sábado 14, diciembre 2024
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Elecciones presidenciales. Colombia en la sala de partos

El domingo 19 de junio será la primera vez en la historia de Colombia que la oferta electoral de las presidenciales no incluirá ningún candidato oficialista. Desde 1830, tras haber dejado la presidencia el general Francisco de Paula Santander, Colombia ha vivido bajo un régimen democrático que institucionalizó la alternancia sin cambio y las desigualdades extremas. Esta original ecuación desembocó en una democracia entre armas, excluyente e indolente. Todos aquellos que han cuestionado esta alternancia gatopardiana han sido asesinados o han terminado fundando grupos guerrilleros. Fue el caso en 1970, cuando el régimen le cerró el paso a un candidato que no provenía de ninguno de los dos partidos tradicionales. El hoy candidato por el Pacto Histórico, Gustavo Petro, fue miembro del M-19, movimiento guerrillero fundado tras el fraude electoral de 1970.

Dos modelos de democracia

Los dos patrones que tuvieron los primeros republicanos en Colombia fueron el modelo estadounidense y el modelo revolucionario francés. El primero buscó evitar la tiranía, el segundo fundar la libertad a partir de la igualdad. Los padres fundadores de los Estados Unidos pensaron la democracia para un pueblo relativamente homogéneo, compuesto de blancos y protestantes. Ni los aborígenes, ni los esclavos africanos entraban en el esquema inicial de la democracia estadounidense.

Los colombianos se inspiraron del modelo estadounidense y quisieron a toda costa evitar la tiranía. De algún modo lo lograron. Contrariamente a sus vecinos, que tuvieron décadas de dictadura, la de Rojas Pinilla en Colombia, duró 4 años (1943-1947). Lo que es poco en dos siglos de vida republicana. Pero, al seguir el modelo norteamericano, las élites colombianas dejaron de lado la aspiración a la igualdad y se contentaron con una democracia mínima. Sin embargo, es común escuchar a los colombianos vanagloriarse de tener una de las más sólidas y viejas democracias del mundo. Una verdad a medias, ya que la republica no ha logrado dar un contenido social a la ciudadanía de todos los colombianos.

Un país sin tiranía y sin ciudadanía plena

La ausencia de tiranía en Colombia no es solo resultado de una voluntad política, es también el resultado de una geografía fragmentada, solo comparada con la de Afganistán, la cual ha mantenido durante mucho tiempo a las diferentes regiones del país separadas y desconectadas de la capital. A la fragmentación geográfica se le agrega la política y la económica. A pesar de ser un país centralizado, en Colombia el poder no reside en la Casa de Nariño. Como puede ser el caso de Venezuela, en donde, a pesar de ser un país federal, el poder ha estado y está en el Palacio de Miraflores.

El poder en Colombia lo tienen los que en este país llaman “los cacaos”, que son los grandes empresarios cuyas fortunas figuran en las listas de multimillonarios que publica la revista Forbes. El poder lo tienen los caciques regionales, los grandes propietarios de tierras, los cultivadores de café, cacao, banano, azúcar, arroz, flores, los ganaderos, los industriales, los sindicalistas, las iglesias, los militares, los transportadores, los grupos armados, los medios de comunicación, la burocracia estatal, y la lista podría continuar. Colombia se parece más a la Italia del siglo XV que a su vecindario actual.

Esta elevada fragmentación del poder impide la tiranía, pero también ahoga la aspiración a la igualdad que toda democracia tiene que tener si no quiere sucumbir. Es esta aspiración que funda la libertad. Ya que, si la libertad se limitad a garantizar la libertad del más fuerte, las leyes se vuelven opresoras. Ya lo decía el dominico Henri Lacordaire en el siglo XIX, “entre el pobre y el rico, entre el amo y el esclavo, es la libertad que oprime y la ley que libera y protege”. La ausencia de un Estado que garantice los derechos sociales explica los 13 millones de colombianos que viven bajo el umbral de pobreza, los 5 millones de desplazados internos y otro tanto de exiliados que deambulan por el mundo.

Las tres novedades de la segunda vuelta del 19 de junio

Por primera vez en Colombia, ninguno de los dos candidatos proviene del oficialismo. Por primera vez un candidato de izquierda tiene grandes opciones de triunfo. Por primera vez se clasifica un candidato anti-sistema, sin partido y sin ideología clara. Para bien o para mal, estas tres novedades hacen entrar a Colombia en el siglo XXI. En las dos últimas décadas, una gran mayoría de países latinoamericanos tuvieron presidentes de izquierda. En la mayoría de las democracias del mundo, el oficialismo ha sido derrotado. Y también, a escala planetaria, se puede anotar que los candidatos que aparecen de la nada, pero con mucho dinero, inflados por el viento de las redes sociales, y que pretenden representar a los que no tienen nada, proliferan por doquier. En Colombia apareció Rodolfo Hernández, un empresario exitoso en el manejo de las redes llamadas sociales.

¿A quién apoyaran los colombianos? La opción es entre un candidato muy odiado por una parte de la población por su condición de ex guerrillero, pero muy bien preparado y conocido por su lucha contra la clase política que capturó el Estado y que en muchas ocasiones se ha aliado con fuerzas oscuras para mantenerse y sostener el statu quo y el outsider Rodolfo Hernández, el empresario que revolucionó en Colombia los métodos de comunicación política, primero cuando ganó las elecciones para la alcaldía de Bucaramanga y ahora clasificándose para la segunda vuelta de las presidenciales. Del primero, se conoce su trayectoria y el programa. Del segundo solo se conoce su fortuna y su eficacia comunicativa.

(*) Enrique Uribe Carreño es profesor en la Universidad de Estrasburgo, Francia.

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