo se deja el hilo para quien lo quiera seguir más adelante.

Sin embargo, irán con cuidado a la hora de reescribir la historia. No se puede cambiarlo todo, hay que preservar el poder davídico, de Jerusalén. Resultado de una “carambola” histórica, desaparecen los “reyes judíos” (Kalonimus) y aparecen los reyes de Jerusalén en la corte de los Anjou de Nápoles. Y luego este honor recae en el rey Fernando el Católico. ¿Cómo? Pregunta: ¿cómo obtiene el rey Fernando el título de rey de Jerusalén? Respuesta: del matrimonio con la hija del Vizconde de Narbona, más conocida como Germana de Foix. ¿De Narbona? Claro. De Narbona, como sino. Reflexión. Anjou, ¿ángeles? ¿Son ellos los más judíos? ¿Tiene que ver con el Priorato de Sión? Dicen que es una novela… Ay, no, el Priorato de Santa María de Sión custodia el Arca de la Alianza en Aksum, Etiopía, cuando desaparece el Preste Juan. Cuantas casualidades. Una segunda carambola nos hecha una mano.”Casualmente”, los catalanes acaban siendo vencidos por el duque de Anjou, y él deja su escudo en el centro de la actual Corona española. Él es el Anjou y el nuevo rey de los catalanes que lleva el honor de rey de Jerusalén, cuando ya no hay “rey judío” físico, y se ha hecho uno simbólico, Jesús. Ah, y hay una tercera. La Primera Cruzada, la que crea todos los órdenes de caballería y el Templo de Salomón, la lidera el conde de Tolosa y le acompaña el conde de Barcelona, ​​su hermanastro, que muere en Jerusalén. ¡Caramba! Vaya… eso mejor dejarlo reposar. Resulta incluso incómodo para un neocronologista como yo, que sólo quiere encontrar respuestas lógicas a las contradicciones y las casualidades que nunca lo son, por muy insólitas que éstas parezcan, en la historia comprimida que requiere la Nueva Cronología de Fomenko y Nosovskiy. Eso significa que los poderes de Narbona, judíos, fueron los del reino de Jerusalén, y se los repartieron los Anjou y la casa de Barcelona, cuando éstos fueron, probablemente, un linaje imperial. Significa también que el Priorato de Sión se cristianizó y tomó posesión del Arca de la Alianza, para crear el poder del Santo Cáliz, otra alianza. Y significa que la primera cruzada puede ser que se concibiese en Tolosa, o que realmente fuese al revés, que de Jerusalén se trasladase a Narbona. En todo caso, existe una relación. En algún momento de la historia se crea el Santo Sepulcro en Jerusalén, donde David y Cristo llacen, juntos, porque están muy relacionados, con Gengis Kan.

¿Ésta es la deducción a día de hoy insólita donde tenemos que llegar? Puede ser, es la más lógica. En todo caso ya estamos cerca. Me hagáis caso o no, siguiendo estos hilos hay un misterioso poder judío que se ha borrado de los libros de historia, que merece ser estudiado. Una manera de entenderlo es como os lo he encajado. El último gran príncipe judío fue Colom, y la historia oficial ha distorsionado los hechos, el tiempo y los nombres para que no lo podamos ver. Él fue el «portador de Cristo», y el último «rey de los judíos». Llevó el «espíritu santo» tal como lo entendemos hoy, y por esta razón su nombre, Colom, en catalán, significa «paloma».

(*)  (*) Dr. Andreu Marfull Pujadas, Profesor en Planificación y Geografía Urbana a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México.

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2 COMENTARIOS

  1. La verdad es que ese Colón, es de muy mala recordación. Poco sabía de navegación, porque por un «pequeño error de cálculo», llegó a América, cuando en realidad iba para la India.

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