viernes 19, abril 2024
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La guerra de los medios

Como nunca antes había sucedido estamos presenciando una particular guerra a escala planetaria: la que se libra a través de los medios de comunicación.  Y es tal la cantidad de mentiras, falsedades, manipulaciones e intenciones espurias, que produce náuseas el leer las noticias, o escucharlas (cuando se trata de medios audiovisuales), y contemplar cómo a través de las redes electrónicas dichas Fake News se agrandan, deforman en el sentido de exagerarlas, y se convierten en temas de ficción.

 

Pero no era para menos. Ante la imposibilidad de llevar a cabo una guerra real a escala planetaria, con armas atómicas, por el hecho de que en ella pereceríamos todos; los involucrados y los no involucrados. Ante la cobardía de quienes mucho hablan, pero no participan, sino que se dedican a realizar declaraciones rimbombantes y cuando más, servir de canal para suministrar armas, recursos económicos y apoyo de información. Y ante el ridículo de las medidas tomadas contra lo que ellos consideran el agresor: cerrarle las puertas a los eventos deportivos internacionales, retirar las empresas que allí lucran, prohibir la importación de petróleo, gas y carbón hacia los EEUU (que representa un porcentaje ridículo del volumen total), presionar a sus pseudo súbditos europeos a tomar medidas que solamente afectan a sus propios ciudadanos, y amenazar a excluir al considerado como agresor de organismos internacionales. Lo que queda es, pues, la guerra mediática, para hacernos creer una enorme y variopinta cantidad de mentiras, exageraciones y deformaciones de la realidad, para que nos traguemos las ruedas de molino, a fin de que se justifique su actitud.

 

Este es el primer ensayo que se lleva a cabo a la escala que estamos viendo de la guerra mediática, que sacrifica pequeñas porciones (de naciones y seres humanos) lejanas y que no representan mayor afectación para quien la promueve, deforma los mercados mundiales para beneficio de los grandes capitales corporativos, y nos hacen pagar a todos los que habitamos este planeta las consecuencias de sus delirios.

 

Como señala B. Sousa Santos, esta guerra estaba siendo preparada hace mucho tiempo tanto por Rusia como por los Estados Unidos. En el caso de Rusia, la acumulación de inmensas reservas de oro en los últimos años y la prioridad otorgada a la asociación estratégica con China, concretamente en el ámbito financiero, con miras a la fusión bancaria y la creación de una nueva moneda internacional, y en el comercio donde hay enormes posibilidades de expansión con la iniciativa Belt and Road en Eurasia. En las relaciones con los socios europeos, Rusia ha demostrado ser un socio creíble, dejando claras sus preocupaciones de seguridad. Preocupaciones legítimas, si por un momento pensamos que en el mundo de las superpotencias no hay buenos ni malos, hay intereses estratégicos que hay que acomodar.

 

Ante el declive del dominio global que ha tenido desde 1945, los EE.UU. buscan consolidar a toda costa zonas de influencia que garanticen facilidades comerciales para sus empresas y acceso a materias primas. Lo que escribo (dice Sousa Santos) a continuación se puede leer en documenos oficiales y think tanks, por lo que se prescinde de teorías conspirativas.

 

La política del regime change no está dirigida a crear democracias, solo gobiernos que sean fieles a los intereses de Estados Unidos. No fueron estados democráticos los que surgieron de las sangrientas intervenciones en Vietnam, Afganistán, Iraq, Siria, y Libia. No fue para promover la democracia que alentaron golpes de Estado que depusieron a presidentes elegidos democráticamente en Honduras (2009), Paraguay (2012), Brasil (2016), Bolivia (2019), sin mencionar el golpe de 2014 en Ucrania. Desde hace algún tiempo, el principal rival es China.

 

Pero no nos sintamos fuera, como si la afectación no nos tocara a nosotros, humildes habitantes de un minúsculo país sin ejército. La estamos viendo, a nuestra propia escala, no ya con relación al conflicto Ruso-Ucraniano, sino a la campaña política que se supone debería mantenerse con miras a la próxima segunda ronda de votación. Nada importa manchar la imagen de candidatos y colaboradores (campaña sucia, asquerosa) que antes la realizaban los partidos directamente, y que ahora la llevan a cabo los medios, bajo el ropaje de noticias y reportajes, sin presentar pruebas irrebatibles ni existir pronunciamientos de las autoridades judiciales competentes.

 

Y es una lástima que el ciudadano, mal informado por lo general, impresionable y que vota con el hígado, no con el cerebro, se deje influenciar por estas deplorables acciones que vemos en los medios de comunicación.

 

Estamos viendo, pues, o padeciendo, las nuevas modalidades de la manipulación que realizan los grandes intereses económicos a través de políticos convertidos en peones útiles, y que se llevan a cabo a través de los medios de comunicación.

 

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría

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2 COMENTARIOS

  1. Este hermoso texto nos demuestra que, más allá de eso que algunos sociólogos llamaron la «construcción social de la realidad»(Berger y Luckmann, dixit), como una especie de autoconstrucción, puede afirmarse que los medios masivos se encargan (o lo hacen por encargo de ciertos intereses) de construir las múltiples facetas de una guerra muy compleja: esa guerra mediática que mutándose en las pantallas, en las ondas sonaras, y en las páginas de los diarios, en las que a medida que muta como los seres vivientes ya sean virus, o serpientes que mudan de piel, nos va mostrando su inmensa complejidad. Esa guerra híbrida que va atravesando todos los órdenes de la vida social y que amenaza con traerse abajo todo el orden económico mundial y las formas del comercio a escala planetaria, amenazando hasta con hambrunas, es en efecto una fabricación de los medios. Hace mucho rato que caímos en esa trampa de los cazadores y no encontramos la manera de zafarnos, con sus censuras de aquí y de allá, con las poses moralizantes de algunas gentes que carecen del todo de ella y así sucesivamente. Gracias don Alfonso.

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