jueves 28, marzo 2024
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¡Ey Biden, no te hagás el ruso!

De cal y de arena

¿Se habrá honrado el gobierno de los Estados Unidos de América? Viendo esa enérgica y hasta virulenta reacción ante la invasión de territorios ukranianos por los ejércitos de Rusia, cabe preguntar si al Tío Sam hoy le motiva una auténtica vocación de respeto al orden jurídico internacional y al derecho de las naciones a decidir libérrimamente cómo, de qué manera y con qué características se impone en plenitud de independencia volitiva, la decisión de estructurar su gobierno y de enrumbar sus instituciones.

Si la respuesta es afirmativa, no hay más que concluir que estamos ante una evolución, un giro transformador de 180 grados, teniendo presente lo que a lo largo de décadas y décadas ha hecho el gobierno de los Estados Unidos de América: pisotear todo sentido de independencia de los pueblos para decidir sobre su institucionalidad, su gobernanza, su forma y sentido de presencia en la comunidad internacional.

Hoy, ante la brutal e ilegítima invasión del territorio ukraniano, condenable y merecedora de una amplia gama de sanciones por lo que significa como violación del Derecho Internacional, una aplastante mayoría de naciones sale a repudiar el atropello de elementales reglas de convivencia de los pueblos en que ha incurrido el gobierno ruso. Allí, en ese concierto de gobiernos ofendidos por la agresión montada en el Kremlin, sobresale enérgica y corajuda la demanda de Washington de imponer sanciones a Rusia. Biden y Blinken a la cabeza de una fuerte presión sobre la ONU y la OTAN –y con la adhesión simbólica de muchos gobiernos del tercer mundo- demanda de la comunidad internacional una amplia serie de sanciones gravosas que evidencian el propósito de dejar sangrantes a los antros militares y económicos de Rusia.

¿Se habrá “honrado” el gobierno de Estados Unidos de América, ese mismo (sólo que con otros capitanes en la cabina de mando) que exhibe en la historia una hoja de servicios con toda suerte de invasiones y agresiones a terceros países de Asia, África, Latinoamérica? ¿Se habrá arrepentido de lo que consignan los textos sobre las andanzas de su Departamento de Estado y sus servicios secretos?

Digamos que a los efectos de aupar una grande y fuerte repulsa a la invasión de Ukrania, los gobiernos convocados a salirle al paso a Rusia dan por un hecho que toda aquella historia negra queda atrás y que no es hora para seguir escarbando en las páginas de los antecedentes del Departamento de Estado y de sus conexos servicios secretos. Mejor disimular las páginas de República Dominicana, de Grenada, de Panamá, Cuba… mejor no reabrir los capítulos de Siria, Irak, Afganistán, Libia, Yemen, Etiopía, Sahara Occidental  en que algunos de estos protestantes se coludieron para imponer su propia visión de la política que allí debía regir, todo en nombre de la Democracia y la Libertad, y para expulsar a los autócratas gobernantes.

¿Reaccionó para condenarlos, el concierto de las naciones? No, claro que no. Eran otros tiempos, se dirá… así ha sido el decurso de las relaciones de Washington con un mundo a sus pies.

Hoy como ayer, la humanidad tiene que experimentar la tragedia de las consecuencias del poder abusado por las manos de los grandes y fuertes. Es lo que se deriva de la ley en sus manos. O, en otras palabras, lo que hace el tiburón cuando arremete contra las sardinas, como lo describió genialmente Juan José Arévalo.

De repente hay espacio para los sueños. Los sueños de que en efecto y de veras el gobierno de los Estados Unidos de América “se ha honrado” y no volverá a involucrarse en invasiones a otros Estados. Los sueños de que adhiere incondicionalmente el derecho de Ukrania a decidir a plenitud su destino y su forma de gobierno. Y no que sus movimientos resultan de una fuerza impulsada por dos factores: la imperiosa necesidad de Biden de “hacer puntos” en la ruta de las elecciones parlamentarias próximas, donde los pronósticos le son fatales, y la presión de poderosos conglomerados del gran capital sedientos de tomar el control de las vastas riquezas que acumula Ukrania en sus territorios.

Me cuento entre los pocos o muchos ciudadanos del mundo que percibimos a Biden haciéndose el ruso con los antecedentes del gobierno norteamericano que le niegan autoridad moral para emprender el rescate de la autonomía de voluntad de los pueblos.

Ojalá me equivoque y el gobierno de los Estados Unidos de América se haya impuesto una enmienda irreversible de la inspiración con que tiempo atrás arrebató a México vastos territorios y hundió a Irak en un caos de inenarrables dimensiones. El grito de dolor del general Porfirio Díaz –“Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de  Estados Unidos”- sigue teniendo validez, solo que con otras dimensiones.

Finalmente, la fábula del tiburón grande que se come a las sardinas dibujada por Juan José Arévalo, conserva a plenitud su valor. Por lo de Tíbet, por lo de Crimea, por lo de Ukrania.

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

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