jueves 28, marzo 2024
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Ucrania: Un crimen mancomunado

En otra opinión dije lo siguiente: “Cuanto quisiera que la antipolítica fuera el abecé del ciudadano común. Piénsese  cuando el Estado nos pide (y a veces nos obliga) recorrer sacrificios que se pagan con la vida física y la muerte del Espíritu. Esta imposición es demencial.  Después de todo se consagra a Marte la más concreta e inmediata realidad: uno mismo.  No voy a decir que todo lo que haga el Estado sea inútil y que, aunque rara vez, la guerra sea un último recurso; lo que es monstruoso es que el Estado posea la laxitud para elevar hogueras y hundir sacrificados  sin ninguna consulta democrática previa. Los políticos y sus generales nos empujan sin reflexión al averno y nos convierten en vulgares porristas de esta o aquella bandera. ¿Y el individuo? Ah, el individuo está solo”.  

Cuando analizo lo que pienso sobre la guerra en Ucrania -tragedia que es una mala sombra para el planeta-, logro distinguir 2 planos de lenguaje que conviene no confundir. El primero, es el que permite articular la parte militante de mi voz, y cuya beta es de carácter moral, una que corresponde a un talante enteramente subjetivo, asunto que me permite asentar mis convicciones antibélicas; el segundo, atañe a lo político (a la geopolítica diríase con precisión), trama que tiene que ver con la racionalización de la violencia y los intereses nacionales de cada Estado, una dinámica  que intento comprender como “lo que es”, es decir, como praxis del poder militar y político. En cambio, lo moral gravita en torno al “deber ser “y es aquí donde también toma forma mi anarquismo cristiano. En esta entrega abordaré, principalmente, el elemento duro: la geopolítica como realidad. Lo haré a modo de síntesis, con el solo objetivo de exponer mis tesis en este limitado espacio donde abunda la oferta de lectura y el tiempo de los lectores es inmisericorde por corto.  No omito decir que mi narrativa sobre este conflicto ha sido influenciada por los criterios de John Mearsheimer, Henry Kissinger, Jack F Matlock Jr., Tarik Cyril Amar, Wolfgang Streeck, Noam Chomsky, Max Blumenthal, Richard Sakwa, Michael Cox, Anatol Lieven, Yanis Varoufakis, entre otros.  Sí, en lo posible, he leído para arriba y para abajo sobre este tema y no tengo necesidad ni interés de quedar bien con alguna parte u opinión. Mucha tinta he derramado contra la decisión del presidente ruso y ahora toca señalar, principalmente, la grave responsabilidad de Estados Unidos y la OTAN en la presente sangría.  

Contra el presidente de la Federación Rusa, el señor Putin, se ha dicho de todo y su imagen en Occidente es sinónimo de “maldad”.  Se le compara con Hitler, cosa absurda, y se dice que su campaña militar se viste de “genocidio” al estilo nazi, caracterización que insulta  la memoria debida a todas las víctimas del Holocausto.  La realidad es que Rusia pedía fronteras seguras, sin misiles de la OTAN a su alrededor y demandaba una Ucrania neutral. Y, sin embargo, la invasión rusa (como cualquier otra intrusión, tal como la estadounidense en Irak y Afganistán, o, las sucedidas en Panamá y República Dominicana), atenta contra la paz y la seguridad internacional que se debe a los pueblos. Sin duda Washington carece de toda credencial moral para convertirse en adalid de soberanías ultrajadas como bien lo sabe México que perdió la mitad de su territorio.  Washington no defiende la integridad territorial de Ucrania por principio y respeto al Derecho Internacional, pues hasta ha sancionado a la Corte Penal Internacional y no se adhiere a la jurisdicción internacional de los derechos humanos, sino que lo hace por razones de apuntalar su hegemonía en el mundo.  Ucrania es una ficha en su tablero ajedrecístico. 

La narrativa de Occidente sobre Occidente (principalmente de Estados Unidos y la OTAN) se auto celebra con bombos y platillos, con inmaculadas rimas, en la que no caben reproches. Como siempre, el liderazgo de Estados Unidos se presenta como la gran fuerza liberadora frente a todo mal.  Esta unanimidad es altamente sospechosa, coro que sigue una partitura interesada, bullanguera y meramente propagandística.  Claro, también Rusia hace lo mismo y es de esperar que sea así, pues así son las guerras en el frente comunicacional. Por ello, toca al intelecto político perder su ingenuidad y ver las cosas como son. Corresponderá al ciudadano ordinario (como yo) ejercer la crítica estudiada e independiente. Sépase que con nadie me acomodo.  En mi caso, he procurado la objetividad aunque no la neutralidad, porque siempre he estado en favor de los civiles que sufren la brutalidad bélica. Únicamente me preocupa la suerte del pueblo. Mi punto de partida solamente es uno: salvar vidas y restarle terreno al sufrimiento humano. La guerra produce exactamente lo opuesto y por ello es una actividad masoquista, letal y absurda.

Quienes me leen saben que expresé con vehemencia mi desacuerdo con la invasión. Desde el primer día lo hice. El asedio ruso es claramente ilegal. Además, me parece antinatural que los jóvenes mueran por los viejos y los políticos, que la carne humana se desintegre para complacer a los mandos militares, que los enfermos en los hospitales y los reos en las cárceles se vean atrapados por las bombas. No hay derecho.  Los Estados siguen siendo los mayores verdugos de la humanidad. Peor todavía cuando los mecates se enredan, embrollo al que contribuyen activamente los señores Biden, Putin y Zelensky.

El presidente de la Federación Rusa equivocó el camino porque siempre habría otras alternativas no bélicas para abordar sus justas demandas de seguridad. Por ejemplo, le pudo haber dado más tiempo a la diplomacia de Macron o a la de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). No condono pero comprendo la angustia del presidente Putin que tiene su lógica histórica como bien lo afirma el Dr. Mearsheimer cuya tesis realista de las relaciones internacionales comparto. Faltó en este tablero, probablemente, Angela Merkel, una sapiencia muy superior a la de Olaf Scholz  y Annalena Baerbock. Desafortunadamente fracasó el cálculo ruso de tomar Kiev en pocos días. Lamento esta pifia y no por simpatizar con el régimen moscovita, sino porque la invasión ha dejado miles de muertos, millones de desplazados, destrozos materiales imponentes y, lo peor, porque sin buscarlo, el presidente Putin sirvió a los halcones en Washington el platillo perfecto para resucitar la OTAN y las ambiciones imperiales de Estados Unidos por imponer su “pax americana”, es decir, la consolidación global de su hegemonía  unipolar. No era ni es de extrañar que la guerra causara júbilo entre los estrategas e ideólogos del Pentágono y Wall Street. Washington aprovechó el “regalo” del presidente ruso para redireccionar e insuflar una estrategia expansionista  que tiene a la República Popular China como blanco estratégico principal.

Es un hecho que Rusia le propuso a Estados Unidos dialogar sobre la seguridad fronteriza de su territorio.  Consta, igualmente, que Washington se cerró a toda conversación. Este temerario desprecio solo delata  arrogancia y el ímpetu de un imperio que desde que terminó la Guerra Fría no cesa de celebrar el final de la Guerra Fría, invadiendo medio mundo, haciendo y deshaciendo a su antojo.  Sea por las buenas o por las malas, sea a través de medios democráticos o autoritarios, los oligarcas estadounidenses exigen un acceso irrestricto a las materias primas del mundo y un control sobre el encadenamiento productivo mundial.  En este sentido, afirmo que la política exterior del gobierno y del Estado federal es autoritaria, pese a los frenos y contrapesos constitucionales y a las voces disidentes que emergen desde el Capitolio y la sociedad civil.

¿Dónde quedan los ucranianos?  En este ajedrez son mantequilla, son vulgares y sacrificables peones. A  la muerte se ofrecen sin mucho reparo y un exceso de hipocresía.  El presidente Biden también se ha equivocado de ruta.  Los halcones lo alinearon y sigue escalando el conflicto bélico y ello no conviene a la gente de los Estados Unidos. Hay un “detalle” (disculpen el eufemismo) que hay que decir con claridad: la guerra en Ucrania es, en el fondo, una guerra entre Estados Unidos y Rusia que tiene a China como telón de fondo. Craso error. Kissinger tiene razón cuando dice que es una mala idea que Estados Unidos se embarque al unísono con 2 enemigos gratuitos de gran calibre.  Los ucranianos son, como dije, carne de cañón, y Zelensky es una marioneta que no supo deshacerse de sus aliados fascistas. ¿Y Europa? Creo que ya perdió su brújula, su modo de andar, pues el ideal de una Europa independiente implica la emancipación del tutelaje estadounidense.  El actual conflicto ha empequeñecido a los actores europeos quienes agachados siguen el guión de Washington, salvo excepciones como en los casos de Hungría y Serbia .  

El presidente Biden no hizo lo correcto que era dialogar de igual a igual con el presidente Putin.  Después de todo, Rusia, pese a la modestia de su PIB, es el país más extenso del planeta y posee el mayor arsenal nuclear. Porque no sentarse a conversar y hasta negociar con un gobierno que posee un número mayor de ojivas nucleares, es una locura que pone en peligro a quienes vivimos en Estados Unidos, pues ni siquiera sabemos cuán confiables son los escudos defensa.  Son razones suficientes para no provocar a Rusia y proteger la seguridad de los estadounidenses.

Los ciudadanos estadounidenses no tenemos una buena razón para involucrarnos en esta guerra. No en nuestro nombre.  La guerra conspira contra nuestro bienestar. Los números hablan. El presupuesto federal para combatir los efectos del cambio climático es de $44.7 billones (suma que se quedó corta) y peor aún si se compara con la “asistencia “que se le da a Ucrania. Nótese que hace poco la Cámara de Representantes aprobó (a petición del Presidente) un paquete de ayuda militar y humanitaria de 40.000 millones de dólares, solo semanas después de haberse decretado 13.600 millones de dólares en ayuda de emergencia para el esfuerzo bélico. Ese total, aproximadamente $53 mil millones en dos meses, va más allá de lo que solicitó el presidente Biden y es el paquete de ayuda exterior más grande aprobado en el Congreso en al menos dos décadas.

El presidente Biden ha capitulado de sus promesas de bienestar.  Es cuestión de comparar.  Zelensky en cuestión de 2 meses recibió una hemorragia de dólares que se acerca a todo el presupuesto militar ruso que es de $63.5 billones.   Se trata de una suma astronómica que la administración Biden dilapida para incendiar Europa, recursos financieros que pagamos todos los contribuyentes y que urgen ser invertidos domésticamente. Existen  carencias urgentes relativas a la pobreza, el cambio climático, la seguridad médica, la escasez asequible de vivienda, las deudas estudiantiles, el empleo y el cumplimiento de políticas migratorias justas.  Esto que Biden había prometido y no cumple cuesta mucho dinero, billetes que se tiran a la basura en Europa y que deja sin resolver las necesidades de muchos estadounidenses. 

Se trata de carencias vitales que el gobierno descuida en favor de su aventura militar. Y no es amor a Ucrania lo que mueve al imperio, sino utilizar esta guerra por encargo para debilitar a Rusia, tal como lo reconoce el entorno de Biden. Esta guerra ha traído la inflación a Estados Unidos y el descontento crece.  La gente sangra por la billetera.  El presidente Biden -con su escaso cálculo político- allana el camino para que Trump regrese a la Casa Blanca.  El Presidente está favoreciendo en su andanza al complejo industrial militar que se complementa con la estrategia expansionista del Pentágono y la visión de negocio de los oligarcas.  Con él la industria petrolera se frota las manos y se retrocede en la lucha por obtener energías limpias.  Este señor que en lo personal es simpático y buen católico, no parece comprender que la guerra que financia en Europa termina pagándola el estadounidense ordinario y no los oligarcas.

Si bien es cierto, Rusia es el país que accionó el arma de la invasión, violando con ello el derecho internacional, también lo es que el Pentágono plantó esa misma arma en la habitación del señor Putin.  La tentación funcionó y Estados Unidos utilizó a Ucrania  para iniciar una guerra por encargo.  Estados Unidos entra a jugar sin arriesgar nada en su territorio, mientras inunda con armas al régimen de Zelensky.  Europa ni siquiera esto reclama, grave falta de sentido común, pues ella misma está en peligro de verse envuelta en una tercera guerra mundial. Una parte importante del socialismo europeo y estadounidense es cómplice de este atroz sinsentido. Es una historia que parece repetirse y que recuerda el holocausto que se inició en 1914.  Toca ahora evitar la confrontación nuclear. Es la tarea más urgente para toda la humanidad.

Estados Unidos comete un grave error al querer posicionarse como el eje de un mundo unipolar.  Ya no es posible. India, China, Brasil, por ejemplo, son naciones que aspiran a una voz propia y con ella defender sus intereses nacionales.  Un multilateralismo solo de fachada tampoco es viable a mediano plazo. Resulta paradójico que Estados Unidos rehúye la competencia capitalista o de libre mercado (como quieran llamarla) y en su lugar arregle por la fuerza los naipes del juego. La élite política y financiera de Estados Unidos  nos está llevando a un callejón sin salida.

 

Seguir menospreciando al presidente Putin y al espíritu del pueblo ruso que se siente injustamente sancionado, es jugar al albur del suicidio colectivo.  La solución de Ucrania pasa por una neutralidad real y por la partición de su territorio, es decir, por el reconocimiento de las repúblicas del Donbás y de Crimea. Por el bien de todos, las partes deben sentarse a negociar. Es hora de que Estados Unidos comprenda su obligación de compartir el poder en un mundo verdaderamente multipolar.

(*) Allen Pérez es Abogado

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4 COMENTARIOS

  1. Ya es tiempo de darle oportunidad a la paz, como decían los estudiantes norteamericanos en las calles de las principales ciudades de su inmenso, al promediar la década de los años sesenta y en los primeros de la que siguió, un clamor de muchos miles de voces que alcanzó una escala planetaria. La guerra siempre será un crimen que pudo evitarse, aunque como bien dices fueron los EEUU los que le cerraron las puertas al paz al negarse a un diálogo sobre seguridad con la Federación Rusa, visto en términos geopolíticos. Un excelente texto, lleno de imágenes incluso poéticas a ratos, en medio de la tragedia, un conmovedor alegato en favor de los pueblos que son las primeras víctimas de un conflicto bélico, junto con la verdad esa que se vuelve inalcanzable en medio del cinismo. Todo se convierte en una asquerosa propaganda de guerra, una repetición totalitaria de la mentira a la manera de Goebbels, el ministro de propaganda del régimen de Hitler.

  2. » La solución de Ucrania pasa por una neutralidad real y por la partición de su territorio, es decir, por el reconocimiento de las repúblicas del Donbás y de Crimea. Por el bien de todos, las partes deben sentarse a negociar.» Como siempre los izquierdistas repartiendo lo que no es suyo y mordiendo la mano que les da de comer.
    Una cosa queda clara,que error mas garrafal fue haber sacado a Donald Trump del poder !! Apenas llego Biden y cambio la politica energetica,cerrando los pozos petroleros y la independencia americana en energia y Putin invade con los millones del petroleo de respaldo.
    Jamas pero jamas,Putin se hubiera atrevido a entrar en Ucrania con Trump en el poder.Eso lo sabe el pueblo norteamericano que sacara a patadas a tanto democrata iluso este noviembre.El partido democrata es el vivo retrato del PAC en Costa Rica.
    Hasta los mismos izquierdistas,mata-mamas,en el pais que residen,se han convencido de que Biden ha sido el gran error.

  3. Mientras se decide si el crimen es mancomunado o unilateral,el precio del petroleo continuara en su modo ascendente,mas al desisitir del petroleo ruso por varios paises europeos.Continuara el alza y por ende los fertilizantes ,alimentos como el trigo y la soya,la mano de obra,las tasas de interes y sobretodo ese gran castigo al mundo, la inflacion y perdida de poder adquisitivo.Pero eso es lo que quiere la izquierda,hoy disfrazada de ambientalista, que cierra en EEUU la explotacion y transporte de petroleo a cuenta gotas ,con la esperanza de que se acelere el paso a otras energias ‘limpias» a un costo enorme para los pobres del mundo.Esa es la realidad y mientras Biden no abra el chorro petrolero y capacidad norteamericana esto apenas comienza.
    En nuestro pais, ya la factura petrolera , fertilizantes e insumos de materia prima depreciaron el colon ,por mas que boten miles de millones de dolares al mercado tratando de parar lo inevitable.
    Todavia asi, no hay quien falta y diga que Putin debe hacerse del Donbas y Crimea para que la normalidad vuelva.Pura kryptonita lo que fuma !

  4. Definitivamente la campaña rusofóbica hizo mella en el articulista. Rusia nunca tuvo dentro de sus objetivos tomar Kiev ni tampoco apresar ni asesinar a su líder, Zelenski, como si lo fueron objetivos de USA cuando invadió Irak, Libia y Afganistán. Si ese hubiese sido lo hacen sin problemas. No menciona el articulista los acuerdos de Minsk, incumplidos por los sucesivos gobiernos de Ucrania durante ocho años en que mantuvieron bombardeos sobre Lugansk y Donets con más de 14000 víctimas. Por que no los cumplieron si ahí precisamente lo que se quería era seguridad para ambas partes, autonomía para el Donbass, neutralidad de Ucrania y relaciones civilizadas entre Rusia y Ucrania. Toda esta caja de Pandora que desataron quienes creyeron que era bueno desarticular la Unión Soviética, la está pagando la humanidad. Aunque el autor hace intentos de no tomar partido, si lo hace subrepticiamente.

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