jueves 18, abril 2024
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Un fuerte olor a chorizo

Hace unos días leí en algún medio electrónico, de ésos que ahora abundan, una nota que señalaba a qué huele el espacio exterior. Y no ṕorque los astronautas hubieran sacado la nariz de sus cascos en un acto de suprema y peligrosa curiosidad, sino porque al volver a la nave o el laboratorio espacial, los ropajes con que se habían protegido para salir tenían un olor característico, como a chamuscado.

Ello me dió una pista para tratar de justificar el por qué los seres alienígenas no hacen contacto con los humanos, seres primitivos que habitan este planeta, ni creo que lo hagan nunca, porque nuestro planeta tiene un olor característico: a chorizo. Y me explico.

Primero unas reflexiones introductorias:

A la ciencia le debemos cambios dramáticos en nuestra autoimagen complaciente. La astronomía nos enseñó que la tierra no es el centro del universo, sino simplemente uno de mil millones de cuerpos celestes. De la biología aprendimos que Dios no nos creó especialmente sino que evolucionamos al mismo tiempo que otros 11 millones de especies. Ahora la arqueología derrumba otra creencia tabú: que la historia humana de los últimos millones de años ha sido una larga serie de progresos. En particular, recientes descubrimientos sugieren que la adopción de la agricultura, supuestamente nuestro paso más decisivo hacia una vida mejor fue, en muchos sentidos, una catástrofe de la cual nunca nos hemos recuperado. Con la agricultura vinieron las graves desigualdades sociales y sexuales, la enfermedad y el despotismo, que maldicen nuestra existencia.

En un primer momento, las evidencias contra esta interpretación revisionista les parecerán a los americanos del siglo XX como irrefutables. Estamos en mejor situación, en casi todos los aspectos, que la gente de la edad media, que a su vez, estaban mejor que los hombres de las cavernas, y estos estaban mejor que los monos.

Veamos nuestras ventajas. Gozamos de alimentos más abundantes y más variados, de mejores herramientas, de bienes materiales, algunos gozamos de las vidas más largas y saludables de la historia. La mayoría de nosotros estamos a salvo de las hambrunas y de los depredadores. Realizamos la mayor parte del trabajo con la energía del petróleo y de las máquinas, no con nuestro sudor. ¿Qué neo­ludita actual cambiaría su vida con la de un campesino medieval, con la de un hombre de las cavernas, o la de un mono?

Durante la mayor parte de nuestra historia nos hemos valido de la caza de animales y la recolección de plantas silvestres, una vida que los filósofos tradicionalmente consideran desagradable, embrutecedora y corta. Puesto que los alimentos no se producen y apenas se almacenan, no hay en esta forma de vida, ningún descanso en la lucha diaria para encontrar alimentos silvestres y evitar morir de hambre.

Salimos de esta miseria hace solo 10.000 años cuando en diversas partes del mundo la gente comenzó a domesticar las plantas y los animales. La revolución agrícola se extendió gradualmente hasta hoy en que casi es universal, y sobreviven pocas tribus cazadoras recolectoras.

Con lo que anteriormente hemos descrito se añade una de las características más propias de la raza humana: el egoísmo, la ambición, la codicia sin límites, el irrespeto por la naturaleza (la cual estamos destruyendo muy eficientemente), y en cierto modo la irracionalidad del comportamiento social e individual. De ello son testigo las innumerables guerras y conflictos con que se tachona la historia del planeta desde que lo habitamos.

Veamos cuáles son las causas de dichos eventos desastrosos. Y para ello nos sirve considerar la razón de las actuales guerras que se están llevando a cabo (que no es una sola, la de Croacia, sino otras más), la codicia que se incuba dentro del inmenso negocio de la venta de armas, elemento importantísimo de ciertas economías desarrolladas, que compite con la del tráfico y consumo de estupefacientes y la explotación financiera de los grandes conglomerados bancarios.

En otras palabras, y a la tica, diríamos que detrás de todo ello existe un chorizo. A veces a escala nacional, corporativa, o individual, pero chorizo al fin. Y así como vemos que detrás de las guerras, de la dominación cultural o religiosa, se mueven los intereses choricientos de todo tipo, así también en cosas más locales el olor a chorizo es fuerte, o al menos así lo creemos.

Para ello no hay más que ver el comportamiento de legisladores y gobernantes que hemos tenido hasta hoy. de las organizaciones del Estado -sobre todo de aquellas que llamamos autónomas o semiautónomas- que se comportan muchas veces bastante alejadas de sus objetivos sociales para los que fueron creadas, o son presa de la codicia y el egoísmo de determinados grupos a su interior, que se aprovechan de la debilidad de los políticos de turno y los resquicios legales de la maraña sobre la cual  se fundamenta el accionar del Estado, para obtener beneficios desproporcionados.

Por ello, hemos aprendido a sospechar de cualquier noticia que nos despierte cualquier día, y para ello tenemos un ejemplo bastante claro: la venta del Banco de Costa Rica, primer acto de una ordalía de privatizaciones al mejor estilo neoliberal que se avecina, y el significado que un acto como éste, si se llegara a realizar. El olor a chorizo es evidente, diríamos a la tica. La ínfima proporción que representaría el producto de su venta con relación a la deuda acumulada por todos los gobiernos del pasado, al parecer no lo justifica, la pérdida de la función social del banco del Estado a través de sus aportes parafiscales, resulta incomprensible, la comisión que se pagaría a los encargados del negocio que se propone, resulta astronómico para nuestra realidad económica. Pero ya veremos qué sucede.

Pero volviendo a lo nuestro: los alienígenas nos encuentras tan primitivos y tan hediondos a chorizo, que les repugna la sola idea de relacionarse con nosotros. Es de suponer que razas de otras realidades intergalácticas, que poseen el desarrollo científico y tecnológico como para venir a nuestro planeta, como quien va a un zoológico, deberían tener instintos menos primitivos que los nuestros. Y así como Usted no se mete dentro de las jaulas de los animales del zoológico, ellos no desean contacto alguno que los ponga en peligro de contagiarse de nuestra horrible forma de ser. ¿No le parece?

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría

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3 COMENTARIOS

  1. La raza choricera y malévola de este planeta que los extraterrestres huelen a podrido son la mafia de la cábala y los políticos títeres de esa élite mafiosa globalista , el resto de seres humanos solo somos víctimas y corderitos de esta mafia que tiene a todos los pueblos viviendo en la ignorancia ,para ellos cumplir con su nuevo orden mundial y la despoblación ,a los medios de comunicación vendidos no les importa lo que ellos hacen, para ese periodismo mediocre es mas importante lo que hacen los choriceros gobernantes de turno ,que comunicar al pueblo lo que esta haciendo esa mafia internacional , cuando sean esclavos de esa mafia no se quejen, necesitamos periodistas y escritores especialistas en investigación para el despertar de la consciencia ,

  2. Buenos días tenga usted Don Alfonso. Excelente artículo. Qué casualidad que yo (el burro por delante para que no se espante) y algunas de las personas que me rodean hayamos sentido por estos días ese aroma de chorizo bastante desagradable. A ese respecto He escrito algunos comentarios en algunos de esos medios electrónicos de los que ud mencionan que ahora abundan. En ellos he hecho algunas preguntas que nadie ha tenido la gentileza de contestar y para lo cual me permito aqui repetir. Por casualidad, ¿alguien conoce la magnitud de las jugosas comisiones que se generarían en el caso de la venta del BCR? ¿Alguien conoce el nombre de la o las personas involucradas en este negocio? Porque desde luego y por la lógica del mercado quienes se beneficiarían serían no tanto los que compran sino los que venden. La noticia de esta venta ha desaparecido súbitamente de esos medios que ud menciona por lo cual me permito lanzar la última pregunta a sabiendas de que tampoco será contestada: ¿Porqué estos medios han desaparecido de sus primeras planas esta noticia?

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