jueves 25, abril 2024
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Desmond Tutu

No hay verdad más amarga que la de saber que la humanidad, como un todo, nunca ha tenido -como norma distintiva- un norte  de colaboración, entendimiento y paz. Ha sido así desde hace por lo menos 6 mil años.  Hemos existido estancados en una narrativa de violencia por territorios, poder, recursos naturales y conocimiento. 

El infierno ha estado aquí, en el mundo, desde siempre. Somos sus diablos. La ignorancia y los bajos instintos anidan en cada ser humano; lo milagroso es que haya seres humanos que lo sepan, que haya seres humanos que denuncien este infierno, que haya seres humanos que busquen trascenderlo y que existan proyectos de un mundo bueno. Hay esperanza: lo bueno, lo sagrado, es posible. Esto es en sí mismo todo un milagro y nuestra mayor fuente de esperanza. 

El heroísmo de individuos y comunidades que disienten del libreto milenario de la violencia y la guerra, han de ser tenidos como joyas en extremo preciosas. Por eso tengo en un venerable altar – entre muchas otras mentes preclaras- a Jesús y a Siddhartha Gautama (el Buda).  La gran esperanza de la humanidad es subvertir el “orden” del infierno, su maldad dictatorial y su secuela de sufrimiento.  Dios es bueno porque la bondad es posible.

Decir lo expresado me lleva a Desmond Tutu. Lloro por su muerte.  Hace pocos días dejó de existir el Arzobispo Emérito (anglicano) de Ciudad del Cabo (Cape Town).  Vino muchas veces a Boston. Aquí lo conocí, conversé con él.  Recuerdo, por ejemplo, el 2002 cuando los residentes de Cambridge en Massachussets tuvimos el privilegio de abrigarlo durante unos meses en nuestra ciudad y donde -aprovechando su licencia sabática- dio clases en esta pequeña ciudad de un curso llamado “cristianismo global” impartido en la Escuela Episcopal de Divinidad del lugar. 

Era un ser humano muy agradable, chaparrito, siempre con una sonrisa a flor de piel y un generoso sentido del humor.  A pesar de su agenda, no era una persona imposible de buscar y encontrar.  Su prestigio era enorme pues había contribuido a la liberación de Mandela y a poner fin al apartheid sudafricano. Su estatura moral le fue reconocida en 1984 con el Premio Nobel de la Paz. 

Fue un hombre sencillo, directo y franco.  De Reagan dijo una vez: “El apartheid es tan malvado, tan inmoral, tan poco cristiano, en mi opinión, como el nazismo. Y en mi opinión, el apoyo y la colaboración de la administración Reagan con él es igualmente inmoral, malvado y totalmente anticristiano”. 

La última vez que compartimos una actividad fue en el 2007 en la icónica iglesia Old South Church en Boston.  La ocasión fue una reunión de concientización en torno al apartheid que todavía sigue sufriendo la nación palestina. Su solidaridad con los palestinos fue inquebrantable.  Que presidiera estos talleres fue controversial debido al poder del lobby sionista. Sus turbas trataron de intimidarnos a las afueras del evento.  No lo lograron.  

En aquella ocasión desde el púlpito dijo: “Lo correcto y lo incorrecto. No puede suceder que el mal, la injusticia y la opresión puedan tener la última palabra. No, en última instancia bondad, justicia, libertad, prevalecerán «. Así lo recuerdo, con amor: un pastor comprometido con Jesús.  A sus 90 años nos legó su ejemplo: la lucha sigue.

(*) Allen Pérez es Abogado

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3 COMENTARIOS

  1. Conmovedor testimonio el tuyo Allen a partir de tu vivencia eclesial y más allá de sus fronteras simbólicas. Fue un hombre justo, sabio y valiente. El mal no puede imponerse y menos en medio de nuestra indiferencia. No podemos ser cómplices y menos aún coautores de la injusticia y la opresión.

  2. Desmond Tutu creo que fue un hombre excepcional, sin embargo los problemas de esta humanidad irresponsable y codiciosa, no son fáciles de arreglar. El calentamiento global del planeta, hambruna, falta de agua, millones de abortos y un crecimiento descontrolado de la población.
    Sin embargo la carrera armamentista no para y andan buscando agua en Marte y donde vivir.

  3. Excelente homenaje, don Allen, a tan reconocida y admirada personalidad por su ardua lucha contra el apartheid y por la liberación de su pueblo cautivo. En mi juventud tuve la dicha de conocerle personalmente, y como bien señalas era pequeño de estatura pero de una gran estatura moral y espiritual. Muy querido en el mundo ecuménico por su voz profética, siempre acompañando a su pueblo. Nos deja un legado de bondad, como bien lo destacas en tu artículo. Alvaro Vega.

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