viernes 19, abril 2024
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«El país que ya no somos»

Ayer, en Cambridge, fui a la carnicería. El corte que me gusta subió mucho de precio, no lo compré y me decidí por otro con creces más económico. Sin duda que es irritante la presente inflación. ¿Y Biden? Me parece que se mueve con cierta inercia y no toma medidas para controlar los precios al consumidor como lo hizo Nixon hace 51 años con el precio de la gasolina que lo congeló por 90 días. Básicamente Biden le ha pasado la “papa caliente” a Jerome Powell, cabeza de la Reserva Federal. Bueno, crucemos los dedos, hubiera esperado un mayor liderazgo.

Pero el periplo no terminó con esta desilusión. También tuvo un lado amable. El carnicero -con un marcado acento bostoniano- fue muy amable y servicial pues me orientó con alternativas que podían satisfacer mi fe carnívora con menos daño a mi bolsillo. El servicio “top notch” al cliente parecía ser su religión. Por supuesto, como cliente el trato me satisfacía y hasta alumbraba con esperanza mi pequeña frustración. Él vendió y yo  compré. Diría que fue una relación transaccional hecha con cortesía. Como debe ser en los tratos comerciales. El asunto es que me preguntó de dónde era y al conocer mi origen costarricense, me dijo con un entusiasmo y una sinceridad marcada en sus ojos, que conocía mi país por televisión y que admiraba nuestra naturaleza presentada en sucesivas entregas de la National Geographic. Rápidamente nos despedimos y cada cual siguió con sus menesteres: él atendiendo a otro cliente y yo buscando otros productos.

Regresé a casa reflexionando del algo que denomino “el síndrome costarricense del prestigio”, pues cada vez que manifiesto que soy costarricense los rostros se iluminan y se vuelven amistosos, cosa que no ocurre necesariamente con otras nacionalidades, y creo que eso sucede porque mis interlocutores dan por sentado que Costa Rica es un lugar muy estable, muy verde, muy feliz, muy pacífico y excedida en democracia. No las dicen todas pero alguna de estas virtudes recuerdan. Sin duda algo muy bueno se ha conjugado para merecer tanta notoriedad en el frente turístico y político. Pero, ¿cuánto de esto es ahora humo o un convincente espejismo? No lo niego, disfruto de la hospitalidad de esta relativa fama y sin quererlo casi que me convierto en un embajador que corresponde a los elogios con un agradecimiento diplomático y una sonrisa. Claro, mi ego extraña aquellos tiempos, hoy nostalgias de un pasado mejor, cuando Costa Rica era un ejemplo de progreso y civilidad, una especie de vanguardia hoy malograda y que para un entendido nos pone en un estadio de prehistoria. ¿Tanto hemos descendido?

Pero, si bien es cierto poseemos rasgos muy positivos que en parte son ciertos, también sabrán mis compatriotas que la idealización de nuestra patria no alcanza para tanto. Hemos decaído en casi todos los frentes. Yo, la verdad, por lo general callo frente al halago, simplemente porque es inútil, además de no ser mi misión, andar aclarándole a medio mundo percepciones incorrectas o desproporcionadas; sí lo he hecho con amistades cercanas y con académicos y activistas interesados en América Latina y el Caribe. Ahí cambia la canción. El interés es otro; remite al análisis y al esclarecimiento comparativo de los fenómenos sociales. Porque pocos entre mis compatriotas negarán que andamos mal, que el país es exorbitante caro, que la pobreza extrema aumenta, que la inseguridad ciudadana se agiganta frente a la delincuencia y el crimen organizado, que el país verde que somos se lo debemos al ICE mucho antes de que lo verde fuera sinónimo de prestigio universal, que nos hemos convertido en una sociedad dramáticamente desigual, que el analfabetismo funcional es alarmante, que nuestras carreteras dan lastima, etcétera, etcétera.

No crean que con esto me regocijo sino todo lo contrario: es un mal que me lacera. Los costarricenses nos hemos acostumbrado a deambular en laureles idos o que siguen deshojándose y ese hecho nos resta sinceridad y valentía frente a la vida. Quizá la distancia geográfica es la que me haya hecho sentir este socavón. Veo que no somos tan especiales ni excepcionales como creemos serlo. Porque para enfrentar la vida hay que estar despiertos y en constante evaluación. Pero parece que nuestro país se ha sumido en un sopor inconveniente, en una abulia que solo hizo pausa con nuestra clasificación deportiva a Catar. La honestidad crítica ya no es nuestro espejo. Una nación no se define por su bandera sino por su espíritu. ¿Dónde está el espíritu nacional, uno que no es patriotero, ni nacionalista, ni chauvinista, sino generoso y profundo por sus valores creativos de progreso, equidad y solidaridad?   Yo no poseo ninguna solución que advertir más que señalar lo que siento: que nuestro espíritu de nación anda a la deriva y que de alguna manera necesita reconstruirse porque de otro modo, ¿cómo llegaremos lejos con nuestros sueños cuando ya ni siquiera soñamos? Dormirnos en fama es un acto suicida. Yo todavía siento una ternura por la tierra que me vio nacer y que hace años no visito. Puede ser que me asuste volver y palpar el país que ya no somos. Y son cosas que el gentil carnicero de mi historia no sabe; tampoco sabrá  lo que su don de trato suscitó en mi persona.

(*) Allen Pérez es Abogado

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6 COMENTARIOS

  1. Vivimos en el sueño de una mentira que se convirtió en una pesadilla o nightmare, que de conocerse por allá espantaría a tu amable carnicero de Cambridge, ese que te habla en bostoniano, en un inglés que me encantaría escuchar. Saludos.

    • Bueno, quiza mi comentario sobre escuelas y colegios del estado tipo tugurios hizo bulla (por todo lado). Hoy ocaciono la renuncia de la directora de infraestructura del MEP.
      Shalom.

  2. Quizas por ser abogado el autor nos podria iluminar en la casua de que nuestro pais, que cree que en EEUU la gente se mata en las calles por armas, tiene de hecho una tasa de homiciios con armas que inlcuso duplica la de EEUU, cuando en nuestro pais la tenencia de armas es mas dificil y no es garantizada como derecho

    https://ourworldindata.org/grapher/homicide-rates-from-firearms?tab=chart&country=USA~CRI~OWID_WRL

    Este es un fracaso total de la politica anti delincunecia que el pais ha practicado las ultimas decadas. Pasar de ser mas seguro a menos seguro que EEUU es de verdad aberrante y no veo como no se discute mas.

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