Pocas horas de la decisión ciudadana

Faltan pocas horas para que el ciudadano costarricense se acerque (así esperamos los optimistas) a los centros de votación y con su voto decida cuál de los dos candidatos será el próximo presidente de la república. Sin embargo, el fantasma de la abstención ronda muy cerca y augura resultados deformados, si se cumplieran los augures de quienes se dedican a celebrar todo lo negativo que ocurre en este pequeño país.

La abstención, el voto nulo o el voto en blanco son los instrumentos que fomentan los perdedores, cuando ven que sus posibilidades de triunfo se basan, solamente, en el monto de votos asegurados por su agrupación política.  Es decir, fomentan la desconfianza hacia su contrincante, pero no pidiendo el voto de los indecisos, sino con el argumento falaz de que es mejor no votar que hacerlo equivocadamente.  Y cuidado con esto, porque hay muchos que emiten su voto como si se tratara de una competencia en donde se gana o se pierde.

Las campañas políticas se han caracterizado por tres cosas: la ausencia de discusión de los principales temas de interés o que representan situaciones que ameritan acciones prontas y eficaces, como la pobreza, la desigualdad social, la excesiva concentración de la riqueza, los monopolios u oligopolios que dominan el mercado, la educación pública en todos sus niveles, y otras así. La evidente parcialización de los principales medios de comunicación quienes, luego de realizar ciertas burdas acusaciones, se rasgan las vestiduras cuando se les acusa de lo que para todos es evidente, y se amparan en la libertad de prensa, cuando en realidad lo que están defendiendo es la libertad  que pudieran tener sus propietarios como entes comerciales. Y finalmente, el haberse centrado en ataques a los candidatos, con base a conductas consideradas inaceptables, como sería la del acoso sexual, en un caso, o de actos de corrupción y evasión del debido proceso legal, y el haberse comportado inapropiadamente con su madre, en el otro.

Algunas personas han calificado esta campaña como sucia, y respeto su derecho a calificarla según su leal saber y entender, sin embargo, más bien debería calificarse como insustancial, inconsistente, y basada en temas que apuntan hacia la emocionalidad de los votantes, no a su pensamiento.

Lo que sí es cierto radica en que al partido de uno de los candidatos se le pueden comprobar una larga lista de actos de corrupción, tanto en gobiernos anteriores, del propio candidato, cuanto en el actual período de gobierno, como han sido los escándalos generados por actos de alcaldes de ese mismo partido. Al otro el haber sido funcionario del actual gobierno por breve tiempo, lo cual se convierte en un anatema pues lo califican como un gobierno fallido, cuando en realidad, a pesar de la férrea oposición de sus contrarios en la Asamblea Legislativa, los ataques de los gremios de todo tipo (porque le tocaban sus intereses particulares) y la prensa, obtuvo logros importantes en diversos campos, y manejó situaciones de crisis con bastante acierto.

Al acercarse el momento de la decisión ciudadana, nada está claro, existe un empate técnico según las encuestas (aunque personalmente no creo mucho en ellas), y las mentiras, las calumnias, la manipulación de la información por los medios de comunicación colectiva, han causado un grave daño en los votantes. En el sentido de haber sembrado confusión y desesperanza, dudas y desconfianza.

Poco o nada es lo que se puede hacer ya, excepto confiar en el criterio del pueblo, que es quien realmente elige, por más que gremios, medios de comunicación u otras instancias, hayan dedicado millones a las campañas tratando de envenenar sus mentes. Ese pueblo que  no tiene acceso a las televisoras y los periódicos.

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría