jueves 25, abril 2024
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La lucha entre el pragmatismo y la ideología

Hace ya bastantes años que se perdieron en los caminos de la historia las ideologías que sustentaban el accionar de los Estados, tanto en sus relaciones con otros Estados, como también dentro de cada uno de ellos, a través de sus partidos políticos, para la conquista del poder y el gobernar un territorio, pequeño o grande. Este es un postulado que frecuentemente se utiliza en el análisis y la discusión de los fenómenos presentes. Y allí entran desde el surgimiento de nuevos partidos políticos dentro de un país, y su éxito repentino, como también para tratar de entender el papel del imperio norteamericano y sus acólitos europeos, frente a lo que podríamos llamar el surgimiento de Eurasia.

Incluso podríamos decir que lo mismo que acaeció al socialismo de antaño le ha sucedido al liberalismo en su versión reciente, el neoliberalismo. Lo que priva, siempre, es el juego del poder, su conquista, y los beneficios que a través suyo se consiguen en los campos económicos y sociales. Los rezagos de ideologías ya superadas en ciertos discursos son pálidos ropajes con que se adornan ciertos grupos para atraer a quienes todavía añoran las discusiones intelectuales en la política.

Es por ello que podemos observar que quienes conducen hoy a las grandes potencias occidentales al parecer han renunciado a las ideologías. Y de la misma forma los gobernantes de diversos países no pueden ser clasificados dentro de una corriente de pensamiento filosófico y político determinada.

Si alguna vez supimos con alguna claridad qué mundo preferían y la sola mención de sus orígenes políticos nos ayudaba a situar a las personas que militaban en sus organizaciones e identificar la orientación política de sus candidaturas, hoy esas señas de identidad se han diluido. Una de las principales aportaciones de los partidos políticos a la cultura democrática se ha perdido en la mecánica del pragmatismo que regirá, como ya ha empezado a regir, el futuro de las naciones.

Cada vez se oye más que la era de las ideologías ha tocado fin, y que nos adentramos ante un entorno post-ideológico, de tal suerte que ya sólo nos queda el debate político. El problema radica en el reduccionismo de los que circunscriben los enfrentamientos ideológicos a los librados entre el capitalismo y el socialismo.

Estos sostienen que como la guerra fría ha eliminado de la faz de la tierra al socialismo real, o eso creíamos, en la actualidad estamos viviendo un mundo regido por las leyes del mercado, y como consecuencia de ello, la culpa de todos los males las tiene el capitalismo. Por el contrario, otros vaticinaron una nueva época en la que una expansión ilimitada de los mercados y de los negocios, ya no basados en espacios físicos y finitos, sino en la red de comunicaciones que une el planeta, ese internet democratizador, así como otros avances de la ciencia y la tecnología, iban a acercar a la Humanidad al sueño de la prosperidad y paz permanentes.

Pero hoy nos enfrentamos a una realidad en la que la prosperidad y la paz no están aseguradas, sino en riesgo y mucho. La vida no es tan idílica, y hoy estamos en una coyuntura en la que es imposible asegurar un mayor bienestar, e incluso el mantenimiento del actual. Ante ello, surge un nuevo marco para la lucha ideológica, esta vez, entre los pragmáticos que aceptan la realidad como es, y los utópicos que creen que otro mundo es posible, si bien todas las ideologías combinan realidad y utopía.

El peligro está en que el pragmatismo algunos lo entienden reñido con la ideología, y los políticos que responden a este principio renuncian a sus ideologías, convirtiendo el pragmatismo en un medio y fin en sí mismo, ante lo cual los adversarios utópicos ganan la partida ideológica a base de populismo.

Es así como, en las relaciones entre los Estados, no existe y creo que nunca ha existido una fundamentación ideológica, todo se reduce a juegos de poder e influencia en beneficio del más fuerte. Esto es lo que estamos viendo en el conflicto entre Rusia y Ucrania, pues detrás de ello se encuentra el conflicto entre las potencias occidentales y las nuevas potencias Euroasiáticas.  Lo que hay es un claro juego del poder, estimulado por sus componentes económicos.  Entenderlo de otra forma es ignorar la historia que existe anterior al fenómeno presente.

De igual forma podríamos interpretar lo sucedido en las recientes elecciones en nuestro país, quedando claro que el soberano no para mientes en ideologías, sino solamente en el desencanto que arrastran desde hace decenios, y la necesidad del arreglo del régimen de injusticia y falta de equidad social.

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría

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1 COMENTARIO

  1. El gran dilema o la tragedia de nuestro tiempo histórico en este cambio de siglo, como un hecho anunciado desde hace más de medio siglo pero que ahora asume su forma más definitiva, ominosa y peligrosa para la humanidad. Gracias por este texto que nos pone a pensar, algo que no le gusta a mucha gente.

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