viernes 29, marzo 2024
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¡Tome chichí!

Dedicado al Tribunal Supremo de Elecciones y a los legisladores que en realidad son súbditos de los partidos políticos y por lo tanto de los dueños de los partidos políticos;  es decir, a lo que se puede llamar “el sistema”.  El sistema que hasta permite que si algún servidor de un partido no se siente muy cómodo ya en su posición de poder (a la que ha llegado gracias al partido) tiene la potestad de separarse autocráticamente por decisión individual y de declararse independiente (en traición técnica al partido que lo metió en el poder o como táctica del partido para disimular su monopolio del poder) convirtiéndose así en un nuevo dueño de una nueva fuerza sin saber el pueblo elector ni quién es realmente y sin tener potestad alguna para oponerse a esta nueva fuerza que se establece dentro del poder ya establecido al margen de la voluntad popular o para apoyarla. 

¿Qué contacto o relación tenemos los ciudadanos electores o qué relación tiene nuestro barrio o nuestra comunidad con los candidatos a presidente y vicepresidente y con los candidatos a diputados?  El mismo contacto y la misma relación que podemos tener con los miembros de las juntas directivas y los asuntos del Tenis Club, del Club Unión o del Abastecedor López.  Nos dan lo mismo porque ni sabemos quiénes son ni ellos saben quiénes somos, ni los tenemos siquiera a un metro de distancia en toda una vida.  No tenemos absolutamente nada que ver con seleccionar, escoger y proponer a esos que dicen ser nuestros representantes en la Asamblea.  ¿Cómo se puede así ser representante de alguien?  ¿Daríamos un poder a un notario para que nos representara sin conocerlo, sin verlo, sin que nos conociera solo con que nos lo pidiera por teléfono y le dijéramos que sí, que está bien, sin siquiera saber a ciencia cierta para qué quiere ese poder?

Triunfó el que algunos pero por demagogia llaman “el supremo” (como si le tuvieran esa devoción).  El electorado no es el supremo porque no tiene posibilidad de escoger a sus representantes, solo de votar por un paquete de personas preescogidas por otra persona que ha sido preescogida por los dueños de un partido político.  El verdadero supremo es el poder económico en los bolsillos de los dueños;  nada nuevo pero sí algo que podría cambiar como lo han demostrado otros pueblos.

Triunfó, entre otros, un sector del pueblo con su 45 por ciento de abstencionismo y otro con su adhesión a quien podría llamarse popularmente un “perfecto desconocido”.  Prefirieron democráticamente los electores de esos dos sectores eso, a votar por alguien que no los representa y a quien tampoco conocen personalmente, como eran los candidatos a presidente y vicepresidente y los candidatos a diputados. 

La abstención es votar por quien no existe en la oferta.  Es voluntad soberana y libre del elector.  Es hacer patente que ninguno de los propuestos por las sociedades privadas que son los partidos políticos con los que nada tenemos que ver los votantes nos representa por esa simple verdad:  no lo conocemos, no nos conoce y no es de nuestra comunidad o nuestro barrio.  ¿A cuenta de qué votar por ese?  Abstenerse, entonces, es parte del derecho ciudadano, es ejercicio de la democracia y no es ilegal (bueno, con las actuales reglas no me sorprendería para nada que para remediarlo los dueños del poder lo prohibieran y penaran con cárcel). 

Por mera lógica si triunfó el “supremo”, la voluntad popular, debemos estar felices todos, ganadores y perdedores, porque hasta quedamos roncos de clamar que esto es una fiesta y un ejemplo para el mundo.  Bueno, si es una fiesta es una fiesta y debemos seguir celebrando con alegría y entusiasmo todos los días hasta la próxima dentro de cuatro años.  Hoy debería todo el electorado estar pitando, gritando y bailoteando por el triunfo de la voluntad del pueblo.  Pero no.  Los perdedores y sus seguidores están tristes, decaídos, derrotados.  ¿Entonces? Después de una fiesta de verdad ¿hay ganadores y perdedores? ¿Se recuerda una fiesta con malestar y dolor?  Es que en realidad no es una fiesta de los habitantes de una nación, no.  La parte fiesta es la salida ruidosa y eufórica de los simpatizantes de unos y otros el día de las elecciones agitando banderas y gritando consignas triunfalistas, pero termina y con una muy grave resaca cuando se cuentan los votos.  Ahí, entonces, vienen los reclamos, los reproches, los arrepentimientos y la sumisa vuelta a lo mismo de siempre.  (Siempre me recuerdan estos episodios el final de la extraordinaria película española “Bienvenido Mr. Marshall”, sobre el arribo del creador del Plan Marshall a un pueblito español con los desechos de la gran fiesta que se creía iba a celebrarse flotando en el río, entre ellos las banderitas de España y EUA). 

Las palabras, los nombres, tienen un efecto poderoso.  Lastimosamente parecemos comprender eso solo los que trabajamos con la lengua y los brujos que manejan la publicidad.  En este caso llamar fiesta a un acto de la talla de una elección del jefe de una nación y de los representantes del pueblo puede hacer que nos salga el tiro por la culata.  En el imaginario popular “fiesta” remite a celebración, brindis, alegría, esparcimiento, diversión y esas cosas.  Pero las elecciones de los jefes del poder no es eso sino una grave responsabilidad que implica graves consecuencias.  “Fiesta” remite al bautizo, al cumpleaños, a las Navidades, a la graduación, etc.  Y es opcional;  podemos decidir incluso hasta por pereza no ir a la fiesta y no pasa nada.  Entonces igual con esta “fiesta” electoral.  Se fija en la mente con otras asociaciones semánticas del término que en este caso pueden terminar arruinando la intención. 

Y así seguirá siendo mientras no se dé al pueblo, al electorado, revolucionariamente, el poder de elegir de entre sus barrios y comunidades a sus reales representantes y de proponerlos como legítimos candidatos a presidente y diputados sin la obligación de crearse un partido político (con los requisitos actuales que hacen esto factible solo para los dueños del poder monetario). 

Dándose al pueblo en sus sitios de residencia ese poder verdaderamente democrático de escoger y proponer a sus representantes desaparecerían los tan lamentados fenómenos del abstencionismo y de la indiferencia y se dinamizarían políticamente todos los territorios.  ¿Pero convendría esto a los dueños actuales, al Poder Legislativo y al TSE del régimen electoral actual?  ¿Nos atenderían con esta pregunta los de la segunda ronda por haber tenido nosotros el privilegio, como supremos, de estar entre los invitados a la fiesta?

(*) Orlando García Valverde, Traductor-Intérprete Oficial

 

 

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4 COMENTARIOS

  1. Bueno
    Lleva razón en esta critica del Sistema de Representación para escoger nuestros gobernantes
    Sistema que ha sido construido a lo largo de los años y que ciertamente es susceptible de ser mejorado
    También es cierto que el ciudadano que no esté de acuerdo se puede abstener de ejercer su derecho y su obligación constitucional, y de hecho muchos lo hacen.
    Yo hice una canción invitando a los abstencionistas a votar, pero si no quieren hacerlo por buenas razones o porque no les da la gana, está bien. Lo que no comprendo es en que ayuda a mejorar los grandes defectos del sistema abstenerse y ser un porta’mi porque TODO o casi todo está mal mal
    Debe existir alguna forma de mejorar lo que no funciona….no me parece que abstenerse es ese camino a mejorar. Pero en fin, a los porta”mi nunca les va a importar nada
    No es el caso de usted Don Orlando, pues es obvio que a usted si le importa su país y su gente
    Muchas gracias

  2. En esta primera vuelta del domingo pasado, el PLN no llegó a reunir ni siquiera 500.000 votantes. A eso es que le llama Rodrigo Arias Sánchez un «verdadero triunfo electoral». Payaso. Yo me abstendré de votar y creo que también toda mi familia. No vale la pena perder el tiempo en ir a dar su voto por dos payasos rodeados de más payasos.

  3. Gracias D. Orlando por el reportaje, ahora casi todo es franquicia. Y, las franquicias de los partidos politicos no se venderieron en las zonas costeras y en una gran parte del electorado donde voto un 40%, tome chichi es poco! Hablando de dichos , cuanda llegue a la capital de una zona costera , me decian el polo, no se si todavia tratan asi a las personas provinientes de zonas rurales, cuando llegan a la capital. Ahora me dicen por carino hispano. El mensaje de politicos montados en carros (por cierto carros fuera del alcance de casi 99% de los electores) al estilo Aleman de 1925 , Quizas no fue apropiado para las areas de votantes donde se esta viendo la vida muy dificil. Por eso el proximo electo tendra que prestar atencion al mensaje enviado del 60% de la poblacion que no voto, solo mi opinion.

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