miércoles 24, abril 2024
spot_img

Ángeles y pastores

Todos los años se termina el ciclo anual, al menos en occidente, con la celebración de ciertas conmemoraciones rituales. La primera tiene que ver con la celebración del nacimiento de Jesús, para los católicos, cristianos y mormones, la segunda con el inicio de un nuevo año.

Lamentablemente ambas conmemoraciones se han convertido en una orgía de consumismo desenfrenado, impulsada por la codicia de comerciantes y mercaderes y aprovechando el condicionamiento mental que hace decenios se instauró en las poblaciones de esta parte del mundo. Los comercios se llenan de gente y todos quieren comprar su regalo. Es el clásico movimiento excesivo en los días y las horas previas a la Navidad. La euforia comercial pareciera nublar el real significado de la navidad, y esto cabe en las reflexiones de los líderes religiosos católicos, evangélicos y mormones.

Las calles céntricas se convulsionan y todos corren para conseguir un regalo. Si hasta pareciera que no queda más tiempo para nada. Lo real es que la que Navidad tiene un sentido profundo para muchas personas. Para los cristianos, la celebración del nacimiento de Jesús constituye el concepto central de la Navidad, y el inicio de la obra redentora de Dios para la humanidad. Católicos, evangélicos y mormones coinciden en reivindicar el sentido profundo de la Navidad, en la que auguran esperanza a la sociedad y proponen la unidad familiar.

La narración evangélica del nacimiento de Jesús, con estrellas que se mueven en el cielo, ángeles que cantan, pastores, y hasta unos extraños personajes llamados reyes magos, más parece un capítulo de la saga de Harry Potter que otra cosa. Pero detrás de todo existe un mensaje edificante, no se puede negar.

Porque los verdaderos personajes de la historia que rodea la navidad son los pastores: personas sencillas, trabajadoras y honestas. Bajo nuestras capas de sofisticación y educación moderna, todos somos pastores en cierta forma. Es el alma de pastor en nosotros, el niño en nosotros, que escucha a los ángeles, que están clamando por la gloria celestial, y que se atreve a esperar y a asombrarse con sobrecogimiento. Los pastores están al aire libre, expuestos al cielo de Dios, sin protección de artificio humano.

Lo que los sencillos pastores hacen es la cosa más elevada y santa que cualquier santo o místico pudiera hacer, en la tierra o en el cielo. Se mantienen vigilando por las noches. En la oscuridad esperan y escuchan, como el niño pequeño en el centro de sus almas. Y es en la oscuridad que la luz celestial amanece. En el silencio se escucha el canto de los ángeles.

Kierkegaard decía: Si pudiera prescribir solamente un remedio para todas las enfermedades del mundo moderno, yo prescribiría el silencio. Porque incluso si la Palabra de Dios fuese proclamada, nadie la escucharía; hay demasiado ruido. Por ello, forjen el silencio.

Los pastores están vigilando a sus ovejas, tal y como nuestra alma vigila su cuerpo con su rebaño de deseos, responsable del cuidado y la dirección de nuestro rebaño o instintos. Es a medida que vamos de un lugar a otro en nuestros asuntos rutinarios de cada día que la gracia sobrenatural nos llega a través del ministerio de los ángeles. A menudo no los vemos, como lo hicieron los pastores, pero están ahí. En el cielo los reconoceremos así como su papel en nuestras vidas. ¡Así que eras tú todo el tiempo! Eras tú que estabas ahí… en ese momento…

Estaban asustados. Temían a lo desconocido, los cielos que se abren y dejan ver los pasajes entre los mundos, como el nacimiento y la muerte. Incluso cuando el ángel dice: No teman, el hecho no es menos trascendental, el asombro es ahora gozoso, ya no suscita el temor; pero aun así nos llena de asombro. Son buenas noticias que nos traen un gran gozo. El gozo puede ser tan increíble como el temor. Las Buenas Nuevas que celebran católicos y cristianos, el hecho increíble de la Encarnación, es la noticia más gozosa y más asombrosa que alguna vez hayan escuchado.

Los ángeles les dicen a los pastores que este hecho es para ujstedes. No solamente para la humanidad en general, sino para nosotros, individuos ordinarios a quienes Dios Todopoderoso llega a nuestros campos, establos, oficinas y hogares. Este no es un mensaje pre-grabado; es Dios que llama personalmente.

La respuesta de los pastores es inmediata y práctica: Vayamos a Belén. El mensaje de los ángeles es poderoso; mueve a las personas a ir allá. Cuando Cicerón se dirigió al senado romano, todos dijeron, ¡Qué hermoso habla! Pero se mantuvieron en sus asientos. Pero cuando Demóstenes se dirigió al ejército griego, ellos se pusieron de pie de un salto, chocaron sus arpones contra el escudo y dijeron, ¡Marchemos!

Los ángeles son como Demóstenes. Los eruditos, al ver a los ángeles, dicen, interpretemos esto. Los pastores, al ver a los ángeles, dicen, vamos. Karl Marx estaba en lo cierto, profundamente, cuando dijo que los filósofos solamente han interpretado el mundo, pero la cosa es cambiarlo. A diferencia de los hombres sabios, los pastores no tienen regalos que traerle a Cristo. Son pobres mendigos como nosotros. Vienen con tierra bajo las uñas y en sus almas. Vienen a recibir, no a regatear; a maravillarse, no a entender. Corren a Belén para postrarse de rodillas, esto es, para cumplir el propósito último para el que todos fuimos creados.

Como nosotros, los pastores necesitan recorrer solamente un camino corto para encontrarse con Él, de los campos al establo. Pero Él vino desde una distancia infinita para reunirse con ellos; del cielo a la tierra, de la eternidad al tiempo, del gozo infinito a la miseria, el sufrimiento y la muerte. Él deseaba esa reunión con todo Su corazón. Para esa reunión las mismas estrellas que cantaban en esa noche santa fueron creadas como simples decoraciones del escenario. Lo que los sencillos pastores hacen es la cosa más elevada y santa que cualquier santo o místico pudiera hacer, en la tierra o en el cielo.

No importa si uno posee la fe de quienes creen en toda esta historia, o es un escéptico irremediable, lo importante es el significado que entrañan las fiestas de fin de año. No como una celebración comercial y materialista, sino por su profundo significado espiritual.

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría

Noticias de Interés

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Últimas Noticias