martes 16, abril 2024
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Stalin y el 30 aniversario de la extinción de la Unión Soviética

Stalin murió el 5 de marzo de 1953. Sufrió de una hemorragia masiva en su lado derecho del cerebro. Se desplomó en la oscura soledad de su habitación, ubicada en su dacha (la de Blizhniaia en Kuntsevo), no lejos de Moscú. Pasó 16 horas tirado en el suelo todavía respirando. Había vivido su última noche hasta la madrugada empapado en vodka, en una borrachera de rigor con su entorno íntimo que incluía a su bufón: el camarada gordiflón Nikita Kruschev.

Tendría, Stalin, 74 años y fue el amo de un vasto imperio -que no fue el de los trabajadores- durante 3 décadas. Fue el suyo, como se tiene una cosa. Pero  las concepciones y los métodos estalinistas del poder no desaparecieron, porque trascendieron el deceso del autócrata, artífice él de todo un sistema social de rígido dominio burocrático-corporativo impuesto al resto de la sociedad, y de una endeble pero seductora ideología antimarxista, disfrazada de ciencia, por él bautizada como “marxismo-leninismo”.

No fue dicho régimen uno socialista, conforme a sus clásicas definiciones, tampoco capitalismo de estado, ni un estado obrero degenerado, esto último a tenor  del genial Trotsky; fue, más bien, un engendro insólito o excéntrico de la historia, nacido de una inédita, efímera y abortada experiencia obrera en la conducción política del Estado ruso que quizá Jacek Kuron, Karol Cyryl Modzelewski, Isaac Deutscher, Milovan Djilas, Cornelius Castoriadis y otros (lecturas de mi juventud) no lograron precisar correctamente. La  fugaz y precaria democracia popular se fue disolviendo como sombra impaciente, dando este hecho paso al estalinismo, que significó la advenediza irrupción  de una inusitada dictadura burocrática-corporativa en los originales anaqueles de la historia universal.

Bajo Stalin nunca se socializó (solo se estatizó) la propiedad productiva y la eliminación del trabajo asalariado dejó de ser una meta. En el fondo, no hubo una revolución en el significado comunista del término, conforme a sus clásicos mentores. Sin duda se dio una revolución con un giro perverso, en el sentido más ambiguo y reaccionario, porque  decapitó las ilusiones de poder del proletariado y sus aliados. El proyecto revolucionario inicial naufragó negándose a sí mismo y terminó, por así decirlo, convirtiéndose en “otro ser”, fenómeno nada extraño en la historia social.

Este peculiar cesarismo nació por caprichos de la historia con las banderas rojas de los desheredados del mundo, de los explotados de toda parte, y con el uso de una retórica anticapitalista caprichosa, inconsecuente y de dudosa factura. Se trató la trama de una revolución traicionada, de la pulverización de los ideales bolcheviques. El marxismo fue su mampara, el leninismo su excusa. Este hecho se tradujo en la mayor estafa histórica y política del siglo XX, con graves implicaciones para los movimientos emancipatorios y de liberación nacional del planeta. Los trabajadores revolucionarios del mundo fueron engañados y millones de comunistas honestos, gente sacrificada, terminaron embaucados. ¡Que inconmensurable tragedia!

Se argumentó -como hoy parece seguir siendo el caso- que con la muerte de Stalin la larga noche de terror había quedado atrás y que era un capítulo histórico cerrado.  Se dijo que los crímenes del receloso zar rojo fueron expuestos por Kruschev en el XX Congreso del partido Comunista de la entonces Unión Soviética (1956), y que desde ese momento se produjo la debida desestalinización con una óptima exposición de las culpas al más alto nivel. ¿Fue suficiente?  ¿Fue el Informe Secreto de Kruschev -distribuido a todos los delegados y estructuras del Partido- una lectura sobrada para delatar en su raíz los vicios del llamado socialismo real?

El estalinismo en esencia sobrevivió a pesar de y en contra de Stalin mismo. Mi tesis es que el XX Congreso inició un nuevo estalinismo sin Stalin, odiando a Stalin y excomulgando a Stalin, asunto que Mao denunció como traición imperdonable hasta su muerte. Tuvo que ser el defenestre así porque la nomenklatura necesitaba de un nivel de civilidad para que, al menos, una parte importante de la privilegiada dirigencia no siguiera temiendo por su vida. Bajo Stalin, en todo momento, cualquier alto dirigente caía en la más abyecta desgracia. Kruschev vivió aterrorizado y el deceso de su camarada fue un pasaporte a la seguridad física. Las reformas que siguieron, sin embargo, no cambiaron la naturaleza burocrática y corporativa del Estado ni su estilo autocrático.

¿Qué, entonces, siguió siendo estalinista entre los odiadores de Stalin que le  sucedieron en el poder? Ciertamente el absolutismo del partido como única fuente de poder, tiranía impuesta al pueblo en nombre de los obreros y de los campesinos, del comunismo, vaya paradoja y qué alejado todo de los ideales libertarios de Marx y Engels; porque lo que se había instalado correspondía, como dije, a un modelo económico corporativista, donde el Estado (la burocracia) tenía intereses materiales propios, en detrimento del resto de los estamentos sociales, obligados estos a pactos transaccionales.  Con la muerte de Stalin esta dinámica no cambió aunque se diera más respiro.

Si lo viejo se expresaba en las figuras del zar, la nobleza terrateniente y la burguesía, lo nuevo tuvo reflejo en Stalin, el partido y la burocracia. Si algo en común tuvieron ambos predicamentos, fue el poder absoluto, uno debido a Dios y el otro a Lenin. Con tal de legitimarse, Stalin mandó a construirle a Lenin un mausoleo en la Plaza Roja, al lado del Kremlin, para iniciar un metafísico ritual de peregrinación a la mejor usanza del cristianismo ortodoxo ruso; esta estrafalaria liturgia fue creada por Stalin para santificarse él mismo como el supremo heredero de la Revolución de Octubre. Nadezhda Krupskaya, la viuda de Lenin, tuvo que soportar horrorizada este vejamen, algo que el líder bolchevique no hubiese querido.

Tuvo la Unión Soviética, en lo económico, un sistema de producción burocrático basado en el trabajo asalariado, la planificación centralizada (planes quinquenales), la estatización de la economía  y de toda  la propiedad social; también se afincó dicha relación  en el dominio de clase de la que ostentaban  los dirigentes del partido y del Estado sobre las clases históricas típicas y fundamentales de entonces: el proletariado industrial y el campesinado.

El modelo  estalinista se fundamentó en la nacionalización de los medios de producción que, invariablemente, fueron administrados por una clase burocrática y para su excéntrico y grotesco  beneficio consumista. Corporativista fue el sistema, lo que significaba una contundente sumisión del pueblo al poder burocrático. Para el común de los ciudadanos, agrupado en organizaciones sociales, este era el camino para acceder a ciertos beneficios colectivos e individuales nada desdeñables.

Sin embargo, los pactos sociales así conseguidos tuvieron ahuecamientos peligrosos: 1. la imposibilidad de sostener indefinidamente y con autosuficiencia  el proyecto burocrático-corporativista, dada la preeminencia militar, económica y tecnológica  del capitalismo a escala global; 2. la insufrible carrera armamentista; 3.  la endémica escasez material, sin dejar de lado la proverbial corrupción y la conculcación de las libertades de asociación y de expresión. Todos estos críticos factores precipitaron  el colapso del Estado soviético, debacle que se extendió a sus satélites.

En diciembre del año pasado se cumplió el 30 aniversario de la disolución de la Unión Soviética. Lo recuerdo como ayer. Fue un momento único en la historia para quienes la vivimos. He escrito este artículo para dejar constancia ante los jóvenes que lo que se derrumbó no fue el comunismo ni, en el fondo, un tal socialismo real; lo que se desplomó en pedazos, amigas y amigos, fue simplemente el estalinismo  sin Stalin.

(*) Allen Pérez es Abogado

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17 COMENTARIOS

  1. Pensar que en nuestro pais y en Latinoamerica, a pesar de las enseñanzas vividas por otros pueblos,insisten en meternos estos horribles sistemas de gobierno.Esas ideas estatistas que tambien describe el autor nos hace pensar que no hay mejor sistema que la libertad y la democracia, teniendo en Costa Rica la dicha de estar cerca de Estados Unidos y lejos de Rusia y China.

    • Su servilismo y sumisión al imperialismo de los gringos es tal que se olvida de todas las fechorías de ese imperio invasor de nuestros países y promotor de atroces dictaduras como las de Trujillo y Somoza. Ese imperio es la otra cara del monstruoso régimen estalinista que dio al traste con el socialismo democrático en la naciente Unión Soviética, sepultando así las esperanzas de millones de trabajadores en todo el mundo. Por sí acaso, como bien explica Allen Pérez, socialismo no es estatizar sino poner los medios de producción en manos de las grandes mayorías. Muchos ven comunismos donde no los hubo nunca, al mismo tiempo que prefieren hacer la vista gorda con los del capitalismo desalmado de este cambio de siglo, la fiera no puede ser de otra manera. El estalinismo de entonces es el falso neoliberalismo de estos tiempos, ese que nos quieren imponer, sí o sí, cueste lo que cueste, aunque este último no tiene nada de liberalismo a semejanza del primero que fue la negación del socialismo. Todo esto no es más que un vano intentar de imponerle a la realidad ciertos dogmas que no resisten la menor contrastación con los hechos.

      • Que tenemos que ver los ticos con los rusos, con los chinos ? Nos visitan ? invierten en nuestro pais ? Hablamos ruso o chino o estamos tratando de hablar mas ingles en nustro pais?
        Locuritas de hombre mayor las suyas con socialismos y cuentos de «los medios de produccion en manos de las grandes mayorias» Se acuerda de Codesa ? y nuestras 330 instituciones…con que resultados ?
        Tome nota de las zonas francas y las empresas gringas que vivimos invitando a producir en nuestro pais y al turista que convive con nosotros. Ya es hora que despierte de su largo sueño.
        Allen Perez vive en Boston , Mass y noprecisamente con rusos ni chinos.

  2. Excelente bosquejo de un período histórico que dio al traste con las expectativas de millones de trabajadores de todo el mundo. Más que un líder supuestamente revolucionario Stalin terminó siendo el peor de los zares. Todavía hay mucho camino por desandar para poder repensar alguna vez la ruta al socialismo democrático, no puede ser de otra manera.

  3. Gracias Allen, pienso que diste en clavo. Durante mucho quise hacerlo, pero de verdad que fuiste vos el que terminó de encontraste con la piedra filosofal. Lo que se cayó hace treinta años…genial. Con gran estilo y de manera precisa describiste la naturaleza de ese régimen que todo lo pervirtió.

  4. De Allen Cordero Ulate:Gracias Allen. Un texto que da mucho para reflexionar y proyectar. Mucho de lo que decís lo comparto. En otros puntos, por ejemplo, la caracterización del Estado bajo el estalinismo, sigo más la tesis de Trotsky de estado obrero degenerado burocráticamente. Hay un aspecto muy importante «progresivo» que dio mucho peso y prestigio al estalinismo que fue su papel en la derrota del Hitler. Sin este triunfo la historia universal de posguerra hubiera sido muy diferente. Saludos!!

  5. De Allen R Pérez: El tema que abordé, estimado Allen, siempre fue un tema que me persiguió como pregunta: ¿Qué fue realmente la Unión Soviética y su órbita? Brevemente fui trotskista y, lógicamente, ello me metió en el tema de Stalin. Durante años adopte la tesis del “estado obrero degenerado” enunciado por Trotsky y que de cierta manera hoy justifico por la cercanía que él tenía con una revolución en la cual fue partícipe de primera fila. Pero ahora me parece incorrecta y las razones son un cuento largo. En cuanto a la Gran Guerra Patria y la victoria del Ejército Rojo existe el mito muy difundido de que Stalin fue el artífice de lo que ocurrió. Nada más falso, sus méritos son pocos, y si entró a la guerra fue porque lo invadieron y lo iban a matar; el verdadero gestor militar de la victoria fue el mariscal Zhúkov y el pueblo soviético que ofrendo 20 millones de vidas e indecibles sufrimientos. Stalin estaba tan celoso y herido por Zhúkov que lo habría asesinado y eso el mariscal lo sabía.

    • De Luis Daniel González:Brillante Allen. Me encanto la frase “si algo en común tuvieron ambos predicamentos fue el poder absoluto, uno debido a Dios y el otro a Lenin.” Las connotaciones históricas de tu ensayo son precisas y profundas.
      Agrego modestamente esta perspectiva adicional.
      En su momento las dos maquinarias de propaganda mas poderosas de la tierra coincidieron por razones instrumentales distintas, en llamar a eso socialismo: el emergente imperio estadounidense para desprestigiar el termino, a sabiendas de que se trataba de una vasta tiranía, y el de la propia union soviética, para disfrazarla y justificarla.

  6. FE DE ERRATAS…muchos ven comunismos donde nunca los hubo nunca, al mismo tiempo que prefieren hacer la vista gorda con los CRÍMENES del capitalismo desalmado de este cambio de siglo,…

  7. FE DE ERRATAS…Señor Rogelio Zepeda: …muchos ven comunismos donde nunca los hubo nunca, al mismo tiempo que prefieren hacer la vista gorda con los CRÍMENES del capitalismo desalmado de este cambio de siglo,…

  8. La campaña contra Stalin, dirigente que saliera victorioso de la ll Guerra Mundial contra las ordas fascistas de la Alemania Nazi, después de haber convertido a Rusia, el país más atrasado de Europa, en una potencia mundial, tuvo dos olas: la primera la desarrollaron los colaboracionista nazis ucranianos que huyeron a EEUU después de liberada Europa por el ejército Rojo, junto a la derecha internacional, el trotskismo y el mentiroso de Kruschev. Se trataba de bajarle el perfil a este gigante pero en especial, el antiestalinismo es la forma de anticomunismo que más dividendos ha rendido. La otra ola fue a finales de de los años setentas del siglo pasado con los novelistas Soltzenitzen y Sajarov, a quienes el imperio les condecoró con esplendidez con sus premiso nobel. A los que no se atienen a este tipo de propaganda anticomunista, les sugiero la obra del escritor estadounidense Grofer Furr: » Kruschev lied (Kruschev mintió) donde desbarata una a una las afirmaciones del llamado informe secreto de Kruschev al XX congreso del PCUS.JF

  9. La ley del karma le cobró. El Capital de Karlos Marx, le habla de la relación obrero- capitalista, de donde se genera la plusvalía, pero resulta que los campesinos o pequeños propietarios no son obreros , pero Stalin les puso a todos la misma camisa. Ahí fue donde vino la debacle. El que se oponía lo eliminaban

  10. A Rogelio Zepeda: Entonces sigue vivo el estalinismo neoliberal, como lo llama mi amigo Luis Mata Guillén…mis locuritas de hombre mayor y la mentalidad totalitaria suya je je… lo que tienes es una bronca con la Costa Rica de don Pepe y Daniel, esa que nos hizo diferentes del resto de los países de la América Central. Estábamos hablando del estalinismo y la disolución de la antigua Unión Soviética, pero alguna prefiere hablar sólo de sus obsesiones.

  11. A Luis Daniel Gonzalez de Allen Pérez: Claro, Luis Daniel, lo que apuntas es fundamental para entender como se juntan fuerzas antagónicas que dan al traste con un tercer factor que no es el de ellos. Tanto Stalin como Washington le tenían pavor a la revolución socialista. Tenemos que conversar sobre este tema. Son las locuras de la historia, el sentido amorfo con la que se cuenta.

  12. Lo más importante de este aporte que mi amigo Allen Pérez nos presenta es el no haber dejado pasar el hecho histórico que marcó un parteaguas en la historia universal: la extinción de la Unión Soviética, como califica a ese acontecimiento que ocurrió hace treinta años, y que buena parte de las nuevas generaciones ignoran, ya que como todas las anteriores están conformadas por gentes que piensan que la historia empieza con ellos, es entonces cuando descubren de nuevo que el agua hierve a los 100 grados centígrados, a lo mejor estoy equivocado pero valga. Lo otro es la acertada descripción y análisis acerca de la naturaleza del régimen estalinista, con casi nada de socialista y sí mucho del más atroz capitalismo, todo en beneficio de una nueva clase, algo en lo que se quedaron cortos León Trotsky y la mayoría de sus camaradas de entonces. También leí los trabajos de Jacek Kuron, Karol Modzelewski, Deutscher y otros que mencionas intentando encontrar una respuesta al fracaso de la Unión Soviética, el asunto ha sido de no acabar nunca. Tu mérito reside en haber elaborado ese análisis acerca de un régimen que trascendió a su fundador, que se hundió en la corrupción y la falta de libertades esenciales, además de la carrera armamentista. Se hundió el estalinismo, no el socialismo que seguirá siendo una aspiración de la humanidad entera. La llamada izquierda de esta parte del mundo (por no decir a escala planetaria) nos quedó debiendo un análisis y una autocrítica acerca de lo ocurrido, algunos de sus dirigentes se pasaron a la derecha más rancia. De los años noventa recuerdo sólo un libro del filósofo Helio Gallardo la Crisis del Socialismo Histórico, publicado por el DEI, aquí en San José de Costa Rica en 1992 (aún en mi poder), que tuvo el mérito de hacer un análisis de esa crisis y su génesis histórica…algunos todavía defienden al déspota, sin darse cuenta que aquello terminó siendo un proyecto fallido, en gran medida por la naturaleza contrarrevolucionaria del estalinismo, la que terminó por traicionar y sepultar a la revolución de los obreros y campesinos.

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